Mauricio siempre quiso jugar un superclásico en Doha, la capital de Qatar, el emirato árabe donde reina su amigo el Emir Sheikh Tamim Bin Hamad Al Thani. Ese sueño fue mencionado durante la visita que hizo a principios de octubre el joven príncipe de 39 años a Buenos Aires, en una visita de Estado, donde Macri se encargó de mimarlo hasta el éxtasis con tal de sacarle plata, promesas, negocios y las inversiones que nunca llegan.
Ahora, el partido de la vuelta de la Copa Libertadores entre River y Boca, que terminó en una crisis interna del PRO, es visto como “una oportunidad” por la mesa de futboleros que contiene al Presidente desde que tuvo la peregrina idea de hacer ambos partidos con público visitante.
Los promotores del primer papelón vinculado a la Libertadores fueron un bostero y un gallina, quizás los que más hablan de fútbol con Mauricio: el secretario General de la Presidencia, Fernando De Andreis, un gallina indomable, y el portavoz presidencial, Iván Pavlovsky, bostero por antonomasia, desde que era periodista deportivo y se hizo macrista cuando el PRO ni existía.
Pato rengo
La única que defendió la testarudez presidencial de hacer los partidos con público visitante fue Pato Bullrich, despreciada en los medios por insistir en que estaban todas las condiciones para que los clubes lo hicieran, pero eran justamente las instituciones deportivas las que no querían. “Estamos haciendo un G-20, cómo no vamos a poder garantizar un superclásico con público visitante”, se jactó la ministra de Seguridad por esos días.
El sábado, las piedras destrozaron algunas ventanas del ómnibus que llevaba a los jugadores de Boca y dejaron a Pato en ridículo por sus palabras. Pero pocas horas después fue ella misma la que logró canalizar la furia de Mauricio y apuntar esa manguera de bronca contra su viejo enemigo, el ministro porteño Martín Ocampo, amigo del Tano Angelici, su abogado personal y padrino de sus hijos.
Ni Mauricio ni Pato le perdonan a Ocampo (y tampoco al Tano) que hayan hecho tanta campaña contra el plan que urdieron Iván y Fernando para meter público visitante en ambos partidos. Tampoco le perdonaron los desastres que hicieron el jueves pasado para el entrenamiento con público que hizo Boquita en la Bombonera. Y todo se fue finalmente al carajo cuando al bondi que llevaba al mellizo Y a sus muchachos le estallaron los vidrios.
Para no enloquecer con el partido Mauricio se fue a Chapadmalal, con Juliana, Antonia y yo. El único perro que se puede mover a sus anchas por el complejo turístico, que está venido a menos, pero que a Mauricio le parece cómodo y tranquilo. Además de ser el lugar donde hizo el primer retiro espiritual con sus ministros. De esas juntadas ya sólo queda la mitad de los ministros, pero el lugar le gusta igual.
Allá nos llevaron para ver el superclásico. Mauricio se enteró de todo en vivo mientras miraba la previa por televisión. Primero habló con Pato, que le llenó la cabeza contra Ocampo y después empezó a pelearse con Horacio, para cargarle las tintas sobre el amigo del Tano, a quien tampoco se banca mucho.
Para el tano lo que es de Al Thani
La primera decisión que tomó Mauricio, mientras daba vueltas por el bungalow, fue que el partido se hiciera igual el domingo y eso es lo que trataron de hacer todos: cumplir la decisión presidencial que terminó de encallar el domingo, cuando gran parte de la conducción bostera y el equipo se negaron y pidieron cobrarse la vendetta con River de 2015, cuando el escándalo del gas pimienta en La Bombonera y le dieron los puntos a las gallinas.
El Tano panquequeó ante la orden de Mauricio y el todopoderoso dueño del PRO le voló a su amigo del ministerio de Seguridad porteño, el lugar donde se amasa buena parte del control territorial de la policía y la relación con las barras bravas. Especialmente con la 12 y con los borrachos del tablón.
Los que no respeten el deseo presidencial pueden correr la misma suerte de Ocampo, que estaba a un paso de compartir la seguridad del G-20 junto a Pato. No pudo ser. A último momento lo cambiaron por otra gallina de fuste que Mauricio nunca quiso llevar a la Casa Rosada: el vicejefe de Gobierno, Diego Santilli, que ahora también tendrá otro cargo hasta que pase la tormenta. Por alguna razón muy extraña, Mauricio corrió a todos los bosteros de la conducción del ministerio de Seguridad porteño y dejó a las gallinas.
La decisión del sábado sigue en pie: Mauricio quiere que el partido se juegue, pero ahora está más seguro que nunca de que tiene que ser con público, pero un público top que se anime a viajar a Doha. Si no van no importa, lo que sí importa es reventarle la billetera al Emir amigo, que ya firmó un par de convenios con el Tano para auspiciar a Boca.
Como dicen los chinos, toda crisis encierra una oportunidad y si sale lo de Doha todo será mucho más provechoso que haberse sacado de encima a Ocampo, haber puesto a Santilli en la picota y haber logrado preservar al opaco Marcelo D’Alessandro como secretario de Seguridad, que sigue como jefe de la Policía de la Ciudad haciendo todo lo que Pato le pide.
En resumen querido diario: solo falta ponerle fecha al partido, que será con el público que más lo quiere a Mauricio. A los que se pueden pagar el boleto a Doha ni se les ocurre cantar el hit del verano, y si lo cantan que se atengan a las consecuencias.