Abogada, docente, militante del Frente Patria Grande y actual directora nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Gabriela Carpineti habló con Ponele en el marco de nuestra serie de charlas con mujeres y política.
Entre otras cosas, Carpineti nos contó cómo llegó el feminismo a su vida, por qué define a Juan Grabois como “una orquídea en un basurero”, cuál es su relación con el Papa Francisco y cómo fue defender a los miembros de la banda Los Espíritus que fueron acusados de abuso.
Gabriela, para empezar, contanos un poco tu trayectoria en la militancia. ¿Cuándo arrancaste?
Fue a finales de los 90, en el colegio secundario, en el Carlos Pellegrini. Mis primeras movilizaciones, además de las del 24 de marzo, fueron en el gobierno de Menem. Yo empecé la secundaria en el 98, marchábamos contra Cavallo y Roque Fernández. Esas fueron mis primeras excursiones militantes. Ahí arrancó todo y empecé a participar más en el centro de estudiantes de la escuela y a ir a la Villa 31 los sábados. Una de las discusiones que dábamos en el centro de estudiantes era cómo se vinculaba la escuela con otros jóvenes que no habían podido acceder a nuestra escuela, que es una escuela pública privilegiada respecto de otras. A partir de esa discusión muchos del centro de estudiantes empezamos a conocer las villas.
En el 2001 yo estaba en 4° año y obviamente el estallido de esa crisis económica, social y política nos hizo estar en las calles en esos días. También en el 2001 participé en el Frente Nacional contra la Pobreza y comencé una vinculación con la CTA y cuando estuve en la universidad, y junto con otros compañeros nos fuimos vinculando más con esa experiencia social y sindical y tuvimos una experiencia importante en Proyecto Sur, con Claudio Lozano y Pino Solanas.
Y entre la crisis del campo y la muerte de Néstor, ese proceso que se dio entre 2008 y 2010 nos impactó a muchos de los que no estábamos participando orgánicamente en el kirchnerismo y que veníamos de un sector que estaba más vinculado a algunas discusiones que hoy vuelven a actualizarse, como la de los bienes naturales, el problema de la tierra en la Argentina, de la soberanía energética, los ferrocarriles, los puertos y las vías navegables. En ese momento ese programa lo representó muy bien Proyecto Sur, pero no era el programa del kirchnerismo. Ni siquiera lo era el del ingreso universal. La Asignación Universal por Hijo es una medida muy importante, la más redistributiva de los últimos 20 años en la Argentina, la política más amplia y que inauguró a su vez otras políticas, pero en ese momento no era parte de la discusión del kirchnerismo, y hoy esas discusiones sí son una parte importante del Frente de Todos.
¿Y después de 2010?
Me recibí de abogada y me desvinculé de la militancia universitaria y orgánica, pero seguía participando de lo que era la CTA de los Trabajadores, ya como abogada. Y en 2014 me reencontré con Juan Grabois, a quien conocía de la Facultad de Derecho. Llegué a él sobre todo porque me había causado mucha curiosidad la posición que tuvo Juan cuando asumió Francisco. El trabajo de Francisco como Arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires en relación a los cartoneros y a la problemática del trabajo esclavo y de la trata era muy conocido y era conocida su vinculación con el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y con Juan.
Yo en 2013 viví en Italia y conocí el proceso de Francisco más de cerca y todo lo que estaba generando su referencia y su rol en relación al problema migratorio, al problema del sur de Europa y de África y Asia, al problema de América Latina y de los grandes problemas ambientales. Y un sector importante del progresismo y el peronismo en la Argentina se confundió mucho cuando Bergoglio fue elegido Papa y me llamó la atención que Juan no. Eso hizo que en 2014 le mandara un mensaje, en ese momento él estaba viviendo en el sur. Para mí Juan es una orquídea en el basurero. Yo lo defino así. Porque su sistema de ideas, su praxis y su trayectoria, esa combinación entre un sistema de ideas profundo y una capacidad muy fuerte de organizar “lo descartado” logra que un basurero tenga un futuro impresionante. Él se hace cargo de lo que muy pocos o nadie se quieren hacer cargo. Y eso a Juan lo vuelve un diferente en la política argentina. Abraza la contradicción permanentemente, pero con un eje puesto en el combate a la desigualdad.
Y desde ese momento estás vinculada al MTE…
Sí, y a la experiencia de la CTEP primero y luego la UTEP. De un sector de esa experiencia nace la plataforma política del Frente Patria Grande, ya promediando el macrismo, luego de dos años muy difíciles como fueron 2016 y 2017, después de la derrota del Frente para la Victoria… Uf, ya quedó lejos el Frente para la Victoria ¿no? (risas).
Justo te iba a preguntar sobre el periodo del macrismo. ¿Qué balance hacés hoy sobre esos cuatro años?
Creo que Macri nos ayudó a conocernos mejor a nosotros mismos. De alguna manera, nos sirvió para conocer que las experiencias de derecha y reaccionarias en los procesos regionales de revancha neoliberal de la última década, porque ya podemos hablar de “la revancha neoliberal de la última década”, vinieron a atacarnos por todos nuestros lados débiles y sobre eso construyeron un relato. Sobre nuestras miserias edificaron su propuesta.
¿Cuáles serían esos lados débiles?
Todo lo que nosotros no logramos hacer en procesos anteriores, en relación a avances populares. Entre todo lo que logramos hacer y lo que no, se generó una plataforma sobre la cual la derecha se plantó.
Y en relación a lo de conocernos más, ¿te referís al plano individual o a algo más colectivo, como conocer más al campo popular?
Sirvió para que realicemos autocríticas profundas en algunos casos, abrió un proceso autocrítico en la militancia y en las conducciones. Y eso no es menor: hace 15 años, en el Frente para la Victoria, no estaba latente como hoy discutir las problemáticas de la tierra y ambientales y aunque hoy no sean discusiones protagonistas ni hegemónicas, son parte de una agenda de discusión, de una tensión cada vez más latente.
Creo que Macri nos ayudó a conocernos mejor a nosotros mismos
¿Tenés algún recuerdo puntual que te haya quedado de la época del macrismo sobre estas cuestiones que planteás?
Algo que me sorprendió del macrismo es que en un momento empezamos a convivir con un montón de circunstancias dolorosas y a naturalizarlas. Durante los 4 años del macrismo, Milagro Sala estuvo presa. Hubo un proceso importante de despidos que no pudimos defender, de vaciamiento de políticas públicas que no pudimos detener. El momento en el que sentimos que no todo estaba perdido fue cuando logramos la movilización popular contra la reforma previsional, en diciembre de 2017. Ahí hubo un momento en el que empezamos a tomar conciencia de que teníamos que recuperar el gobierno y el Estado. Ahí se inició un proceso más contundente de oposición al macrismo. Dos meses antes nos habían ganado las elecciones de octubre, Esteban Bullrich le ganó a Cristina, y ese fue un momento muy duro. Pero después vino lo de la reforma.
Particularmente, a mí lo de Milagro, que estuvo esos 4 años presa y todavía sigue presa, me parece una situación de especial connotación en relación a la revancha. Pero bueno, después hubo otras políticas públicas con las que ellos no pudieron. ANSES no se reprivatizó, por ejemplo. O el 2×1 de la Corte.
Y llegando al gobierno de Alberto, ¿qué balance hacés de este tiempo?
En este año y medio quedó demostrado que la coalición del Frente de Todos tuvo eficacia para derrotar electoralmente al macrismo y para defender a Cristina de la persecución judicial. Pero también es importante saber que ganar elecciones no es ganar el gobierno, el caudal electoral no genera autoridad política, eso está demostrado. No hemos podido avanzar con cuestiones fundamentales en lo social y en lo económico que pretendíamos en la campaña del 2019. Uno de los grandes problemas es la capacidad de autoridad del Estado para hacer cumplir la ley, para enfrentarse a los factores de poder real, para hacer cumplir las promesas electorales y los contratos sociales con la ciudadanía.
No me había preguntado por el feminismo hasta los 27 años y fue a partir del primer Ni Una Menos,
Y en relación a las expectativas que vos tenías sobre este proceso, ¿qué te parece que sí se pudo lograr?
Creo que es muy importante la reorientación geopolítica del Gobierno y que Alberto ha actuado como un patriota a nivel regional en varias oportunidades. No sin contradicciones al interior del Frente de Todos, porque ha quedado claro que la política exterior, a través del Canciller, podía llegar a contradecirse no sólo con otros sectores del Frente de Todos sino hasta con el propio Presidente. Y creo también que la gestión de la pandemia ha priorizado lo que se tenía que priorizar y eso ha quedado demostrado. Pero hay dos grandes frentes, que son la crisis alimentaria y la crisis económica en relación a la deuda, en los que sigue abierto el proceso por ver quiénes serán los beneficiados y quiénes los perjudicados. Cuando la mayoría de la población esté vacunada, empieza la cuenta regresiva para llevar adelante el contrato electoral del Frente de Todos con la ciudadanía, sobre todo la más castigada socialmente.
¿Y cuánto te parece que influye la pandemia en no haber podido desarrollar más la lucha contra esas cuestiones que planteás?
Está claro que la capacidad de respuesta que tuvieron los países centrales para enfrentar esta crisis sanitaria no fue la misma que la nuestra. Nuestro Gobierno nos ha cuidado mucho mejor que en otras partes del mundo, pero en lo social, aún en estas condiciones de desventaja, se podría haber hecho más cosas. En un primer momento de la pandemia, el año pasado, el gobierno tenía proyectado 4 millones de IFE, y en la primera inscripción hubo 11 millones de personas y se otorgaron 8 millones y medio, o sea que el mapa de la precariedad laboral en la Argentina era mucho más alto de lo que tenía previsto el Gobierno. Eso arrojó una radiografía inesperada. Evidentemente no había un diagnóstico social real. Toda esta situación también arrojó un conocimiento más profundo de la realidad para el propio Gobierno.
Hablemos sobre feminismo. ¿Llegó en algún momento de tu vida en particular? Si fue así, ¿qué recordás de ese momento?
Fue a partir de la revolución de las hijas, aunque algunas somos más grandes… porque viste que todas queremos ser de la revolución de las hijas (risas). Yo no soy de la revolución de las hijas, tengo por lo menos 15 años más que las hijas… La verdad es que no me había preguntado por el feminismo hasta los 27 años y fue a partir del primer Ni Una Menos, el 3 de junio de 2015, más allá de haber participado en el encuentro de mujeres de 2009 en Tucumán recuerdo . A partir de ahí empecé a vincularme como abogada con situaciones específicas de violencia de género, en su dimensión más extrema, que son los femicidios, y en sus dimensiones más cotidianas. Y todo eso construye una retrospectiva en relación a tu vida íntima y personal, y eso empezó a estar muy presente.
Así que entre las experiencias colectivas y personales fui necesitando al feminismo. El feminismo es una necesidad. Me fui abrazando al feminismo a partir de necesidades que se me iban develando. Es decir, me abrazo al feminismo como una herramienta, tanto de autoconocimiento como colectiva y de interpretación y resolución concreta frente a problemas varios.
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¿Qué cuestiones te parece que modificó el feminismo en la práctica política?
El impacto más ineludible del feminismo en la política, donde echó raíces, es la democratización de las relaciones humanas en ese ámbito, primero poniendo de manifiesto las relaciones de desigualdad. Y un feminismo que está pensando sobre la desigualdad y no sobre la antítesis entre los géneros, interviene en un campo mucho más amplio. Ese es el impacto más interesante que produjo en la política.
¿Y cuáles te parece que no han cambiado y sería importante que lo hicieran?
Cuando la desigualdad y sus mecanismos se siguen reproduciendo, aun cuando la mujer o las diversidades están en una mejor posición de poder, hay un problema. La condición de género no garantiza la construcción de relaciones igualitarias. Las mujeres o diversidades no somos garantes per se de las condiciones de igualdad. Lo que es garante es que tengas presente cómo identificar esas situaciones de desigualdad y posibilitar su alteración.
Pasemos al capítulo pandemia. ¿Cómo te atravesó en lo personal?
La pandemia me tocó vivirla como funcionaria recientemente asumida en la Dirección Nacional de Promoción y Fortalecimiento de Acceso a Justicia, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Yo nunca había estado en la función pública y asumí en pandemia, así que eran dos novedades. Pasamos tantas cosas en 2020… Valoré muchos más los momentos que compartía con otros pares. Las limitaciones nos imponen mayores niveles de aprovechamiento cuando tenemos la posibilidad de hacer algo que no es habitual. Y en este momento lo habitual es estar aislado.
Creo que a todos nos conectó en un momento con lo físico, con los que teníamos cerca y lejos físicamente. Desnudó muchas limitaciones de cada uno de nosotros y también capacidades impensadas. Bueno, un poco para mí fue como el proceso del macrismo, nos sirvió para conocernos más. La pandemia es un macrismo sanitario.
El escenario de la función pública hoy es ese, una batalla permanente para incumplir lo menos posible.
¿Y en términos geopolíticos, sanitarios y/o sociales qué podés decir sobre la pandemia?
Francisco es un líder mundial porque tiene un mensaje muy claro, desde antes de la pandemia, respecto de la crisis ambiental conjugada con la crisis económica, social y sanitaria y viene anunciando esto desde que empezó su papado. Y ahí hay una referencia geopolítica muy importante para los pueblos del sur global. Está claro que nuestro país todavía no tiene un programa post pandemia. Para nosotros se sintetiza en el Plan de Desarrollo Humano Integral, pero no hay un consenso aún mayoritario respecto de la post pandemia en nuestro país.
¿Y sobre las condiciones del capitalismo, en este mundo globalizado y financiarizado, con una pandemia que en muy poco tiempo llegó a millones de personas? Al principio hubo quienes pusieron en duda la continuidad del capitalismo, no sé si te acordás, y lo que está pasando es que los ricos son más ricos y los pobres son más pobres.
Sí, no pareciera que estuviéramos yendo a un mundo mejor, ¿no?. Creo que lo que sí se nos aparece como camino inevitable para salvar a la especie y al planeta Tierra es la ayuda mutua y el cuidado de la casa común frente al colapso al que nos arroja un sistema que no logra que todas las personas se alimenten, habiten y trabajen dignamente. Eso sumado al reordenamiento del mapa global y a los lugares que van a tener Rusia, China y Estados Unidos post pandemia, que seguramente no sean los mismos de antes… Nuestra posición, desde el Frente Patria Grande, es que Argentina debe construir relaciones multipolares. Y la gestión de las vacunas tuvo bastante que ver con eso, con una posición multipolar del Estado argentino en la adquisición y la contratación. Ese debe ser el rumbo profundizar: la unidad latinoamericana y las relaciones multipolares con las grandes potencias económicas.
¿Cómo llevas tu rol como funcionaria?
Siempre digo que los funcionarios somos incumplidores seriales de tratados internacionales de derechos humanos. Muchas veces llegamos a la función pública y no estamos dotados de las capacidades en los bienes, tanto de infraestructura como humanos, que son necesarios para la ejecución de políticas públicas que necesitamos para resolver por lo menos contextos de emergencia social como el que estamos viviendo. Entonces, indefectiblemente, no llegamos a todos los rincones a los que deberíamos llegar, y en la medida en que sucede eso estamos incumpliendo. Entonces hay un primer diagnóstico que hay que tener al ingresar a la función pública que es ese. Y después, construir estrategias para tratar de incumplir lo menos posible.
Para mí el escenario de la función pública hoy es ese. Una batalla permanente para incumplir lo menos posible. Es duro lo que digo, pero lamentablemente es así. Aceptar la realidad es el primer paso para revertirla. Vivir en un estado de cumple de 15 y autocelebración en la funcion pública me parece una falta de respeto al pueblo.
¿En qué te cambió tu percepción al estar en la función pública? En relación a esto que decís de tratar de incumplir lo menos posible…
El poder real no está en la función pública. Desde una perspectiva popular, el poder real está en la capacidad de la comunidad de organizarse junto a la política pública, trabajando para que ésta se profundice. Desde la restauración democrática en adelante, salvo durante 2003-2015, vivimos un proceso prolongado de precarización de la función pública. Hubo vaciamientos que se produjeron en los 80 y los 90 y en los inicios del 2000 de los que no hemos logrado recuperarnos. Y en todo ese proceso se fueron desarrollando organizaciones comunitarias de diversa índole y se fueron construyendo soluciones frente a la discapacidad que iba adquiriendo el Estado. Entonces hoy hay muchas situaciones que terminan siendo resueltas antes por esas organizaciones que por el propio Estado.
Yo pienso que la conjunción virtuosa es comunidad organizada más Estado presente. Y eso es imposible de lograr si uno no comprende cómo se ha reducido el Estado frente a sectores concentrados en lo económico y lo comunicacional en las últimas cuatro décadas. Obviamente con períodos, como dije, de revitalización y recuperación de un piso como fue el kirchnerismo, pero es importante tener claro que el Estado no es todopoderoso, sufre minusvalías estructurales. Ayer pensaba en que este año se cumplen 20 años del 2001. La generación que nació entre el 2000 y el 2003, que hoy tiene entre 18 y 20 años, se hace adulta en un Argentina en donde la precariedad y la informalidad laboral son sesgos arraigados no aleatorios. En 20 años, todavía no logramos desarrollar políticas que puedan resolver la crisis que se abrió en ese momento en relación al trabajo digno y pleno de derechos , como puerta de acceso a otro conjunto de derechos sociales, económicos, culturales y ambientales fundamentales.
Volviendo al feminismo, hay muchos sectores dentro a los que la figura de Francisco les resulta polémica. ¿Cómo transitás eso?
Tiene que ver con el feminismo que una necesita, como dije antes, con el feminismo que una quiera expresar el que te identifica. Para mí si hay un feminismo que tiene centrada su batalla -legal, histórica, económica- en la pelea contra la desigualdad, y no centrada solamente en la distinción y denuncismo del género, creo que va a ser un movimiento que va a encontrar en la referencia de Francisco y en particular en la figura de Juan Grabois, grandes amigos y no enemigos.
Muchas feministas hace 10 años no éramos feministas, ¿Por qué les pediríamos a los varones que se comportasen de tal o cual manera?

Sabemos que acompañaste y apoyaste a la banda Los Espíritus hace unos años, en un momento en el cual aparecieron denuncias sobre abusos que implicaban a Maxi Prietto, uno de sus miembros. ¿Cómo fue esa situación? ¿Cuál fue tu rol en ese momento?
Es bastante simple la historia de por qué defendí públicamente a Los Espíritus. Ellos le preguntaron a mi hermana si podían reunirse conmigo porque tenían inquietudes legales, jurídicas y sobre todo emocionales acerca de cómo atravesar el momento que estaban viviendo, a raíz de que un blog empezó a publicar denuncias anónimas contra el líder de la banda. Yo alguna que otra vez había escuchado a la banda pero nunca los había ido a ver, no era seguidora ni fanática. Y me reuní con ellos porque me lo pidió mi hermana, ellos necesitaban que alguien los escuchara y yo fui una de esas personas. Me junté con ellos, googlée, investigué, llamé y hablé con otra gente y llegué a la conclusión de que no había incurrido en delitos penales, y que todos tenían una reflexión interesante para hacer como integrantes de una banda y sobre la relación con su público y sobre todo con el público femenino. Aparecieron preguntas sobre cómo manejar su liderazgo. Yo acompañé esa reflexión sobre qué les estaba pasando en ese momento y qué les estaba pasando hace 10 años, porque todas las denuncias eran de episodios de hace 10 años.
Empezaron a armar comunicados donde le contestaban a un público que era el mismo que los estaba rechazando, el mismo público que era fanático los estaba cancelando y aniquilando y creo que a veces hay un camino muy corto entre el fanatismo y la cancelación. En ese momento, por haberme acercado a ellos y por haberlos defendido, sentí rechazo de parte de algunos sectores del feminismo, sentí que eso no era aceptado. Pero también siento que se abrió un debate. No a raíz de mi acción, eh, o no únicamente por eso, pero no recuerdo grandes escraches a bandas después de eso. La modalidad del escrache anónimo por redes sociales empezó a perder cierta legitimidad, eso se quebró a partir de lo que pasó con Los Espíritus, hubo un límite a la cultura del escrache, la cancelación y el aniquilamiento y ellos pudieron seguir tocando, se rearmó el grupo y siguieron tocando.
Muchas feministas hace 10 años no éramos feministas, ¿Por qué les pediríamos a los varones que se comportasen de tal o cual manera? Estoy siempre hablando por debajo del umbral del delito penal, pero si hace 10 años yo no me comportaba igual que ahora, ¿por qué le exijo eso a un varón? ¿Cómo nos comportábamos nosotras hace 10 años? ¿Cómo éramos todos y todas hace 10 o 15 años? Esa pregunta también hay que hacerla y con esto no quiero descargar ninguna carga de la prueba y responsabilidad sobre el sujeto femenino. Si yo no era la misma, ¿por qué le voy a pedir a Maxi Prietto que sea el mismo?
Por último, un ping pong que solemos hacer en Ponele:
-3 libros que toda persona debería leer antes de morir:
Uy, qué difícil (risas). Te voy a decir los últimos que leí, más fácil. Leí tres de la escritora mexicana Guadalupe Nettel, que me parecieron espectaculares: La hija única, Después del invierno y El cuerpo en que nací. Son muy interesantes en relación al feminismo también, los recomiendo mucho.
-¿Creés en Dios?
Sí, y creo que con inocencia y fe se construye la victoria final. La inocencia tiene que ver con no creer que todo depende de uno, y creer que no todo depende de uno es creer en los demás, y si creés en los demás establecés un vínculo humano. Y el vínculo humano es la fe, en el sentido de que estás creyendo en otros, y ellos creen en vos, y esa es la capacidad de creer más allá de uno. Soy cristiana, suscribo a ese newsletter (risas).
-¿Has experimentado con drogas? ¿Qué opinión tenés sobre la despenalización de la marihuana?
En lo personal, las drogas no han sido una fuente de inquietud en mi vida. Y no creo que pueda existir una misma política de drogas para todas las personas y para todas las drogas. Hay personas diferentes y hay drogas diferentes que establecen diferentes relaciones entre las personas, los sectores sociales, el mercado, que inciden de maneras diferentes en los vínculos sociales. Está probado que el cannabis medicinal sirve, hay una ley y merece que sea cumplida en todo el país. Pero después es cierto que el vínculo con la droga para muchos sectores es un gran negocio económico y para otros implica daños severos en la salud física y mental, irreversibles y mortíferos. El tema es cómo construir una política de drogas que contemple todo eso. La vida está primero que el negocio. Y por otro lado tenemos que trabajar para que el narcomenudeo no sea una opción de supervivencia económica laboral para los jóvenes de nuestro país y la región.
-¿Algún oficio o habilidad que te gustaría tener?
Me gustaría ser cantante de tangos. Cada tanto, en soledad, canto algún tangazo…