El martes pasado, miles de familiares y amigxs de víctimas asesinadas por las fuerzas de seguridad realizaron la quinta Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, ante la alarmante cifra emitida por la CORREPI: cada 21 horas las fuerzas represivas cometen un asesinato.
Tres días antes, el sábado, en Plaza de Mayo se llevó a cabo una marcha a favor de las ideas que hoy nos gobiernan (¿será que “terminó la temporada de esquí y que el fabuloso verano europeo está llegando a su fin?”). Fue protagonizada por señoras y señores, muchxs con camperas UNIQLO, que, en una escena delirante y al grito de “se robaron un PBI” y con mensajes carentes de significado o incluso en agradecimiento al fiscal Stornelli (acusado de participar en una red de espionaje), decían estar defendiendo la República. Mientras, flameaban banderas argentinas y algún que otro pañuelo amarillo con la inscripción “Yo voto a Macri” -clímax de la banalización de un símbolo de lucha que alguna vez supo caracterizar exclusivamente a las Madres y Abuelas-.
Baby Etchecopar, uno de los personajes más violentos y reaccionarios de los medios de comunicación, llamó a asistir a la marcha bajo el argumento de que, a pesar de que Macri haya sido un inoperante, fue sin duda alguna un “buen presidente democrático”.

La violencia como forma de gobernar
Esto da para pensar que, si bien es cierto que la inoperancia fue uno de los rasgos más distintivos de la gestión de Cambiemos, la violencia es sin dudas el denominador común de las medidas tomadas por Macri y su equipo.
La violencia discursiva expresada en mentiras durante campaña -y la gestión-, así como en acusaciones al pueblo de vivir por sobre sus posibilidades y “votar mal”, se combinó en estos últimos años con la violencia económica del día a día y con la física, llevada a cabo por las fuerzas de seguridad en diferentes contextos. Esto le dio forma a otro de los tantos gobiernos violentos -tanto de facto como electos- por los que atravesó nuestro país.
Y es entonces que cabe preguntarse: ¿es realmente democrático que un gobierno reprima sistemáticamente las expresiones de lucha del pueblo? ¿Es republicano permitir que las fuerzas de seguridad violenten a personas mayores que se negaban a que les redujeran su jubilación? ¿Se puede proteger la República renunciando a la soberanía económica, como lo ha hecho Macri al entregarnos al FMI?
Podríamos ignorar por completo el concepto de democracia económica y social (entre los cuales podemos incluir la democratización de la educación, la ciencia y la cultura que proponen otras líneas políticas) y afirmar ciegamente que nuestro gobernante fue un buen presidente democrático simplemente porque fue electo por el pueblo y permitió el libre funcionamiento del Congreso y el desarrollo de las PASO. Sin embargo, estaríamos olvidando que el presidente, si bien fue elegido por el pueblo en las urnas, no cumplió ninguna de las medidas prometidas que beneficiarían a la clase media y trabajadora y, sumado a esto, reprimió cada una de las manifestaciones en las cuales estos sectores se lo recordaron.
También estaríamos omitiendo el hecho de que contrajo deuda y realizó modificaciones impositivas sin pasar por el órgano legislativo. Esto no sólo es inconstitucional y vulnera la división de poderes sino que también violenta el principio de federalidad de nuestro país, el cual está dividido en provincias autónomas que no deben ver reducidos sus ya escasos ingresos sin previo aviso ni consulta, como ocurrió recientemente con la medida de la quita del IVA anunciada por el Poder Ejecutivo.

La opresión del Estado en su máxima expresión
Haber protegido y defendido a la Gendarmería desde la cúpula del poder en el caso de Santiago Maldonado no es propio de una República, así como tampoco lo es autorizar a las fuerzas policiales a matar por la espalda o recibir al policía Chocobar en la Casa Rosada ni avalar que una persona sea asesinada de una patada en el pecho sólo por estar interrumpiendo la libre circulación. Tampoco es democrático reprimir a productores agropecuarios que, a un precio ético, quisieron venderle su mercadería.a un pueblo hambreado.
En Argentina, el gatillo fácil y la violencia por parte del Estado y sus fuerzas represivas es un problema desde hace tiempo, pero en la actualidad es avalado y arengado por parte del Poder Ejecutivo. Y esto hace aumentar, cada año, el número de víctimas.
En el fondo, sin embargo, no debería resultar sorprendente: el neoliberalismo no puede mantenerse en el poder sino es por medio de la violencia, como se vio durante la última dictadura, en los 90 y en estos tiempos de macrismo.