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Rumbo al Mundial de Qatar: fútbol, diplomacia y política en la Copa de Asia

Un precepto filosófico dice que solamente existe aquello que percibimos, y que, por lo tanto, si un árbol cae en un bosque y no hay nadie allí para escucharlo entonces no hace ruido. Al margen de lo que los medios masivos de comunicación nos dictan que tenemos que ver, leer y escuchar, en los Emiratos Árabes Unidos está en juego la decimoséptima edición de la Copa de Asia, la máxima competencia continental a nivel de selecciones.

Lejos del eurocentrismo de los canales deportivos latinoamericanos que siguen ligas y competencias europeas de presupuestos millonarios, se disputa este torneo de mucha menos repercusión. A pesar de que es una copa avalada por la FIFA y que, por ende, debe cumplir con altos estándares (léase precio de entradas y marketing), esta competencia es un digno exponente de la distancia que separa a lo que se quiere mostrar (o vender) de lo que realmente es. La organización del evento fue asignado a los Emiratos Árabes Unidos, organizador de los dos últimos Mundiales de Clubes de la FIFA, con la difícil tarea de superar los récords históricos a nivel continental conseguidos por Australia en 2015 en materia de televisación y entradas vendidas.

Si bien uno de los motivos que puede haber estado detrás de la elección de los Emiratos Árabes Unidos como sede es el interés superior de la FIFA por mantener separado el deporte de la política, algo que podría haberse obturado en gran parte del continente asiático por diversos conflictos en desarrollo, es posible que la decisión de la Confederación Asiática de Fútbol de realizar la competencia en EAU no haya colaborado con las metas estipuladas.

A tono con esta política de la FIFA se alinea el slogan elegido por la organización para el torneo: “Bringing Asia together” (Reuniendo a Asia). No sólo un reflejo de la coexistencia de diversos seleccionados y seguidores en un solo país, sino también un intento por borrar las diferencias existentes entre ellos en el marco de este evento.

Que intentan mantener separados deporte de política fue afirmado por un integrante del Comité Organizador del torneo tras una información que sostenía que el vicepresidente de la Confederación Asiática, el qatarí Saoud al-Mohannadi, tuviera problemas para ingresar a los EAU a partir del conflicto que varios estados asiáticos mantienen con Qatar desde mediados de 2017 y a raíz del cual prohíben, por ejemplo, el ingreso de aerolíneas qataríes a territorio de los EAU, y que encuentra su origen en el mantenimiento de las relaciones de Qatar con Irán en el marco de la tensión entre la República Islámica y Arabia Saudita.

La neutralidad imposible

No sorprende el intento de la Confederación Asiática como organismo integrado a la FIFA por mostrarse al margen de la política a pesar de no poder permanecer ajena a ella y verse inmiscuida recurrentemente en decisiones que adquieren alta relevancia en el plano internacional: no por nada Grondona en sus años como vicepresidente de la FIFA se definía como el “vicepresidente del mundo”. Es dable recordar, por ejemplo, que la FIFA es estricta al sancionar federaciones de fútbol cuando son eje de intervenciones políticas por parte de los gobiernos locales, algo que rozó de cerca a la Argentina tras la muerte de Julio Grondona y los intentos fallidos por reorganizar la AFA que no derivaron en una intervención del gobierno, entre otras cuestiones, por temor a ser suspendidos por el máximo organismo internacional de fútbol.

Sin ir más lejos, la FIFA es uno de los organismos internacionales que primero ha reconocido al Estado de Palestina (lo hizo en 1998, antes que muchos estados miembro de la ONU) y que la posiciona como mediadora en diversos conflictos con Israel. Por citar dos casos: en 2014 la Asociación Palestina de Fútbol elevó un reclamo por la presencia de seis clubes israelíes en territorio de Cisjordania solicitando la suspensión de la Federación de Fútbol de Israel por violar el reglamento de la FIFA que prohíbe a una asociación de fútbol disputar partidos en terreno de otra asociación de fútbol sin contar con el consentimiento de ésta; en junio del año pasado fue el Estado de Israel (y no su federación de fútbol) la que denunció a la Asociación Palestina de Fútbol ante la FIFA por la suspensión que la selección israelí iba a disputar contra la Argentina en Jerusalén.

El presidente de la FIFA ya se había excusado ante el primer conflicto mencionado recién tres años después del reclamo y con una Comisión creada ad hoc para el conflicto: “Desgraciadamente, el fútbol no tiene la solución para un problema que ha cumplido diez mil años”. La FIFA también había suspendido (al igual que lo hiciera el Comité Olímpico Internacional) a Kuwait en 2015 porque sus leyes deportivas no se ajustaban a los reglamentos propios, lo cual derivó en una reforma por parte del parlamento kuwaití sobre dichas leyes para poder volver a competir: acá sí lograron la solución que buscaban.

La Confederación Asiática de Fútbol, por su parte, debió adoptar decisiones durante las eliminatorias para la Copa Asiática como trasladar la localía de Yemén a Qatar tras la “Operación Tormenta Decisiva” de Arabia Saudita sobre territorio yemení y la posterior “Operación Restauración de la Esperanza”; obligó también a las federaciones de fútbol de Corea del Norte y de Malasia a fines de 2017 a acordar las sedes donde disputarían sus enfrentamientos tras la crisis diplomática desatada entre esos dos países por la muerte de Kim Jong-Nam, hermano del Líder norcoreano, en un supuesto atentado en el aeropuerto de Kuala Lumpur; aceptó, por último, la cancelación de los partidos entre Kirguistán y Myanmar por decisión del premier kirguizo como consecuencia de las masacres contra la minoría musulmana en el estado de Rohingya por parte del gobierno de Myanmar que derivó en la migración de 87 mil personas hacia Bangladesh a partir de 2017 y acarreó las amenazas por parte de habitantes kirguizos, de mayoría musulmana, contra los jugadores de la selección de Myanmar.

Es proverbial que “el fútbol” no tendrá la solución a estos conflictos, pero la Confederación Asiática (como la FIFA) no deja de ser un organismo internacional y, como tal, sus decisiones toman una relevancia muchas veces inesperada. En vistas de “mantener separados deporte de política”, no revelan más que las múltiples relaciones entre ambas esferas.

Maximiliano Gonzalez

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