¿Cómo es que la Argentina pasó de ser el primer país latinoamericano en poner un satélite geoestacionario en órbita (el Arsat 1, construido en el país); de repatriar científicxs que habían huido del país cuando Cavallo los mandó a lavar los platos; de inaugurar Tecnópolis y el Polo Científico; de aumentar exponencialmente la entrada de investigadores a carrera y subsidios a sufrir la grave crisis científica actual?
¿Cómo terminamos provocando que estudiantes, becarixs e investigadorxs marchen más de una vez por año para visibilizar la situación de emergencia en la que se encuentra la ciencia argentina, que miles de jóvenes científicos se vean obligados a irse del país, que una investigadora del CONICET vaya a un concurso de preguntas de TV para recaudar fondos para su investigación sobre el cáncer, que becarios doctorales que reciban un sueldo menor a la canasta básica?
La ciencia argentina en la era Macri: crisis generalizada, desmantelamiento y fuga de cerebros
En las pocas ocasiones en las que Macri nombró a la ciencia en sus intentos de discurso, abundaron promesas falsas y cifras engañosas. En campaña, Macri prometió aumentar el porcentaje del PBI invertido en Ciencia y Tecnología a un 1,5%; sin embargo, actualmente se estima (no hay cifras oficiales) que ronda el 0,25%; en términos reales, el presupuesto asignado al sector viene en picada desde que asumió la gestión de Cambiemos y se suprimió el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Este año se redujo drásticamente la entrada a la carrera de investigador en el CONICET: de lxs 2595 postulantes se incorporarán solamente 450 nuevos investigadores, menos de la mitad que los ingresantes de 2015.
Esta última cuestión es representativa de lo que significa el desmantelamiento de la ciencia: una inmensa mayoría de lxs postulantes son graduadxs de universidades públicas y han obtenido becas doctorales y posdoctorales en instituciones estatales, pero únicamente un 17% de ellos podrá hacer ciencia en el país; los recursos que el Estado argentino ha estado invirtiendo en la formación de estxs jóvenes en las últimas décadas posiblemente sean aprovechados por otros países o empresas privadas que los reciban y estén dispuestos a otorgarles un salario digno. Una nueva fuga de cerebros está teniendo lugar en nuestro país. Estamos perdiendo capital humano que luego llevará años repatriar.
El sector olvidado e infravalorado de nuestra sociedad
Lxs argentinxs solemos aplaudir y admirar los logros de lxs científicxs coterráneos, los cuales no son escasos: hace poco se conoció que el biólogo Fernando Pitossi fue incorporado a la Organización Europe de Biología Molecular, en cuyo historial se encuentran 88 premios Nobel; además, la bióloga especializada en ecología, Sandra Díaz, fue condecorada con el premio Princesa de Asturias, uno de los más prestigiosos en el ámbito científico.
Sin embargo, las propuestas y medidas de la clase política para con el sector de la ciencia no suele ser un factor decisivo en las urnas. No tenemos conciencia de que la ciencia es el motor del desarrollo real de un país, que posibilita su soberanía y autonomía intelectual, que provee soluciones específicas para cada territorio y población; el retraso tecnológico, el estancamiento científico en general y el escaso análisis de las problemáticas sociales son factores que impiden cualquier tipo progreso para un país.
¿Qué dicen nuestros gobernantes al respecto? ¿Cómo justifican el ajuste que está sufriendo el área de Ciencia y Técnica en la Argentina? Hace un tiempo, Rogelio Frigerio, Ministro del Interior, al ser preguntado acerca de la crisis del sector, respondió: “Cuando uno discute prioridades, también tiene que discutir qué cosas no son prioritarias para el país, porque nosotros tenemos que hacer un esfuerzo para dejar de vivir de prestado”.
Está claro cuáles son las prioridades de este gobierno neoliberal: la timba financiera, los negocios para los amigos del poder y mantener a raya al pueblo hambreado, aunque para ello se necesiten pistolas Taser y balas de plomo.
El ataque neoliberal a las Ciencias Sociales
Lxs estudiantes y egresadxs de las carreras que componen las Ciencias Sociales y Humanísticas se caracterizan por tener una mirada analítica y crítica hacia la realidad socio-política que lxs rodea. Quizás esta sea la razón por la cual los gobernantes neoliberales deciden intensificar aún más sus usuales recortes de presupuesto en éstas áreas específicas de educación e investigación.
Este año Jair Bolsonaro anunció que reducirá drásticamente la inversión en las facultades de Sociología, Filosofía y otras carreras humanísticas, ya que prefiere invertir en “áreas que generen un retorno inmediato al contribuyente, como Veterinaria o Ingeniería”. El Ministro de Educación justificó la medida: “Necesitamos elegir mejor nuestras prioridades porque nuestros recursos son escasos.”; probablemente esta declaración haya servido de inspiración para el sincericidio de Frigerio.
En el caso de nuestro país, las áreas Humanidades son las más golpeadas dentro de las Ciencias, sufriendo las reducciones más notorias de presupuesto, trabas burocráticas y el menor porcentaje de ingresos a carrera de investigador: de 556 postulados, sólo 38 fueron seleccionados, es decir menos del 7%, cuando le media de este año fue de 17,3%.
De manera clara y explícita, los gobiernos de Macri y Bolsonaro muestran otro de los pilares del neoliberalismo: el conocimiento es mercancía, y si no puede ser vendido y no favorece al sistema capitalista, debe ser eliminado.
La plena mercantilización del saber perpetúa la ignorancia de los pueblos, la cual siempre ha sido funcional a un sistema económico basado en la desigualdad y a los gobiernos que la potencian en su más cruda y feroz expresión.