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Ofelia Fernández (II): “Hay que serle leal a la agenda de la gente que nos votó”

(Viene de la primera parte)

Hablemos del año y pico del gobierno del Frente de Todos. ¿Te sentís cómoda, Ofelia?

(Risas) A vos te puedo decir que no, pero explicar el por qué.  Desde antes de la pandemia, en el momento en que militaba la campaña electoral, nunca  pensé “esto va a estar buenísimo todo el tiempo” porque yo represento a un sector y a una agenda que presentan, para la institucionalidad tal cual la conocemos, una radicalidad o una novedad que no creo que puedan procesarse tan fácil. No creo que los programas que yo priorizo se puedan conseguir sin pelearlos, en el ámbito que sea. Sí tengo claro que en una etapa como la que dejamos atrás o intentamos dejar atrás no tienen lugar en absoluto, y que ahora sí podemos medir una serie de conquistas durante el gobierno de Alberto Fernández: la ley de aborto, el Impuesto a las Grandes Fortunas -que tiene que instrumentalizarse de manera más clara-, la ley del Manejo del Fuego, el cupo laboral travesti-trans… Ahora hay una tendencia a pensar la intervención del Estado como un factor elemental para el cuidado de la vida en momentos de crisis, a pensar en programas como el Acompañar, el Potenciar, el IFE, los ATPs. Todo eso habla de reflejos que yo comparto.

Pero yo pienso más a fondo, y creo que eso ni siquiera es una sorpresa, porque Alberto ha dicho que a la juventud la convoca el ser “irreverente” en relación a sus propias expectativas y no en función de las promesas que pueda llegar a hacer él. Y yo soy parte de eso a pesar de que forme parte de un bloque en la Legislatura. Entonces mi incomodidad va en ese sentido. Hoy hay muchas dificultades para tensionar con los intereses con los que vinimos a tensionar Los gobiernos neoliberales tienen que gestionar la conflictividad en función de defender los intereses de los grupos concentrados de poder, y los gobiernos populares, por otro lado, deben hacer exactamente lo contrario y contener a las mayorías populares al tensar con esos grupos concentrados. Entonces las dificultades que hay para tomar impulso y llevar adelante las confrontaciones que hacen falta tienen que ver con el nivel de escándalo y capricho con que se manejan esos sectores y una parte de la sociedad, y eso hace que el ambiente parezca demasiado hostil para atravesarlo, sumado a la hostilidad de la pandemia y a la de una crisis que se está agravando acá y en todo el mundo. A pesar de todo, soy comprensiva y sigo apostando y no tengo arrepentimientos. Es una etapa muy difícil en la que hay que animarse a serle leal a la agenda que espera nuestro espacio y que espera la gente que militó nuestra campaña y que nos votó. Mi rol siempre va a ser el de intentar ir un poco más a fondo y en el camino ir viendo qué pasa en esa mediación.

Último balance, con respecto a la pandemia: ¿cómo te pegó personalmente y cómo la estás atravesando? Y por otro lado, ¿Cómo pensás que sigue esto? ¿Qué creés que va a pasar?

La pasé pésimo, como todo el mundo. El encierro es caótico, enfrentarse a un enemigo que es un virus es bastante raro. En lo personal la pasé muy mal, me dio impotencia que mi primer año en la Legislatura fuera sin haber podido estar, tenía mucha expectativa puesta en este primer año y me encontré con que es muy difícil comprometerse y conmoverse con profundidad en una reunión por Zoom. Por más clara que sea una exposición virtual, no tener territorialidad a mí me mata, y lo padecí mucho. Pero sin dudas más lo padeció la gente que esperaba respuestas, y eso lo pongo siempre en balance siempre. Mi proyección personal tiene que ver con recuperar ese encuentro. Ahora que está todo un poco más flexible y estamos en un plan de vacunación y el sistema de salud está un poco más preparado, mi intención es poder reencontrarme con eso y recuperar el intercambio, incluso con las dificultades que presenta la Legislatura al ser un lugar completamente cerrado en números, es decir no nos dan los números y a ellos no les interesa lo que proponemos ni lo que tenemos para decirles, entonces espero que en esos intercambios podamos construir la fuerza necesaria para tener iniciativas que le cambien la vida a la gente.

Y a nivel general, mucha gente lo vivió bastante parecido. Tuvimos la oportunidad de tener una lección para frenar con el descalabro de la vida tal como la conocemos y podría haber sido una invitación a reordenarnos y pensar cuán sostenible es ordenar nuestra vida en función de la guita y del consumo y no de lo humano. Y me da miedo que el aprendizaje que esperaba viene resultando exactamente lo opuesto. Es decir, cuando el mundo entero para, caen todos menos unos pocos y cuando la cosa apenas se reinicia ellos vienen más fuertes y nosotros nos volvemos más locos. Y bueno, no es eso lo que una esperaba. Pero espero que algunos podamos verbalizar lo mejor posible esas tensiones y que pronto podamos discutirlas en mejores condiciones. Estoy bastante angustiada al respecto.

Mencionaste al arrepentimiento y dijiste que no estabas arrepentida de haber asumido y de estar en el lugar donde estás. Pero te quería preguntar si tuviste dudas cuando te estabas postulándote para legisladora. Porque uno recuerda haber charlado con gente sobre si eras o no muy joven, y no por una cuestión cuantitativa, sino pensando en el tema del cuidado tuyo, de tener tanta exposición a los 20 años… 

Sí, entiendo. En el momento me hacía la loca cuando me tiraban cosas así, “no es que dude de tu capacidad, pero sabé que esto va a ser fuerte”, y yo tipo: “andate a la mierda, no sos mi papá, estoy bien…”. Pero en los hechos, sin embargo… (risas). Nunca llegué a arrepentirme porque a la vez fue tanta la violencia que depositó sobre mi un sector que ya son mis enemigos y no les quiero dar el gusto de arrepentirme jamás en la vida. El sector que se obsesionó conmigo de esta manera, con gente tan violenta, no es para nada el sector con el que quiero debatir y con el que me interesa generar puentes. Entonces nunca fue el arrepentimiento la sensación, por una cuestión de orgullo. Y a pesar de que esperaba algo así nunca pensé que iba a ser para tanto.

 

 Soy el chivo expiatorio para disciplinar a todo un sujeto político que se espeja positivamente en mi experiencia…

Te hacen Trending Topic una vez por semana…

Literal. Cuando Larreta estaba en Brasil y no vino a la apertura de sesiones, había más tuits con mi nombre que con el de él. Es un delirio. Y eran tuits con mi nombre por haberlo señalado a él, pero eso pasa permanentemente. A esta altura estoy más acostumbrada y hasta me puedo reír de algunos o tener en claro cuánto quiero que me afecte, pero obviamente, y sobre todo con la cuarentena, me volví loca un montón de veces en las que lloraba y no entendía nada. También es frustrante sentir que ni se esfuerzan por hacerlo pasar por una auditoría o un escrutinio de mi idoneidad como legisladora, porque no conocen a medio legislador, no pueden tirar un nombre. Es tan deliberado el ensañamiento que a veces me frustra. Es mucho más de lo que me imaginé.

Lamentablemente te toca recibirlo a vos en tanto referente, y aunque lo tengas claro, igual te están bardeando a vos, con nombre y apellido…

Sí, entiendo que soy el chivo expiatorio para disciplinar a todo un sujeto político que se espeja positivamente en mi experiencia, no necesariamente como para ser diputado o diputada, pero sí en términos generales como puede ser empezar a militar, acercarse y tener una nueva relación con la realidad. Entiendo que soy el nombre que les sirve para disciplinar a ese sujeto, y asumo la responsabilidad de mostrarle a ese sujeto que está haciendo lo correcto y que ellos quieren decirnos que el precio a pagar es muy alto, y yo tengo que contestarles que el precio que van a tener que pagar ellos también es alto, que es el de las transformaciones que estamos discutiendo. Hay días en que está todo bien con esa idea y ese lema pero me quiero morir igual (risas). Pero vengo sobreviviendo…

Ofelia Fernández: “Confío en las compañeras para transformar la vida”

¿Estás estudiando, formándote en algún área en particular?

Estoy estudiando Derecho en la UBA.

¿Te anotaste para cursar con Alberto?

(risas) No, estoy en el CBC todavía, porque yo había empezado Sociología cuando terminé el colegio, tuve un paréntesis y ahora cambié, entonces estoy metiendo las materias del CBC y UBA XXI.

¿Te copa?

Sí, aunque siento que el CBC es una primera imagen muy general y no termino de darme cuenta todavía, pero me gusta estudiar porque es un momento muy mío en el que estoy sentada y leyendo y es una herramienta que me queda más allá de la vorágine en la que vivo, de la que no quiero construir una dependencia. Es parte de tener una vida más “independiente”, si se quiere.

La Doctora Fernández…

(risas) Sí, aunque falta, falta todavía…

Bueno, para terminar, un ping pong que solemos hacer en Ponele:

– 3 libros que toda persona debería leer antes de morir:

Uy, toda persona es muchísimo (risas), pero igual me gusta la cosa rimbombante. Yo diría:

El feminismo es para todo el mundo, de Bell Hooks, fundamental para introducirse en el concepto de interseccionalidad y en una rama del feminismo que tensiona con la liberalización de una parte de la teoría y del movimiento. Me encantó, fue de las primeras cosas que leí de feminismo que me llamaron la atención.

La clase peligrosa, de Juan Grabois, que me hizo conocerlo después de haberlo conocido, es decir, tener un buen pantallazo de la construcción que con sus compañeros y compañeras llevaron adelante, y me parece que es un libro que, más allá de narrar de forma introductoria lo que significan esos laburos y esas construcciones, deja abierto un montón de debates en torno a esa forma de organización y a cuánto más se va a seguir desarrollando a partir de nuestra naturalización y tolerancia.

Y después elijo uno de ficción, que es Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami, que tiene 900 páginas y no sé si alguien lo podrá leer porque quizás muera antes (risas). Murakami será un poco básico, pero me parece totalmente hermoso y arma un planetita muy sensible.

No sé si pasa ahora con les jóvenes, pero hubo una época en que estaba de moda una cosa medio snob de pegarle a Eduardo Galeano, que para muchos de nosotros era lo más…

Sí, son como “lecturas de juventud”, es verdad que empezó a pasar eso con Galeano y es un poco como serle desleal a tu propio proceso, olvidar lo que a uno le conmovió, y Murakami está también viviendo algo así,  se volvió mainstream y te dicen “bueno, pero es un oriental muy occidental, entonces no cuenta”… No sé, a mí me encantó, gil (risas). Al snobismo hay que enterrarlo.

– ¿Qué opinión tenés con respecto a la despenalización de la marihuana?

Voy a hablar de marihuana nomás porque con otras drogas es un mundo mucho más complejo y no estoy en condiciones de responder. Estoy a favor de la legalización de la marihuana y estoy contenta de que se haya avanzado con lo del cannabis medicinal,  me parecía directamente ridículo que no estuviera regulado, cuando está comprobado que funciona. Y teniendo en cuenta que el consumo existe y está ahí, mientras mayor sea el control y la inspección sobre la forma en la que llega a las manos de alguien, más posibilidades hay de que sea menos dañina. Entonces es bastante lógico, y ahí ya estoy hablando de la legalización más que de la despenalización, que es el piso mínimo.

Pero también en estos puntos siempre intento decir que hay otra realidad que la posmo en relación al mundo de la droga, que también hay un mundo de consumos problemáticos que, si tuviese resuelto la forma de contención, podríamos discutir con más atención otras cosas. Pero la realidad es que hoy acceder a tratamientos de consumo problemático es bastante difícil, sale muy caro y es bastante invasivo. Casi no se formula una propuesta para tratar una adicción sin tener que hacerte adicto de otra cosa, como que siempre, de alguna manera, tenés que estar desvinculado de la realidad.

– ¿Creés en Dios?

No, pero no tengo problemas con la espiritualidad. No me pasa, nunca me pasó. Obviamente hay una cuestión de cómo te forman y eso, de la que uno también se puede correr, pero ni siquiera tuve que correrme porque en ningún momento se me planteó ese dilema. Vengo de un hogar al que no se le daba importancia a eso.

– Por último, ¿algún oficio o habilidad que te gustaría desarrollar?

Mi sueño era ser actriz y siempre hice teatro, de hecho trabajé un poco en esa disciplina. Quería estudiar, quería ver si me iba bien. Siempre te meten como ese miedo, sobre todo yo que fui a un colegio de “falsa elite”, como suelo decir, porque es más una construcción narrativa que una realidad, porque de hecho terminan construyendo un deseo diferente al de la orientación que te implantan, es decir, te dan 6 horas de contabilidad por semana y terminan todos estudiando cine (risas). Entonces pensaba “voy a intentar actuar pero primero estudio, y si me va bien lo hago”, y eso es algo que después cerré cuando apareció esta dimensión de mi vida, porque creí que no eran compatibles. Es algo que siempre me va a gustar hacer y que desearé hacer eventualmente.

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