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Qatar: fútbol, occidentalismo y opresión

Un día antes de la inauguración de la Copa del Mundo, el presidente de la FIFA Gianni Infantino declaró en una conferencia de prensa “sentirse gay”. No era una salida pública del closet, sino una defensa del régimen catarí. Los últimos días habían sido terribles para la organización. Shakira se bajó a último momento del show de apertura. Rod Stewart confirmó que había rechazado ser parte. Incluso el streamer español Ibai Llanos, famoso por su acceso a figuras del futbol que suelen serle esquivas al periodismo, rechazó viajar al Mundial con la selección de su país. Todo indicaría que el mundial de Qatar será el que más polémica despierte desde, por lo menos, Argentina 78.

A esta altura queda poco que decir sobre Qatar y los abusos a los derechos humanos. Prácticamente desde que se anunció la sede en 2010 se vienen expresando críticas al país anfitrión. Sin ir más lejos, recuerdo haber escrito una yo misma como ejercicio para un taller de periodismo que estaba cursando en ese momento. Y no es para menos: según Amnesty International, más de 15.000 trabajadores migrantes murieron en el país del golfo desde el anuncio de sede del mundial 2022La población LGBT de Qatar se enfrenta a arbitrariedad policial, torturas, e incluso pena de muerte (aunque para tranquilidad del resto del mundo, esta se aplica “solo” a musulmanes). Como es usual en otros países de la región, en Qatar una mujer víctima de abuso sexual podría recibir adicionalmente una condena judicial por adúltera, con penas que incluyen la tortura pública. Y esto no es una pena meramente teórica: la mexicana Paola Schietekat fue víctima precisamente de una acusación de “fornicación” después de denunciar el trato violento de un compañero de trabajo.

Un poco por esto el boicot que me pareció más efectivo fue el de Carolo Vasquez, streamer y periodista argentina, porque su apreciación es en primera persona: “No hay pasión que tape el hecho de que capaz te meten en cana por ser quien sos” . A diferencia de otras figuras, nadie podría acusar a Carolo de ostentación moral. Su reclamo es directo, es contundente, es personal. Y aún así hubo quien le contestó “Cómo vas a dejar de ir al mundial por política”.

Tal vez el mayor problema es que para la persona heterosexual media, nuestra existencia como personas LGBT es meramente teórica, y sus declaraciones de apoyo serían también del plano de las ideas. En algún punto, que esto suceda con los trabajadores migrantes me resulta comprensible. Sí, yo puedo informarme y pensar que las condiciones laborales en el golfo pérsico son un horror, pero la verdad es que jamás en la vida conocí a un albañil indio o pakistaní trabajando en Qatar, Kuwait o Emiratos Árabes. Por más esfuerzo que haga, nunca voy a poder sentir íntimamente ese sufrimiento. Pero no hace falta irse a la otra punta del mundo para conocer una persona LGBT. Somos familiares y amigues de las mismas personas que ahora excusan a un país genocida por “sus diferencias culturales” o llaman a “no hacer política”. Más graciosa aún es la acusación de “occidentalismo” (como si los movimientos feministas y de diversidad no aprovecháramos cada oportunidad posible para pegarle a la Iglesia Católica).

La población LGBT de Qatar se enfrenta a arbitrariedad policial, torturas, e incluso pena de muerte (aunque para tranquilidad del resto del mundo, esta se aplica “solo” a musulmanes). Como es usual en otros países de la región, en Qatar una mujer víctima de abuso sexual podría recibir adicionalmente una condena judicial por adúltera, con penas que incluyen la tortura pública.

Pero con todo… no voy a dejar de ver el mundial. No creo en el boicot como herramienta de lucha, al menos salvo en casos muy puntuales. Nunca estuve ni cerca de ir al Mundial (este o cualquier otro), así que “no ir” difícilmente sea politizable en mi caso. Y dejar de ver los partidos no tendría ningún impacto, económico o simbólico. Y la verdad, creo que no estamos en condiciones de negarnos el placer de ver un partido de fútbol. Más que en cualquier otro momento de mi vida adulta, el mundo podría terminar mañana. ¿Voy a desperdiciar la posibilidad de ser parte del goce colectivo?

En todo caso, creo que precisamente ser parte de la alegría popular es una herramienta de lucha. En Twitter, la red del mal que no podemos abandonar pese a que sea un lugar cada vez más horrible, la mascota del mundial ya se convirtió en un meme representando lo peor del régimen qatarí:

Y sí, tal vez suene a poco frente a los horrores del país anfitrión. Pero ya lo dije en otra ocasión: los memes son una parte fundamental de nuestra memoria colectiva. Y si el objetivo de todo organizador de un gran evento deportivo es construir la imagen del país, no habría mejor manera de echarla a perder que haciendo que el símbolo del evento quede eternizado como sinónimo de opresión. 

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