La campaña de Cambiemos en materia educativa se basó en cuatro puntos básicos:
1) “que todos los chicos vayan a la escuela, desde los 3 años, y terminen la secundaria;
2) “revalorizar a los maestros, que son quienes todos los días ponen el alma y el cuerpo en las escuelas;
3) traer la escuela al siglo XXI, con más tecnología, idiomas y mejores planes de estudio; y
4) mejorar la calidad y la evaluación en todo el país.”
Por una cuestión de pudor, vamos a dejar de lado aquella premisa que el presidente esbozó allá por septiembre del 2015 de “hacer una revolución en materia educativa”. A pesar de estas propuestas, dentro de todo coherentes y que nadie podría llamar innecesarias, los datos, informes y hechos evidencian que, a casi tres años de gestión, pocas o ninguna fueron las políticas públicas que se diseñaron para alcanzar alguno de estos puntos, sobre todo los dos primeros. Al contrario, no sólo ninguna política socioeducativa fue diseñada acorde a esos objetivos, sino que todos los esfuerzos del Ministerio de Educación Nacional se orientaron a desmantelar las políticas de la gestión anterior que se relacionaban con esas metas puestas.
La gerencia Bullrich
Cuando Esteban Bullrich desembarcó en el Ministerio una de las primeras medidas que tomó fue disolver la Dirección de Gestión Educativa. Para que quede claro: de un solo golpe el ministro, o gerente de recursos humanos, como a él le gustaba que lo llamen, había eliminado la Dirección que tenía a cargo las políticas para los niveles y modalidades del sistema educativo.
En sintonía con esta medida la Dirección de Políticas Socioeducativas desfinanció los programas educativos como Conectar igualdad, Coros y orquestas, los Centros de actividades juveniles y los Centros de actividades infantiles, quedando completamente desarticulados y destinados en el corto plazo a desaparecer. Es claro que, al suprimir equipos centrales, redirigir presupuestos directamente a las provincias y eliminando o redefiniendo programas socioeducativos, el objetivo es avanzar con el proceso de descentralización típico de gobiernos con este corte ideológico. No hace falta suprimir un Ministerio para hacerlo desaparecer, Educación es la prueba.
Más adelante, cuando el gerente Bullrich dejó el cargo para asumir como Senador, el nuevo ministro, Alejandro Finocchiaro, reconoció como un error la eliminación de esa Dirección pero no hizo nada para revertir el proceso iniciado por su antecesor. La consecuencia fue la conformación de una política educativa que podríamos llamar “de delivery”: las provincias deciden destinar o no los fondos rotatorios que envía Nación, en algunos casos hay mucha responsabilidad jurisdiccional y en otros casos sencillamente no alcanza el presupuesto para sostener las políticas socioeducativas.
Programas como los Centros de Actividades se sostienen en algunas provincias con fondos provinciales independientemente de que el gobierno nacional mande los fondos. En otras provincias estos programas desaparecieron por falta de presupuesto educativo.
La leyenda de los tres mil jardines
El primero de los puntos de campaña es el más fácil de rebatir: “que todos los chicos vayan a la escuela, desde los 3 años, y terminen la secundaria”.
La solución del gobierno a este asunto es por todos conocida: había que construir en Argentina alrededor de tres mil jardines. Obviamente, esta medida no garantiza que todos los chicos vayan a la escuela y muchos menos que la terminen. Para esto hacen falta, además, otras políticas destinadas a incluir y retener estudiantes para que permanezcan en la escuela y terminen sus trayectorias escolares.
Pero ¿de dónde sale este número que parece tirado a la bartola? El número surge de un informe realizado por la gestión anterior entre 2011 y 2015 donde se estimaba que la educación pública tenía una deficiencia en el nivel inicial de alrededor de tres mil salas. De aquí se desprende una primera conclusión: no son 3 mil jardines, sino salas. No es lo mismo, puesto que una institución puede contener varias salas. Sin embargo, el gobierno, basándose en el informe de la gestión anterior, lanza el Plan Nacional 3 mil jardines, con un presupuesto de 1800 millones de pesos. La pregunta que se impone es ¿cuántos jardines o salas se construyeron en casi 3 años de gestión?
A esta altura la respuesta no los sorprenderá. El estado de situación al día de hoy es que se construyeron sólo 14. ¿Por qué este número increíblemente bajo? Todo indicaría que jamás hubo una decisión política de construir los 3000 jardines.
En primer lugar, al eliminarse la Dirección de Gestión Educativa, columna vertebral del sistema educativo, quedó demostrado que no había ni hay una política educativa nacional para el Nivel Inicial, sobre todo si además se tiene en cuenta que según la normativa vigente el Estado debe garantizar la universalización de la sala de 3 pero el proyecto duerme en la comisión de Educación desde noviembre de 2016 luego de obtener media sanción en diputados.
En segundo lugar, el perfil de la persona que eligieron para llevar a adelante esta farsa es Ezequiel Christie Newbery, ex CEO de Phillip Morris, a quién Esteban Bullrich se encontró en un vuelo y hablando de bueyes perdidos lo invitó al Ministerio, como quien no quiere la cosa, para que se haga cargo de la gestión de los 3 mil jardines. Al tomar funciones en el Ministerio, Christie aclara a su equipo que obviamente no se iban a construir 3 mil jardines, ni siquiera mil o quinientos, sólo serían posibles alrededor de cien. Cifra respaldada luego por el nuevo ministro Finocchiario en julio del 2017, quien dijo que “se estaban construyendo cien jardines” (La Nación 22/7/2017).
El jardín de los presupuestos que se bifurcan
De esos cien jardines “en construcción” se pueden verificar efectivamente construidos sólo 14. En tercer y último lugar, el presupuesto destinado al Ministerio durante el 2016, 2017 y 2018 para ese fin, alrededor de 1800 millones de pesos, estuvo siempre subejecutado y al día de hoy las obras están paralizadas.
La conclusión es simple: la propuesta de los tres mil jardines al igual que la de pobreza cero, fue sólo un slogan de campaña irrealizable al ser, por un lado, una cantidad de proporciones biblícas imposible de hacer en 4 años de gestión cuando no se está convencido de querer hacerlo, y, por el otro, una imposibilidad técnica y burocrática dado que todas las medidas que se tomaron en el Ministerio como la disolución de Direcciones y equipos centrales, despidos a mansalva, subejecución presupuestaria y descentralización de las políticas socioeducativas, conspiran contra la realización de esa obra faraónica pero necesaria y con cualquier política de ampliación de derechos.