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Represión selectiva: ¿solo algunas marchas son peligrosas?

En abril de 2013, durante el último mandato de Macri al frente de la Ciudad, la Policía Metropolitana reprimió en un hecho sin precedentes a lxs pacientes y personal del hospital Borda que protegían su espacio de talleres. En diciembre de 2017 la Policía de la Ciudad junto con la Federal, bajo las órdenes de Patricia Bullrich, reprimieron salvajemente con tanques de agua, gases lacrimógenos y balas de goma a lxs jubiladxs que rechazaban la reforma jubilatoria.

En abril de 2019 la policía de la Ciudad, bajo el mando de Larreta, arremetió contra un grupo de manifestantes que mostraba su apoyo al gobierno de Maduro en la embajada de Venezuela; a uno de ellxs un policía se le acercó, le apoyó la escopeta en la oreja y le disparó una bala de goma.

Es sabido que el PRO/Cambiemos usa la fuerza represiva del Estado en cada manifestación popular que se presenta; la muestra de descontento ante una medida adoptada por el Gobierno o el reclamo de un derecho son razones suficientes para que los camiones hidrantes y las balas de goma salgan a la calle. Sin embargo, en las últimas movilizaciones “anticuarentena”, en las cuales los argumentos delirantes y las teorías conspirativas se llevaron el protagonismo, la Policía de la Ciudad no reprimió a ningún a lxs manifestantes.

¿Cómo es que se manda a reprimir a jubiladxs y a médicxs y pacientes de un hospital psiquiátrico, que no representan ningún peligro para la sociedad, pero en pleno aislamiento social obligatorio cientos de personas se reúnen en el Obelisco sin respetar la distancia social y ninguna fuerza represiva actúa? Surge una vez más la cuestión de cuál es la función real de la Policía: si proteger a la ciudadanía o al poder político y al statu-quo. Porque, si la función fuera salvaguardar a la sociedad, ¿no debería defenderse ante todo la salud pública, impidiendo reuniones explícitamente prohibidas por un decreto presidencial?

Plaza Constitución, 2019. Foto: Bernardino Ávila

Lo que ocurre es que algunas manifestaciones resultan más molestas que otras: aquellas que cuestionan de manera creíble las decisiones políticas o denuncian las injusticias que se cometen a diario serán indefectiblemente silenciadas, aunque para ello sea necesario rociar con gas pimienta a un jubilado o golpear a un paciente de un hospital psiquiátrico. Esas protestas son percibidas como peligrosas, pero no para la sociedad sino para los gobiernos neoliberales que arrasan con todo a su paso.

¿Qué cuestionamiento serio puede plantear un grupo de personas que dice que no existe el coronavirus? ¿A quién puede movilizar un hombre cuya argumentación en contra de la cuarentena consiste en que “no la pone hace ochenta días”? Los carteles incoherentes que defienden diferentes teorías conspirativas, o las cacerolas y aplausos “en defensa de la libertad” mientras un virus que llevó la vida de casi 400 mil personas está entre nosotrxs, difícilmente vayan a plantear en la sociedad interrogantes propios de un pensamiento crítico y serio.

En estas manifestaciones siempre está presente una variedad de ideologías que va desde el nacionalismo antisemita (con las infaltables teorías sobre la conspiración judía para el dominio del mundo) hasta el anti-peronismo y el libertarismo “anarco-capitalista”, encarnado por púberes que se ven a sí mismos como revolucionarios.

En la marcha de aquel fin de semana incluso se vio a un hombre mostrando la foto de Videla con la inscripción “Mi general, se lo necesita”, junto con las ya habituales afirmaciones de manifestantes sobre la “infectadura”, la inexistencia del virus y/o de la pandemia, la exageración del número de muertes por parte del Gobierno y el dióxido de cloro como antídoto secreto.

Al emitir estas irrisorias declaraciones, la mayoría de lxs manifestantes se ubica a medio metro del periodista (así como tampoco se respeta la distancia social entre ellxs), y muchxs no usan tapabocas o lo tienen mal puesto. Con que unx solx de ellxs estuviera infectadx de Covid-19 sería suficiente para que decenas de personas se contagiaran, debido a la falta total de cumplimiento de las medidas de precaución. Sin embargo, esto no parece representar un peligro real para el PRO, a diferencia de, por ejemplo, los movimientos sociales que se manifestaban pacíficamente frente al Ministerio de Desarrollo Social en septiembre del año pasado y que fueron brutalmente reprimidxs.

Natalia Gherardi

Nació en el año 2000. Es ex-alumna del Nacional Buenos Aires y estudia Sociología.

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