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lenguaje inclusivo

No tengan miedo: el fin de la perspectiva androcentrista no va a arruinar al lenguaje ni será una imposición

La forma en la que nos comunicamos, las palabras que utilizamos y cómo decidimos expresarnos en el habla y la escritura son lo que comúnmente llamamos lenguaje. Un complejo sistema de símbolos tanto fonéticos como escritos que nos permite comunicar ideas, sentimientos y diferentes situaciones entre dos o más personas. No nace de un día para el otro, y vive en un permanente proceso de evolución y transformación de acuerdo con el tiempo y las necesidades de la población.

En la evolución del ser humano, hubo tres características fundamentales que nos diferenciaron del resto de los primates: la postura bípeda, el pulgar oponible, y el desarrollo de la capacidad craneal y cognitiva. Esta última fue en conjunto al desarrollo del aparato fonador; la laringe adquirió una posición más baja, creando un espacio útil más amplio para la faringe y la boca. Eso permitió una mayor variabilidad de posiciones para conformarlos como resonadores, posibilitando un lenguaje más rico, menos gutural.

Nuestros antepasados desarrollaron la capacidad de comunicarse porque el lenguaje es vital para el ser humano; establecer conversaciones con otros individuos y poder armar proyectos en común son esenciales para la vida en sociedad.

 

El lenguaje, los signos y la evolución

Hace más de 2.000 años el latín, madre de las lenguas romances, vivió momentos de caos cuando su modalidad “clásica” comenzó a ser utilizada sólo de forma literaria y por las clases sociales más altas, mientras que su modalidad “vulgar” –sermo plebeius- ganaba espacios en las calles. Esta supuesta deformación del lenguaje fue juzgada como decadente y errónea, pero fue la misma que evolucionó y creó, sumado a migraciones latinas y cambios geográficos, las distintas lenguas romances.

Podemos ver que, históricamente, la gente suele resistirse a los cambios en el lenguaje, pero estos son inevitables porque la sociedad está en constante progreso. Como dijimos recién, el lenguaje y léxicos van modificándose con la población.

Entonces, recapitulemos: las palabras son signos dinámicos que como la cultura, se van transformando a través del tiempo, respondiendo a las necesidades humanas. El lenguaje evoluciona con los años debido las modas, las tendencias, o los cambios de visión del mundo y la realidad. Está en constante cambio, pero esto no significa que sufra retrocesos: siempre está avanzando.  

 

La búsqueda de la inclusión en el lenguaje androcentrista

El lenguaje es un sistema de símbolos con el que nos comunicamos que está en constante cambio. Pero la lengua no se remite sólo a las palabras, sino a otros aspectos importantes, como la cultura de los pueblos. El léxico y los usos lingüísticos reflejan características culturales básicas de las sociedades que los utilizan. A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre tomó un rol principal de fuerza e inteligencia, y la mujer debió aceptar un papel secundario, puertas adentro, sumisa y relegada a la maternidad y crianza.

En consecuencia, casi todos los lenguajes que se utilizan habitualmente son androcéntricos, considerando al masculino como genérico. La cuestión no termina ahí, no es sólo un capricho porque no queremos que se generalice en masculino: el androcentrismo hace referencia a la práctica de otorgar al hombre, y su punto de vista, una posición central en el mundo, las sociedades, cultura e historia. Desde esta perspectiva las mujeres quedan invisibilizadas y excluidas, porque en la consciencia de las personas al hablar nos imaginamos que aquellos que forman parte más activa de la sociedad son los hombres.

El universal masculino, con mucho disimulo y cubierto de “bueno, pero así se habló siempre, no vengas a molestar” manifiesta una infravaloración, degradación, y en concreto una subordinación de la mujer en el lenguaje; es una corporización del machismo. No es algo ingenuo, ya que cuando hablamos le damos forma a nuestros pensamientos, y estos se ven atravesados por la cultura patriarcal que reina en nuestra sociedad hace miles de años.

 

No es sólo una lucha feminista, es la búsqueda de una sociedad que borra los roles y estereotipos establecidos para los géneros  

El lenguaje inclusivo quiere terminar con la invisibilización de la mujer en el habla y la escritura, pero también busca visibilizar a las personas no binarias -que no se identifican con los géneros impuestos de hombre y mujer- y a todas las diversas identidades que conforman parte de la sociedad. La lengua es una construcción social, y como todas está sujeta a modificaciones y mejoras.  

Cuando hablamos de lenguaje inclusivo, no se está intentando “destruir” el idioma, confundir a les adultes o programar a les niñes. Se busca que el lenguaje refleje una sociedad que no discrimina ni invisibiliza a ningún género, y que deje de poner al hombre y el masculino como principal englobador de la población.

Por último, argumentar que el uso de lenguaje inclusivo es utópico sería no mirar más allá de nuestros ombligos y no querer renunciar a la posición privilegiada que se le otorgó históricamente al hombre. Varios idiomas no tienen una discriminación léxica entre los géneros -como el inglés-, y otros agregaron pronombres inclusivos a sus léxicos, porque consideran que a veces revelar el género de una persona es información superflua.

En el alemán, el artículo femenino es “die”, el masculino “der”, y existe un artículo de género neutro que es “das”. Desde 2015 en el diccionario oficial de Suecia además de existir “él” (han) y “ella” (hon), también está hen, que no tiene género. El sinónimo de das y hen en español es “elle”.

Creer que el lenguaje no va a cambiar jamás, o que el inclusivo es una deformación para llamar la atención es un pensamiento muy simplista que de a poco va quedando erradicado. El feminismo está ganando terreno en todos los espacios que atraviesan la vida y el lenguaje es nuestra próxima batalla, porque la inclusión no es un capricho, es una necesidad.

Agustina Carrera de Souza

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