Por Camila Goldszmidt
Entre charla y charla con amigues y familiares, al contarles acerca de los objetos que estoy vendiendo, empecé a repetir el lema “vendo placer sexual”.
En ese ida y vuelta, una noche me encontré adentro del auto, junto a mi mamá, mi papá y mi hermana, explicándole a una desconocida, con total naturalidad, cómo usar juguetes sexuales y enseñándole cómo hacer para usarlos y tocarse. En mi familia la sexualidad no es un tabú, pero tampoco es un tema de charla cotidiana ni se habla de él con total libertad.
Mi viejo me cuenta que no sabe cómo decirle a sus compañeras de trabajo lo que estoy vendiendo, y por dentro se me mezcla la vergüenza de que mi papá sea un desubicado hablando sobre cosas que quizás pueden hacer sentir incómodas a las mujeres, y al mismo tiempo me contradigo pensando qué lindo sería que nos liberáramos más a la hora de hablar de masturbación femenina y de placer sexual. Si todes lo hacemos, ¿por qué nos da tanta vergüenza?
Estoy vendiendo un objeto que durante mucho tiempo (¡demasiado tiempo!) estuvo bajo términos falocentristas: quienes entrábamos a un sex-shop, nos encontrábamos con que se agrupaba a los juguetes con la desagradable etiqueta de “consoladores”, e inmediatamente surgía la pregunta: ¿a quién querían consolar? ¿A la mujer? ¿Por qué? Una vez más, las lógicas patriarcales marcando la cancha del placer.
De a poco, y gracias a la marea verde y violeta de las luchas feministas, los imaginarios y las prácticas cambiaron y me encontré vendiendo estimuladores femeninos (para usar en soledad, en pareja o en grupo). Claro, para que esto sucediera hubo que pelear para dejar en claro que el placer ya no pasa únicamente por la penetración.
Vendo un objeto que da lugar a la exploración, al autoconocimiento y a vivir nuevas experiencias con una misma. Teniendo tantas terminaciones nerviosas en el clitoris, está bueno probar cosas nuevas que puedan generarnos sensaciones tan placenteras, hasta explotar cada vez más nuestra sexualidad. Son objetos que vienen a volvernos loques por su posibilidad de hacernos acabar con otras sensaciones en el cuerpo.
Son productos que hacen que se hable de la masturbación femenina, que visibilizan que existe y que es saludable y placentera. Cada vez más vamos perdiendo la timidez y enterramos ese mandato ridículo que dice que el placer solo nos lo puede dar un varón heterosexual.
Cuando arranqué con esta historia armé un grupo de mejores amigues en mis redes y fui subiendo lo que vendo a gente conocida, intentando mantenerme en un círculo íntimo y sin excederme, aunque sin entender del todo por qué me estaba limitando en vez de hacerlo totalmente público. Así estuve un tiempo, hasta que un día lo subí para que lo viran todes… ¡No pararon de llegarme consultas, preguntas y dudas! Les que querían empezar, les que ya tenían su cajita feliz armada y querían agregar cosas nuevas, les que querían renovar sus encuentros con sus parejas y les que querían hacerse una paja distinta: todes llenaron mi casilla con sus mensajes.
Ojalá se profundice este camino de liberar los prejuicios para poder empezar a vivir una sexualidad plena, la propia y la compartida ¡Acabemos lo más que podamos!