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Por una internet comunista

La ideología informática

¿Existe algo así como una “ideología de internet”? No me refiero al contenido que diariamente vertimos sus usuarios sino a la forma que ordena y expresa a esos contenidos. Para Jimmy Wu, ingeniero de algoritmos y miembro de la Tech Workers Coalition, esa ideología sí existe y su palabra clave es “optimización”.

Los recientes escándalos por el tráfico de datos en los que se vieron envueltas plataformas como Facebook y el debate general sobre el “capitalismo de vigilancia” llevaron a las universidades a plantearse soft questions (así las llaman) sobre la ética de la tecnología y su rol en la sociedad. ¿A qué conclusiones llegaron? Hay que afinar algoritmos y optimizar funciones.

Independientemente de la buena voluntad de individuos o instituciones enteras, dice Wu, en el mundo de la informática cualquier problema se limita a variables cuantitativas y la solución pasa por maximizar o minimizar funciones objetivas. Sin contenidos éticos, ni decisiones políticas, ni siquiera conflictos o intereses que tener en cuenta.

Se trata, en definitiva, del solucionismo tecnológico: la confianza inapelable en que cualquier problema es esencialmente técnico, transparente e impersonal y requiere soluciones técnicas, transparentes e impersonales; la incapacidad intelectual de salir de esa lógica instrumental aún cuando la solución no esté allí.

Pero Wu va más allá de la crítica al solucionismo tecnológico: “De hecho, ¿esta forma de optimización indolente no nos recuerda a cómo se entiende a la economía hoy en día? En lugar de la optimización como planificación, buscamos liberar el poder del algoritmo (el mercado libre). Cuando los resultados no son los deseados, o el algoritmo optimiza con exceso su objetivo (la ganancia), corregimos dócilmente con todo tipo de ajustes de parámetros (impuestos, peajes, subsidios)”.

Tanto los “algoritmos” como los “mercados” están en boca de todos, controlan cada vez más porciones de nuestras vidas y se presentan como mecanismos impersonales, pero siguen siendo opacos para una mayoría que entiende en términos casi mágicos su funcionamiento y poder, comprensibles sólo por una elite de tecnócratas.

Sería fácil pensar que la informática es un fruto del capitalismo tardío y es esperable que interiorice su lógica de funcionamiento. Pero Wu nos recuerda que la optimización tuvo una larga vida fuera del mercado antes de ser adoptada por el neoliberalismo. Surgido en la posguerra, “optimización” fue el principio que emplearon tanto los planificadores soviéticos como el complejo industrial militar occidental para coordinar su logística. Recién en los ‘80 el concepto fue adoptado primero por los economistas y luego por los king coders de Silicon Valley.

Hoy la optimización económica liberal no tiene problemas en pasar por alto el bienestar de porciones enteras de la población, así como el solucionismo tecnológico no ha hecho nada por evitar la violación de nuestra privacidad ni la difusión de noticias falsas y mensajes de odio. Ambos están capturados por el realismo capitalista,  que no admite otro horizonte que no sea el libre mercado y la austeridad. Quizás sea tiempo, concluye Wu, de pensar una internet bajo el realismo socialista.

jimmy wu
Jimmy Wu

La internet soviética que no fue

Entre 1959 y 1970 la Unión Soviética estuvo muy cerca de desarrollar una internet. Nos lo recuerda Benjamin Peters, de la Universidad de Tulsa, en su libro How Not to Network a Nation: The Uneasy History of the Soviet Internet (MIT Press, 2016).

En 1952 Anatoly Kitov, un artillero que había pasado por la Universidad Tecnológica de Tashkent, encontró en una biblioteca secreta del Ejército Rojo un volumen de Cibernetics de Norbert Wiener. Lo entusiasmó la idea de un sistema de información autogobernado y lo tradujo al ruso con la esperanza de desarrollar herramientas hi-tech de gobernanza marxista para el Estado soviético, sin las violencias ni el culto a la personalidad del stalinismo.

Siete años más tarde, ya como director de un centro de investigaciones secretas del Ejército, Kitov pensó en aprovechar la “capacidad de procesamiento de cálculo de cantidades ilimitadas” de la informática para perfeccionar la planificación económica, siguiendo la “programación lineal” por la que el matemático Leonid Kantoróvich ganó los premios Stalin y Nobel de Economía.

Kitov le envió a Nikita Kruschev un proyecto para permitir que “organizaciones civiles” usaran las enormes computadoras del Ejército a fin de corregir en tiempo real los fallos en información y coordinación de los planes económicos. Llamó “Sistema de Gestión Económica Automática” a esta enorme red cívico-militar de computadoras.

Pero el proyecto nunca llegó a manos de Kruschev, los militares no tenían ningún interés en dejar su tecnología en manos de civiles; ni la burocracia soviética en dejar su sistema económico en manos del pueblo. Kitov terminó fuera del Ejército y del Partido Comunista; y su comunismo automatizado, en una carpeta olvidada por ahí.

Anatoly Kitov

Poco después, en 1962, el físico Viktor Glushkov retomó la idea de Kitov para su “Sistema Automático Socio-Estatal” (OGAS, por sus siglas en ruso). Glushkov era una autoridad en álgebra de algoritmos y lenguaje de programación que podía citar a Marx de memoria, pero también un jodón espectacular que organizaba fiestas de fin de año en Cibertonia, una república separatista inventada por él, con pasaporte y todo, y gobernada por un robot saxofonista.

Durante los 20 años que dirigió el Instituto de Cibernética de Kiev, junto a un grupo de investigadores jovencísimos desarrolló desde un sistema de moneda virtual hasta una teoría de la “inmortalidad informática” que anticipa en medio siglo al proyecto de Ray Kurzweil de subir su mente escaneada a la nube.

Comunista convencido, Glushkov quería hacer de la economía soviética un “socialismo electrónico” futurista, veloz y eficiente. El OGAS era una especie de sistema nervioso montado sobre el cableado telefónico que conectaría 20.000 computadoras distribuidas en lugares claves de la producción nacional a 200 centros informáticos ubicados en las grandes ciudades, conectados a su vez a un centro único en Moscú, que se limitaría a recibir información y emitir autorizaciones. El OGAS permitiría actualizar constantemente los datos de la economía planificada y tomar decisiones anticipando el equilibrio sin necesidad de un sistema de precios.

En octubre de 1970 Glushkov presentó el OGAS ante el Politburó, pero el premier Alekséi Kosyguin y el secretario general Leonid Brezhnev lo dejaron solo ante las conspiraciones del ministro de finanzas Vasily Garbuzov, interesado en extender su control sobre esa área (y los recursos pertinentes). La Unión Soviética dejaba pasar internet por segunda vez. Glushkov murió doce años después, no sin antes escribir unas memorias tituladas “Pese a las autoridades”.

La historia de la internet soviética que no fué nos recuerda que peor que el solucionismo tecnológico es el antisolucionismo corporativo: cuando el instinto conservador de corporaciones públicas o privadas pesa más que el progreso colectivo.

Viktor Glushkov
Viktor Glushkov

 

Cibersocialismo o barbarie

Para Peters es irónico que bajo el comunismo la internet fuera abortada por la competencia entre burócratas, mientras en los Estados Unidos fue posible gracias a un sistema de investigación y cooperación bien regulado por el Estado.

Sin embargo la ironía se vuelve tragedia cuando advertimos que, a medida que avanza el siglo XXI, esa cooperación y regulación estatal están siendo desbordadas por gigantes tecnológicos como Amazon y Google, con mayor poder sobre nuestras vidas que cualquier ministerio soviético. Nick Srnicek advierte que la lógica de la concentración puede llevar a las plataformas a desarrollar infraestructuras de red privadas. En ese caso, no habrá más una internet, sino redes particulares por plataformas. Sería el fin de la red de redes que nos comunicó, nos dió una voz global y democratizó el conocimiento.

En 1993, dos años después de la caída de la Unión Soviética, los economistas escoceses Paul Cockshott y Allin Cottrell afirmaron que los problemas de la economía soviética (escasez, planes incoherentes, falta de respuesta a la demanda del consumidor) fueron tanto resultado de políticas equivocadas como también la consecuencia de operar un sistema de planificación centralizada antes de tiempo. En el preciso momento en que el socialismo podía convertirse en una posibilidad tecnológicamente posible, se derrumbó políticamente.

Hoy internet nos provee la tecnología que soñaron Kitov y Glushkov para el socialismo, mientras el capitalismo pone en riesgo su existencia tal como la conocemos. Las guerras de internet no pasan por denunciar llorosamente a los trolls ni desuscribirse de servicios de streaming, sino por salvar a la red y pensar una mejor vida para todos a través de ella. Por menos comunistas de internet y más internet comunista.

Alejandro Galiano

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