Hace pocas semanas, el diario británico The Guardian publicó una columna de opinión en favor del salario máximo titulada ¿Salario Mínimo? Es hora de hablar sobre el salario máximo. La nota, firmada por Sam Pizzigatti, un periodista especializado en temas laborales y coeditor de Inequality.org, tiene un argumento a la vez sorprendente y lleno de sentido común; novedoso y anclado en una tradición de casi 150 años.
La idea de un salario máximo para los que más ganan se suma a una ola de propuestas que han empezado a surgir en los últimos tiempos cada vez con más fuerza y que proponen pensar un postcapitalismo. El historiador y filósofo holandés Rutger Bregman ha estado a la cabeza de la discusión sobre la renta básica universal (un sueldo mínimo libre de condiciones para cada ciudadano mayor de 18 años, que incluso Milton Friedman veía con buenos ojos y en Suiza se sometió a un referéndum en 2016). Hace unas semanas, el economista Pedro Biscay, ex miembro del directorio del Banco Central de Argentina, proponía en una entrevista pensar que los directorios de empresas con participación estatal e incluso el directorio del Banco Central estén integrados por representantes de movimientos sindicales, de movimientos sociales y de la economía informal.
Desde la enorme inequidad en el mundo actual (el 1% de la población mundial tiene más riqueza que el 99% restante u ocho millonarios concentran más de la mitad de la riqueza del mundo) a las catástrofes que se avecinan con mares de residuos plásticos dentro de los océanos (y de los sistemas digestivos de la fauna marina), crisis financieras e hipotecarias y conductas fuera de control como la alemana Volkswagen en Estados Unidos, mintiendo sobre la contaminación que producen sus autos, estos desequilibrios del capitalismo actual están forzando en el horizonte algunas primeras ideas postcapitalistas. El salario máximo es una de ellas, una no tan vieja ni tan extravagante como pueda parecer.
Una idea de Roosevelt
Aunque ya en 1880 se observaban movimientos en favor del salario máximo en Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt sería la primera figura política de peso en promoverlo. En 1942, el entonces presidente norteamericano solicitó al congreso un impuesto del 100 por ciento para cualquier excedente a los US$ 25000 anuales de aquel momento, el equivalente a US$ 375000 hoy. Para 1944, el gobierno de Estados Unidos cobraba un impuesto del 94 por ciento a los ingresos por encima de US$ 200000.
La idea del salario máximo implica empezar la construcción de un sistema superador del capitalismo. Un primer paso en esa dirección -uno que algunos miembros del Congreso norteamericano al igual que varios estados del país líder están considerando- es reducir los subsidios y exenciones impositivas que el Estado les concede a las corporaciones en las que los CEOs ganan más de 100 veces el salario de un empleado promedio. Por supuesto que al mismo tiempo, las ciudades con posibilidades de albergar los segundos headquarters de Amazon lanzan cualquier tipo de incentivos para que Jeff Bezos gane más plata.
En 2017, el caso más extremo de inequidad salarial fue el de CEO de McDonald’s, que recibió 1301 veces lo que recibe un trabajador tipo de la multinacional, unos $ 50000 al año o USD 4166 al mes. Los escenarios más comunes, como Lockheed Martin, una empresa con importantes contratos con el estado, muestran una diferencia de 186 veces entre CEO y empleado tipo. Para decirlo de otra manera, a ese trabajador le llevaría 300 años ganar el salario anual del máximo directivo de la empresa. La opinión pública, tal como fue medida en 2016 por la Standford Business School, parece acordar que una diferencia razonable es de 18 veces.
Por ahora, solo se trata de que el estado elija con más cuidado a las empresas con las que hacer negocios y a las que promover y, de esa manera, marcar una agenda de menor disparidad económica. También, al limitar los excesos en ganancias, se establece un límite a los excesos morales de algunos ciudadanos que por su enorme riqueza se creen impunes o por encima de cualquier consideración ética y social.