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Más sexo, por favor

En este milenio tan cool e instagrameado, las marcas, artistas e incluso les autores posmo se la pasan vendiendo que el amor supera barreras, que lo que das vuelve y que los sueños se cumplen si los soñás con la energía correcta. Repiten “más amor, por favor”, como si el amor  viniese a resolverlo todo.

Las redes nos invaden con mensajes new age de superación personal. Nos persiguen los mandalas contemporáneos del capitalismo: el eco wash, sonreír, desayunar palta. Pero el mood Ivana Nadal, tan blanco que duele, no es sino la nueva forma de esclavismo al que esta pandemia inescrupulosa nos condena.

Bueno, es un poco drástico, lo reconozco. ¿Pero no sienten que es forzado el mandato de que todo debe ser con amor, ternura y delicadeza? Resulta cuanto menos fingido, por eso me pongo brusca. No sé cuántas veces en la historia se han ganado peleas con ternura y amor, pero sí conozco muchas que se han ganado con brusquedad y una buena dosis de furia.

Más historia, por favor

América del Sur estaba poblada de originarios y Cristóbal Colón cayó con sus cruces y sus soldados a aniquilar e instaurar que, si hablaban como ellos, tapaban sus partes y rezaban a sus mismos dioses, les iría bien.

Cuatrocientos y pico de años después, la cultura de consumo domina el mundo. Gobiernos y monopolios les dijeron (y no siempre con amor) a nuestres abueles que la única forma de tener éxito y conseguir la felicidad era obteniendo casas y coches, comprando electrodomésticos y engendrando hijes.

A nuestres viejes les decían que estudien, que sean profesionales y no se metieran donde no les llamaban. Muches de elles se metieron de la única forma que era posible: dejando la vida, arriesgándose y apropiándose de la violencia.

A nuestra generación, seres del # que vivimos aislades en nuestros smartphones y atravesamos una pandemia con puñitos, coditos y meetings, se nos ocurre la paparruchada de pensar que el amor, la calma y la positividad solucionarán nuestros problemas. El individualismo que prioriza el bienestar personal por sobre la construcción colectiva está en su mejor momento. ¿Es casualidad que esto se profundice en medio de una pandemia global, cuando la única salida coherente para cuidarnos es #quedarseencasa? Qué miedo, ¿no?

Cuando la falsa positividad le gana al deseo real o a la necesidad de vivirnos libres, aparece la hipocresía

Basta, por favor

El problema llega cuando estos mensajes motivacionales resultan en represión, tanto de la confrontación como del deseo. La alegría es más linda que el odio, no hay duda de eso. Pero no amar también es sano  criticar,  ver las fallas y combatirlas nos puede salvar . Es más, sin entrar en detalles de cómo fueron los grandes avances en la historia, no hay duda que todos ellos empezaron por el rechazo colectivo y los distintos “Basta de esto” sin ni siquiera pedir “por favor”.

Y así es, represión por un lado e hipocresía por otro. Un buen ejemplo para esta antagonía eterna es la Iglesia Católica, con su voto de castidad por un lado y el afán de los curas de abusar niñes por otro.

No estoy diciendo que nosotres, en nuestra story de “A empezar el lunes con + amor, por favor”, seamos igual de hipócritas que un cura abusador, no se confundan. Pero de alguna forma, nuestra represión acepta esa misma lógica del sistema: reprime el deseo y premia en silencio a quienes reprimen, mientras el sujeto deseante se queda cada vez más solo. ¿Por qué seguimos juzgando a quienes viven su sexualidad con libertad y avalando el concepto “infidelidad”? Está lleno de negatividad y sin embargo parece que nadie tiene la intención de eliminarlo. Satanizamos el cuerpo libre sexualizado pero idolatramos al cuerpo cuando está al servicio de une, pago o gratis, pero al servicio. (Menos hipocresía, por favor).

Contra tanto “amor” forzado: más placer, por favor

Quizás haya que dejar de llenar todo de amor y empezar a explorar el placer. Porque a veces el amor engendra la maravilla, pero otras veces (perdón Silvio), lo hacen el goce, la libertad, el desorden y las ganas de romper todo.

Cuando la falsa positividad le gana al deseo real o a la necesidad de vivirnos libres, aparece la hipocresía. Y esa hipocresía es viral desde hace mucho antes que el COVID. Dejémosle esa hipocresía a les influencers, a les canditatruches de la burguesía; o a los falsos centros culturales, pero no la usemos contra nosotres mismes

Seamos dures con nuestros ideales y nuestros sueños, no necesitamos que nos apacigüen  con frases remasterizadas de un falso pacifismo. Al contrario, ahora más que nunca podemos hacernos amigues de nuestras ganas que urgen y mostrarlas, son lo que hay y se comparten, como un lindo abrazo (bueno, no justo ahora con el bicho dando vueltas) de amor o como un buen orgasmo. Más de esos, por favor.

Que se acabe la hipocresía que llena las redes sociales, la romantización de lo que no rompe con nada  y deja que todo siga igual. Parafraseando con mucho respeto las palabras de Julio Fucik, que la represión jamás vaya unida a nuestro nombre.

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