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Pañuelos blancos y pañuelos verdes: dos luchas inseparables

A 43 años del último golpe de Estado cívico-eclesiástico-militar, el domingo 24 de marzo lxs ciudadanxs marchamos nuevamente a la Plaza de Mayo. Un encuentro multitudinario para mantener viva la memoria de los 30.000 desaparecidos, para nunca olvidar aquel Estado terrorista que mediante la violencia extrema impuso un plan económico funcional a los capitales transnacionales y países más poderosos e instaló el más profundo miedo en nuestra sociedad.

El terror penetró tan hondo en los hogares argentinos que, poco a poco, los lazos sociales, la solidaridad entre compatriotas y el activismo y compromiso político fueron socavados.

Madres de Plaza de Mayo

Las madres que desafiaron a los militares

En 1977 surieron las Madres de Plaza de Mayo, el movimiento de mujeres más trascendental de la historia argentina, e incluso podría decirse que uno de los más importantes a nivel mundial. Esa asociación de mujeres que decidieron unirse ante el dolor de unx hijx desaparecidx, comenzó con unas pocas y, al paso de los años, a medida que aumentaban las desapariciones de manera exponencial y se asentaba la constancia de que el Estado era el responsable, se fueron sumando más y más mujeres de todos los rincones del país.

 

La dictadura y un patriarcado voraz

El régimen genocida vio el cuerpo de la mujer como una oportunidad para reafirmar su poderío y potencial de violencia, cometiendo repetidas y sistemáticas torturas y vejaciones sexuales en los centros de detención clandestinos, e incluso robando a los bebés recién salidos del vientre materno de las “subversivas”, y pretendió, en su concepción ultra-conservadora, reafirmar el orden patriarcal limitando el lugar de la mujer al hogar y la familia, suprimiendo así los avances que se venían dando en décadas anteriores en participación política y cultural.

En este contexto, las Madres de Plaza de Mayo, empoderaron de forma abismal a la figura de la mujer argentina, revelaron el impacto que ésta podía tener y que su género no limitaba, sino que incluso potenciaba su capacidad de cambiar la realidad. Reivindicaron a la mujer como sujeto político y posibilitador del cambio social, demostrando una sororidad de tal solidez y compromiso pocas veces vista.

Es por esto que Las Madres fueron, son y serán por largo tiempo un ejemplo para todas las mujeres que deciden manifestarse, luchar por sus derechos y asumir un rol político trascendental.

 

Dos luchas hermanadas

Las mujeres que hace más de cuatro décadas portan sus pañuelos blancos como símbolo de lucha por los derechos humanos, no sólo sirven de ejemplo constante para las pibas que hoy protagonizan la cuarta ola feminista colmada de pañuelos verdes, sino que muchas de ellas participan activamente de esta revolución, llevando con orgullo ambos pañuelos, ambos colores, sintetizando las causas de su doble opresión: su condición política y su condición de género.

Ambas luchas están indefectiblemente se hermanan, no sólo porque son mujeres las que las desempeñan, sino por tener como bandera los derechos humanos y la libertad: la libertad de militar, de abortar y de vivir. Tienen en común desafiar al poder, al sistema opresor y a sus habituales defensores: la derecha conservadora y reaccionaria que se mantiene firme en su lugar de poder desde hace siglos y la cúpula clerical.

Las pibas locas del pañuelo verde son las sucesoras de las locas de plaza de mayo: transformadoras de la realidad social y defensoras fervientes de las víctimas de un sistema represor y violento.

Natalia Gherardi

Nació en el año 2000. Es ex-alumna del Nacional Buenos Aires y estudia Sociología.

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