Desde hace semanas, un reclamo global ocupa los timelines y los muros de todas las redes sociales. Lo pedimos a viva voz: liberen las patentes de las vacunas. Pero, ¿cuánto sabemos realmente sobre el tema? ¿Es tan simple como copiar la fórmula y empezar a producir vacunas a mansalva? Por supuesto que no.
Por eso, para entender más, lo consultamos con Ernesto Resnik, biólogo molecular argentino que vive en Estados Unidos y dirige el desarrollo de anticuerpos monoclonales en una empresa de biotecnología internacional.
Ernesto, para empezar: ¿qué es la patente de una vacuna?
Primero veamos qué es una patente en general. Una patente es esencialmente un beneficio que otorga el Estado a quien inventó algo, en este caso la industria farmacéutica, dándole monopolio de eso que inventó por unos años a modo de incentivo. Porque supongamos que alguien inventa algo nuevo y es terriblemente exitoso, enseguida se lo copian. Entonces, de esa forma, no tiene incentivo comercial para producir más. Esa es la idea.
Ahora, la patente es efectivamente un derecho a monopolio que da el Estado con un fin determinado. Pero el Estado también tiene otros intereses. En otros momentos, en el caso de una emergencia, el Estado, más que incentivar a la industria tiene el interés de solucionar un problema, por ejemplo uno de salud pública. Y esto ha ocurrido ahora. Ha habido casos famosos en la historia, como cuando fue la pandemia de SIDA y hubo países muy concretos, como Brasil, que produjeron sus propios medicamentos y directamente violaron las patentes por ley. ¿Por qué? Bueno, era una emergencia y no dudaron entre tener consecuencias económicas por violar una patente o salvar a miles de personas. De eso se trata. Creo que estamos en una situación similar.
Entonces, las vacunas tienen componentes que son parte de una patente, o sea, cómo se hace una vacuna. No son tan simples de hacer en cuanto a, por ejemplo, las vacunas de ARN o de AstraZeneca o Sputnik. No es simplemente poner el material genético. Inyectarlo en las personas requiere todo lo que se llama un vehículo, que en el caso de Sputnik o de AstraZeneca es un vector viral, un adenovirus, y en el caso de Pfizer y Moderna es una especie de bolita lipídica que logra fusionar la vacuna, o el componente de la vacuna, el ARN, con una célula tuya propia al recibir la vacuna. Bueno, todos esos componentes que van son parte de una patente.
Entonces, liberar una patente, es decir, que cada uno, el que quiera, pueda copiarla y usarla, eso es simple de hacer. Lo que no es simple de hacer es, con esa fórmula que aparece en la patente, hacer la vacuna. Porque las vacunas se hacen en un proceso industrial biológico, no es una fábrica de pastas que agarrás la máquina y la llevas a Corea o a donde quieras y va a ser la misma pasta, sino que son producidas en bio reactores, que son gigantescos termos con control de temperatura, de dióxido de carbono, de azúcar… de todos los componentes para hacer una vacuna, que están controlados en un rango muy estricto y muy especial.
Y el problema con la producción biológica en bio reactores es que cuando montás un nuevo bio reactor no es tan simple que vaya a funcionar desde el primer día. En general, la puesta a punto lleva meses, y esto es lo que se está viendo ahora. Entonces no hablamos solamente de copiar la patente sino de la transferencia de tecnología. O sea, pongamos la vacuna de AstraZeneca: cuando se llevó a la Argentina a mAbxience, la empresa decía que les iba a llevar 3 o 4 meses poner a punto todo para que se empiece a producir la vacuna. Bueno, esos son los problemas de producción de una vacuna por métodos biológicos, que es el único método cuando tenés la receta de cómo hacerlo y todos los trucos de cómo hacerla. Ahora, la patente en sí no te dice todos los trucos. Teóricamente te dice los componentes y cómo alguien la podría copiar, pero de ningún modo tenemos todos los detalles de cómo hacerla.
O sea que si uno tiene la patente pero no la infraestructura, digamos, no alcanza…
Tener una patente libre y copiarla no significa que uno ya tenga la vacuna. Lamentablemente, si yo le doy a alguien la fórmula completa de la vacuna, de ahí a hacerla y producirla en grandes cantidades llevaría mucho tiempo. Entonces, de lo que se trata, en todo caso, más que de liberar la patente es de liberar la producción. De algún modo es lo que está haciendo India: AstraZeneca le llevó el método y la masa original, digamos, para producir la vacuna, y ahora lo que dice es, bueno, parte de lo que estamos haciendo, más allá de que no es nuestra patente ni nuestra fórmula ni nuestro método, lo vamos a dejar acá en India porque la situación está muy pesada. Pocos países producen la vacuna con traslado de tecnología. Argentina está entre ellos.
Entre las contras, se menciona que liberar patentes puede desincentivar la innovación. ¿Es así?
La liberación de patentes normalmente sí desincentiva la inversión en otro tipo de vacunas o tratamientos, pero hay entendimiento de emergencias. Entonces, para resumir, como decía, la liberación de las patentes no es tan simple. Puede ocurrir e igual hasta que puedas producir la vacuna con esa patente llevaría mucho tiempo. De hecho, ahora que digo esto, las fórmulas de las patentes son públicas. O sea, en principio cualquiera puede copiar la patente y violar la patente más allá de si se libera o no.
Y en definitiva, la solución no es la liberación de las patentes sino el traspaso de tecnología. Lo que debería pasar es que la ONU y los distinos gobiernos -por ejemplo, hay presión sobre Estados Unidos para que lo haga con Pfizer- presionen a compañías para que den no solo la fórmula sino para que traspasen el método a cualquier país del mundo en el que se pueda producir esa vacuna. Para solucionar lo más rápido este problema, lo ideal sería entonces que toda la industria farmacéutica que esté en condiciones de hacerlo estuviera produciendo vacunas.