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Mujeres del siglo XXI: ¿A quién le importa su situación laboral?

En general, las teorías historiográficas y sociológicas sobre el trabajo y el trabajador capitalista se limitan al estudio del tipo tradicional de empleo: estable, formal y, la mayoría de las veces, masculinizado, como el típico -y ya algo anacrónico- trabajador fabril.

Sin embargo, en la actualidad, nos enfrentamos a un contexto en el cual el neoliberalismo se va asentando cada vez más en el poder, lo cual trae como consecuencia altos índices de desocupación y precarización laboral.

A su vez, a partir del gran movimiento de mujeres que está sacudiendo al mundo, el feminismo está penetrando en todas las áreas del conocimiento humano y en cada rincón de la cultura. Así, no sólo se sacan a la luz problemáticas que antes no eran percibidas, como la cultura de la violación, sino que también se generan nuevas lecturas sobre problemas que las ciencias humanas han estudiado por mucho tiempo.

Si bien ya hace tiempo que las mujeres forman parte del mundo del trabajo formal (vale aclarar que desde la informalidad e invisibilización del trabajo no remunerado, siempre han participado del mercado posibilitando la mano de obra masculina), nunca antes se habían planteado realmente las problemáticas que sufren día a día por su género en el mundo laboral.

 

Qué es el “trabajo” y qué problemáticas presenta hoy en día

La noción de trabajo -e incluso su definición-, cambian según el contexto histórico-social; así, hoy en día, al analizar qué significa el “trabajo” y qué conflictos presenta, es necesario instalar como uno de los principales ejes de discusión las formas modernas de explotación laboral y el rol de las nuevas empresas de plataformas, que funcionan como mediadores entre el trabajador y el consumidor.

Pero además, es necesario tomar conciencia de que la cuestión del género atraviesa todas las aristas del mundo laboral, y que hay problemáticas específicas de la mujer trabajadora que deben ser discutidas y solucionadas: la brecha salarial, el dominio masculino en los sindicatos, la división sexual del trabajo y la imposibilidad de acceder a ciertos cargos de mayor jerarquía sólo por la condición de mujer, entre muchas otras.

 

Capitalismo de plataformas: la forma de explotación de lxs millenials

Las nuevas discusiones sobre el trabajo deben superar el esquema de un patrón que explota a un obrero en su fábrica con largas jornadas laborales y bajos sueldos: si bien esta sigue siendo la realidad de muchxs, surgen cada vez más empresas que no proveen un espacio físico de trabajo designado, así como tampoco una jornada laboral ni sueldo fijo, ni seguros como la ART, vacaciones pagas, aguinaldo, etcétera.

Estas empresas, tales como PedidosYa y Rappi, intentan protegerse legalmente aduciendo que lxs chicxs (muchos de los cuales son inmigrantes, lo cual significa una situación de vulnerabilidad aún mayor) no son empleados de la compañía, sino que, al estar inscriptos como monotributos, son una suerte de “socios”.

En un contexto de crisis económica e inflación anual cercana al 50%, lxs argentinxs, y sobre todo lxs jóvenes,  aceptan cualquier empleo para subsistir, dejando de lado la precariedad del trabajo en cuestión y que, por ejemplo, por pedalear más de dos kilómetros se pague $40, mientras que la empresa en cuestión, que no sirve más que como mediadora y su función es simplemente ofrecer una plataforma digital, se lleve grandes ganancias día a día.

Al ser un nuevo tipo de trabajo y de condiciones de empleo, en el cual no hay un jefe o directivo al cual acercarse o hacer reclamos ya todo se maneja por medio de una app, sumado a que lxs trabjadorxs se encuentran dispersos por toda la ciudad y que un porcentaje significativo es inmigrante, la organización y sindicalización es compleja.

En el caso de que efectivamente se organicen gremialmente, pasarían a conformar el SiMMCa (Sindicato de Motociclistas, Mensajeros y Cadetes), un espacio con una amplia mayoría de hombres en el cual, según denuncian las trabajadoras de PedidosYa, las mujeres no tienen voz y no son tomadas en serio.

 

Las mujeres en los talleres textiles clandestinos

Los talleres textiles porteños que funcionan en la clandestinidad con mano de obra esclava, en los cuales lxs trabajadorxs viven hacinados, en condiciones de vida inhumanas e incluso encerrados, y que muchas veces han sufrido incendios fatales, son un ejemplo de explotación laboral de la mujer. La mayoría de lxs trabajadorxs de este tipo de establecimientos son mujeres, y los escasos empleados varones suelen tener asignados puestos jerárquicamente más altos, que son mejor pagos y menos sacrificados que pasar más de medio día cosiendo prendas sin descanso.

Esto se replica (e incluso intensifica) en los talleres textiles “oficiales” que se encuentran en el marco de la ley -aunque lxs trabajadorxs deben realizar largas e intensas jornadas de trabajo sin descansos a cambio de sueldos mínimos.  

En este sector, si bien hay cooperativas como la Juana Villca, la sindicalización tampoco es la regla, y las cuestiones que atañen especialmente a las trabajadoras -muchas de ellas madres solteras- tales como las largas jornadas laborales, el problema de dónde dejar a lxs hijxs, las condiciones laborales para embarazadas, no son discutidas.

 

Un Estado que perpetúa la división sexual del trabajo

La división sexual del trabajo y la discriminación por cuestiones de género para acceder a ciertos empleos y cargos son unos de los grandes problemas del mundo laboral a los que se enfrenta la mujer hoy en día, así como la invisibilización del trabajo no remunerado. Los “techos de cristal” a los que enfrentan las mujeres que aspiran a ejercer altos cargos en igualdad de condiciones y salario que los varones son una expresión más del patriarcado. Se trata de una barrera organizacional y vertical, pero transparente  e implícita. Esto también ocurre a nivel horizontal, es decir que la mayoría de las mujeres, a pesar de tener experiencia y formación, se estancan en sy carrera profesional y sólo llegan a los cargos de nivel medio.

Desde el mismo Estado, en lugar de proponer medidas concretas para solucionar estas desigualdades, se presenta un gabinete en el que sólo dos de los diez ministerios están dirigidos por mujeres: el de Seguridad y el de Salud y Desarrollo Social. Y, si bien el cargo de Patricia Bullrich es una excepción, la norma es que las mujeres, si es que ocupan un cargo jerárquico, sea en áreas identificadas con tareas de cuidado y estereotipos de lo femenino tales como educación, bienestar social o cultura, mientras que es muy difícil encontrarlas en sectores “masculinos” tales como economía, trabajo, seguridad o justicia.

La gestión de Macri no es la excepción: cuando Prat Gay era ministro, sólo el 20% de los cargos jerárquicos eran ocupados por mujeres (tres subsecretarias), y, al asumir Dujovne, este porcentaje bajó a un 11%.

De esta manera, en los hechos, se evidencia que el Estado, aquel que debería trabajar por una mayor igualdad de género, perpetúa los prejuicios y limitaciones a los que se deben enfrentar las mujeres desde hace tiempo.

Natalia Gherardi

Nació en el año 2000. Es ex-alumna del Nacional Buenos Aires y estudia Sociología.

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