Ilustración: Emiliano Ciarlante
Y “nos pasó esto de la economía”, la antológica frase de la Vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, recuerda a la de Menem: “Estamos mal pero vamos bien”. Bajo la forma de ignorancia, intenta ocultar que el gobierno de Macri no sólo genera las condiciones macroeconómicas de una recesión memorable que desindustrializa, desemplea y disminuye los salarios reales, sino que además contrae de manera sistemática el presupuesto nacional y lo subejecuta.
La inflación más alta desde la hiper
Ya no es un pronóstico. El instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) dio a conocer el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de 2018. La inflación anual fue de 47,6 por ciento. Superó a la de 2002 y es la más elevada desde la hiperinflación de 1991, que abonó las condiciones sociales para que la demanda principal fuera la estabilidad de precios.
Esa estabilidad vino de la mano de la convertibilidad del peso con el dólar, que además implicó las privatizaciones de empresas del Estado determinantes para la Nación, el endeudamiento externo, desindustrialización y desempleo.
La disparada de los alimentos por la devaluación, los aumentos de combustibles y la suba de tarifas fueron claves. La inflación produjo un deterioro generalizado de las condiciones de vida y fue además determinante en el giro del escenario político en contra del oficialismo y del hundimiento de la economía nacional.
Si bien en noviembre y diciembre la inflación se moderó frente a los explosivos meses previos, sigue muy alta y el BCRA comunicó que “debido a que la política monetaria actúa con rezagos, a correcciones de precios regulados y acuerdos salariales pendientes, se espera que la inflación mensual se mantenga en estos niveles en los próximos meses”. Es decir, la autoridad monetaria reconoce que la inflación tardará al menos todo el verano en mostrar mayor moderación, y será consecuencia de una recesión cada vez más profunda.
El transporte trepó un 66,8 por ciento a nivel nacional por el impacto de la quita de subsidios en colectivos, trenes y subte, junto a la suba de la nafta también dolarizada.
Una cuarta parte de la disparada del índice se explica por el capítulo alimentos y bebidas, que se elevó un 51,2 por ciento en doce meses. Repasemos alimentos básicos para hacernos una idea. De acuerdo al organismo, el kilo de harina hace un año costaba $ 11 y en diciembre alcanzó los $ 30 (un incremento del 172 por ciento). El arroz blanco pasó de $ 22 a $ 38 pesos (77 por ciento más). Los fideos tipo guiseros duplicaron su precio: pasaron de $ 20,50 a $ 41 pesos. El litro y medio de aceite de girasol escaló desde los $ 55 a los $ 98 pesos (78 por ciento).
Una particularidad de la economía argentina es que los alimentos constituyen la base de las exportaciones, que cotizan a precio internacional, es decir en dólares. Los productores no tienen necesidad ni obligación de vender más barato en el mercado interno que en el mercado externo y el actual Gobierno desarticuló los dispositivos económicos estatales para desacoplar parcialmente los precios internos de los externos.
El nivel del salario real obviamente es el gran perdedor en la era Macri.
Las tarifas sextuplicaron su peso en el salario
De acuerdo a un estudio elaborado por el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra), el cambio en la política de subsidios y dolarización de las tarifas de servicios públicos, aplicada desde el inicio de la gestión de Macri, modificó la proporción de salario destinada a pagarlas.
El peso de las facturas de electricidad, gas y servicio de agua y cloacas para un hogar del conurbano bonaerense se incrementó, como proporción del ingreso, del 1,9 al 11,3 por ciento. Proyectando los aumentos previstos en los servicios públicos y en los salarios para este año, a octubre del corriente año esa proporción se elevaría al 13,3 por ciento, siete veces lo que representaba en octubre de 2015.
Debido a los incrementos anunciados para 2019, el período 2016-2019, finalizaría con aumentos de electricidad, respecto a 2015, en torno a 18 y 39 veces, de gas entre 8 y 21 veces, de agua y cloacas entre 10 y 14.
“Considerando el salario promedio de los trabajadores registrados del sector privado, que en octubre de 2018 era de 27.880 pesos netos, la participación de estos tres servicios pasó del 1,2 al 6,9 por ciento en tres años”, explica el informe de Cifra. “Si, en cambio, se considera el ingreso promedio de la ocupación principal (abarcando a todos los ocupados, sean o no asalariados y sean o no registrados), que en octubre de 2018 rondó los 17 mil pesos”, el peso del costo de los servicios ascendió del 1,9 al 11,3 por ciento. “En base a las proyecciones mencionadas para octubre del año que viene, el peso de estos servicios alcanzaría el 8,1 por ciento considerando el salario registrado y el 13,3 por ciento el ingreso promedio del total de ocupados, si se cumpliera la indicación del gobierno de incrementar los salarios sólo en 23 por ciento”, concluye el informe del centro de estudios.
Subejecución presupuestaria 2018
El Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad de Avellaneda (UNDAV) estimó que el gobierno contrajo un 15,6 por ciento el gasto real durante 2018. No todas las partidas fueron menores: la expansión más significativa fue la de los fondos destinados a pagar los intereses de la deuda externa.
El Gobierno subejecutó $ 30 mil millones de programas de Salud, Educación y Ciencia. Los recortes en términos reales alcanzaron al 17,8 por ciento en Salud, 22,4 por ciento en Educación, 23,5 por ciento en Promoción y asistencia social, 31,8 por ciento en Ciencia y técnica.
El peso de los intereses de la deuda habría alcanzado el récord de 3,2 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) a fines del año pasado.