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La revolución del té en hebras y la revolución de la alegría no tienen nada que ver con la revolución feminista

Mientras scrolleaba en Instagram me encontré con una publicidad de Tea Connection, un restaurante de comida a veces natural donde se ofrece una variedad de té en hebras. Se anunciaba que habían abierto una nueva sucursal, y mientras se reproducía el video mostrando el nuevo local, vi algo que me llamó la atención: al parecer su eslogan es “la revolución del té en hebras”. Dicha leyenda está escrita en el toldo de afuera del local y también dentro del mismo, bien grande, en una de las paredes para que el mensaje quede claro. Una curiosa combinación de palabras: revolución, por un lado, y té por el otro. ¿Cuál es la relación entre los dos conceptos? ¿Por qué un lugar de venta de té con sede en Palermo y Recoleta utiliza como centro de su estrategia de venta el concepto de revolución? Estrictamente, revolución es aquel proceso que involucra un cambio estructural en lo político y socioeconómico de una comunidad, muchas veces a partir de una sublevación popular.  ¿Acaso tomando té podemos llevar a cabo una revolución? En un cartel se leía -en inglés- “Join the revolution” (unite a la revolución), ¿cómo? Comprando la tetera y los tés que se promocionan debajo del cartel.

Mi cuestionamiento no va dirigido hacia Tea Connection -es una empresa que recurre al marketing, como tantas otras- sino a que esta publicidad simboliza el poco respeto y cuidado que tenemos por las palabras, tanto por su definición como por su historia y peso social. Las palabras no son sólo fonemas agrupados, contienen un significado y se deben utilizar para designar objetos y situaciones específicos. Cuando pasamos por alto la definición de las palabras y sus límites se vuelven difusos, comenzamos a utilizarlas en situaciones que nada tienen que ver ni entre sí, ni con el sentido original del término. Así, el significado de la palabra pierde valor y la repercusión de su uso disminuye.

Confundir términos o usarlos interesadamente para promocionar té en hebras puede parecer inofensivo. Y probablemente lo sea. Pero razonamientos confusos y conclusiones algo disparatadas originadas en un uso instrumental del lenguaje llevan a situaciones un poco más complicadas, como que por ejemplo un embrión de una semana de gestación pueda ser considerado una persona, o un “bebito”.

Si bien las definiciones pueden variar a lo largo del tiempo según las coyunturas sociales, hay determinadas palabras que debido al concepto que encierran y a su peso histórico, merecen ser usadas de manera cuidadosa y responsable. Otro ejemplo: tratar hoy en día a una mujer de “loca”, en especial cuando ella está expresando su opinión, simboliza una actitud  con tintes de machismo, teniendo en cuenta que históricamente es un adjetivo que, junto con “histérica”, se utilizaron para denigrar y menospreciar intelectualmente a la mujer. Así también, cuando hablamos de revolución nos referimos a un proceso en el que un grupo social se rebela contra el poder hegemónico para hacerse escuchar, y utilizarla para vender un producto puede parecernos, al menos, un poco confuso.

Revolución fue la Francesa, la industrial, la  Bolchevique, la Cubana y la de Mayo. Revolución es el movimiento feminista. Los procesos revolucionarios implican deconstrucción y lucha, organización popular y sublevación ante el poder; la revolución no se hace sólo con alegría y té.

Por Natalia Gherardi

Natalia Gherardi

Nació en el año 2000. Es ex-alumna del Nacional Buenos Aires y estudia Sociología.

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