Créase o no, desde 1987 existe algo llamado Movimiento Monárquico Argentino. Es llamativo, es curioso, y hace que distintos medios saquen constantemente notas sobre esta movida un poco atípica que pregona lo bueno que sería tener un rey argentino. La que más se viralizó fue una del diario La Nación, publicada en marzo de este año.
Quien lleva la voz cantante es nada más y nada menos que el presidente del movimiento, Mario Santiago Carosini. En las entrevistas, el presidente comparte los objetivos que persigue: una monarquía parlamentaria que acabe con la república, separar gobierno de Estado y que la Argentina tenga un rey (alguien que no sea político) que pueda defender a los ciudadanos de las falsas promesas de los que están en el gobierno. Hijo del creador del movimiento y encauzado en seguir misma la lucha por este ideal, Carosini insiste con que el modelo que propone es el mejor, y asegura que este año va a presentar una propuesta en el Congreso Nacional.
Aunque suene un delirio impracticable, la idea tiene algún tipo de éxito, hasta el momento moderado, en redes sociales. En la página que tienen en Facebook, unos casi tres mil integrantes discuten diariamente sobre cómo tendría que ser el rey, o si convendría que profesara cierta religión o no. Además, suelen hablar con monárquicos de otros países e insisten con que en Argentina ya hubo reyes. También proponen distintos tipos de logos y banderas.
En lo personal, tengo una extraña debilidad por los grupos de Facebook de cualquier tipo. Los veo algo parecidos a la vieja internet, esa de los foros y la información compartida. Entré al grupo de los monárquicos argentinos y estuve conversando un poco con quienes lo integran. Aclaré que no buscaba hablar con el presidente, confesé que mi interés estaba en bucear en los pensamientos de los miembros del grupo, de los monárquicos no tan institucionales. Tuve respuestas de distinto tipo.
Lo primero fueron ataques, que no llegaron a insultos y amenazas, pero casi. Como aclaré que pretendía hacer una nota, me dijeron que estaba haciendo espionaje, que “quería saber cómo ellos pretendían hacer la transición, para estar un paso adelante” (sic). Otros, menos agresivos, quisieron conocer mis verdaderas intenciones antes de responder. Preguntaban si era realmente monárquico y negaban la importancia de las opiniones que no vinieran del presidente. Estos mismos me pidieron que hablara con Carosini, porque solo él tenía la voz autorizada.
Al final, abajo de todo, respondieron quienes quisieron reflexionar en qué es lo que se busca con este ideal monárquico. Voy a dar solo sus iniciales, porque no quiero que se los expulse del grupo de Facebook como seguramente lo harán conmigo.
¿Tendremos algún día los argentinos un rey tarambana y juerguista para que nos riamos diciendo que el nuestro es más patético que el de España y el de Inglaterra juntos?
D dice que, al existir un rey argentino, el órgano Ejecutivo pasaría a trabajar en una cámara parlamentaria, que el gobierno estaría en manos de un primer ministro y no de un presidente con un vice. También sueña con un rey que haya estudiado para ser político, que sea elegido por un consejo Real. Las mayúsculas son suyas. El rey, sostiene, tiene que hacernos sentir verdadero amor por la patria. Para eso cree que convendría que fuera un Belgrano, Saavedra o Pueyrredón. Según él, lo tendría que elegir una asamblea constituyente.
En general, los pensamientos de quienes respondieron son parecidos, aunque tienen algunas diferencias. H, por ejemplo, hace hincapié en que el monarca gozaría de un rol como mediador entre los tres poderes, podría nombrar al jefe de gobierno (que sería primer ministro, sería un gobierno parlamentario) y también podría hacerlo renunciar. Remarca el cargo vitalicio, neutro y no elegido de este rey. H despliega una novedad al sugerir que el rey argentino sería elegido por el parlamento entre una hija menor de la corona española, una hija del medio del rey holandés y un jefe de un ramo Borbón.
Otros son más concisos y parece que tiraran tuits old school, de los de 140 caracteres. Ese es F, que sostiene que el rey sudaca sería alguien formado para tal tarea. No explica cómo o dónde, pero sí subraya que hay quienes sostienen que tendría que elegirse una familia específica para que arrancara una línea sucesoria en nuestro país.
Jorge Carrión, en el newsletter que escribe para la revista Late, habla del podcast X-Rey, que hacen Toni Garrido y Álvaro de Cóza, en el que se cuenta a lo largo de diez capítulos la historia de Juan Carlos I. El escritor y periodista catalán asegura que, cuando escuchamos el relato de la vida de este (ahora ex) rey de España –que, entre otras mil cosas, mató a un hermano y al menos un elefante–, la historia de la reina Isabel II (narrada en la serie The Crown) queda como algo más bien soso.
¿Tendremos algún día los argentinos un rey tarambana y juerguista para que nos riamos diciendo que el nuestro es más patético que el de España y el de Inglaterra juntos? ¿Nos darán la posibilidad de proyectar angustias en un monarca que vive comiendo caviar en su castillo? ¿Podremos decir con orgullo que el nuestro es el peor, el peor de los peores, ya que encima es una invención moderna? Hasta ahora no es nada más que una conversación de quienes postean en esa red social venida a menos, casi fantasmagórica, que es Facebook.