El 17 de octubre, Nicolás Dujovne fue leal: afirmó que la inflación correspondiente a septiembre y octubre será la más elevada del año. El ministro de economía también aseguró que, a partir de entonces, se desacelerará el incremento de precios. Pero a seguro se lo llevaron preso.
El precio más bajo o te devolvemos la diferencia
Para buena parte de las consultoras económicas, el incremento de precios fue más elevado que el expuesto por el organismo oficial. El miércoles pasado, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), incuestionable para los grandes medios de comunicación, dio a conocer el Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspondiente al mes de septiembre.
Lo primero a destacar es que, en un solo mes, el nivel general de precios presentó un gigantesco salto del 6,5 por ciento. Esta magnitud es igual a la de abril de 2016, que fue superior a la de abril de 2002, a poco tiempo de la megadevaluación como “salida” a la crisis de la Convertibilidad en 2001.
En nuestro país, las devaluaciones abruptas siempre generan aumentos significativos de precios y los correspondientes a alimentos suelen ser mayores que el índice, que es un promedio ponderado de una canasta de bienes y servicios.
De acuerdo a un informe elaborado por el Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), en los últimos tres años Argentina pasó de tener de las más bajas a las más altas tarifas de gas, luz, agua y transporte de Latinoamérica. La carga de los servicios públicos sobre el salario mínimo se cuadriplicó desde que el hijo de Franco preside los destinos de Argentina. Las tarifas absorben el 23,5 por ciento del total de un salario mínimo y esa relación era del 6 por ciento antes de del arribo de Macri a la Casa Rosada.
La inflación del año en curso no está impulsada de manera exclusiva por la suba de tarifas, elemento predominante el año pasado, sino también por los “precios núcleo”, que no incluyen los estacionales (como frutas y verduras) ni los regulados (servicios públicos).
El componente más importante de la inflación núcleo es el rubro alimentos y bebidas, que golpea con más fuerza en las canastas de pobreza e indigencia. Escaló un 7 por ciento y acumula un alza de más de 40 puntos porcentuales respecto al mismo mes del año anterior.
Sólo en septiembre, los precios de la leche en polvo y de la harina, se incrementaron un 8,6 y un 11,7 por ciento, respectivamente. El del pan francés, el arroz y el aceite de girasol, lo hicieron casi 17 puntos porcentuales. El de los fideos 20,1 puntos.
No terminan las malas noticias. También según el organismo oficial, el índice de precios mayorista se disparó un 16 por ciento en septiembre. Los 10 puntos de diferencia con la inflación minorista anticipan un octubre tempestuoso, y quizá no sea el pico que anticipó Dujovne.
¿Para el Gobierno existe alguna contención para la suba de precios? Claro que sí: el fuerte deterioro del poder adquisitivo del salario impacta en el consumo y la disminución de éste tranquiliza un poco a los precios. La base está.
Impacto en la distribución del ingreso
El INDEC informó que la participación del salario sobre el total de la economía bajó del 48,1 por ciento en el segundo trimestre de 2017 al 45,2 por ciento en el mismo período de este año. Por otro lado, la porción del ingreso nacional que se apropian los empresarios subió del 43,6 al 45,9 por ciento. Esto implica que, tomando como base 2017, este año la participación del salario decreció un 6 por ciento y la del capital creció un 5,2.
La caída de la participación salarial se explica por la baja de 0,6 puntos en administración pública y defensa, del 0,6 en la industria manufacturera y 0,4 en enseñanza pública. El alza de la participación empresaria se debe a la minería y a los bancos, entre otros sectores.
Las trabajadoras y los trabajadores más perjudicados son de la industria manufacturera, la administración pública y la enseñanza pública. Los asalariados registrados subieron 0,9 por ciento en el segundo trimestre pero los no registrados avanzaron un 2,7 por ciento, mientras que los no asalariados (monotributistas) crecieron un 3,9 por ciento. Estas mediciones aún no captan la destrucción de industrias y comercios producida por el ascenso del dólar de $ 28 a $ 38.
Otros efectos de la inflación cambiaria
Una nota publicada en Página 12 el 20 de octubre notificó que, por convención, los cuatro principales estudios de auditoría contable del mundo calificaron a Argentina como economía hiperinflacionaria. Esto obliga a las transnacionales a modificar sus balances y a adoptar normas especiales de contabilidad adaptadas a economías con hiperinflación.
La calificación de economía hiperinflacionaria, de acuerdo a normas internacionales de información financiera, se aplica a economías con inflación sostenida y superior al 100 por ciento en los últimos tres años. Cumplimos sobradamente con estos estándares de calidad.
Las empresas transnacionales y los grupos exportadores que comercian en el mercado internacional expresan el valor de su producción en dólares.
La cerealera exportadora Bunge informó que “desde el segundo trimestre de 2018, la economía argentina debe ser considerada como altamente inflacionaria, por lo cual las subsidiarias cambiarán su moneda de cuenta al dólar”.
Así, crece otro pétalo verde de la flor de dolarización.
Ilustración: Emiliano Ciarlante