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Foto: Jairo Vargas

Conocé a Serigne Mbayé, el mantero que ahora es diputado en España

Este año España vivió una especie de tsunami político: en la ciudad de Murcia los opositores del Partido Socialista Obrero (PSOE) y Ciudadanos llamaron a una moción de censura contra el Partido Popular. Este recurso, que en ese país se acostumbra usar, es un procedimiento constitucional con el cual los representantes elegidos retiran formalmente la confianza en el presidente del Gobierno (o de la comunidad autónoma) y al que se suele apelar cuando se cree tener razones suficientes para sacar a quien esté el poder. La amenaza de que esto mismo pudiera pasar en Madrid fue lo que llevó a la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, también del Partido Popular, a adelantar rápidamente las elecciones para el 4 de mayo.

La movida le salió redonda, y su gobierno contará ahora con más bancas que antes. Pero “no hay mal que por bien no venga” sostienen todavía los esperanzados del team vaso lleno: este cambio de último momento trajo la sorpresa de que un afrodescendiente que lucha contra el racismo institucional logró un puesto político. Estamos hablando de Serigne Mbayé Diouf, representante del Sindicato de Manteros y recientemente elegido diputado en la Asamblea de Madrid por Unidas Podemos (UP).

Nacido en 1975 en Kayar, Senegal, fue pescador hasta que en 2006 se subió a un barco con otras 93 personas en busca de un futuro mejor. Pasó cinco días en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Tenerife, estuvo unas semanas en un centro parecido en La Coruña y, finalmente, llegó a Madrid. Ahí, antes de poder obtener la nacionalidad, trabajó de mantero, de cuidador de ancianos y de cualquier otra cosa que consiguiera. Ya con papeles, desde 2010, pudo entrar en un mercado laboral distinto y terminar siendo socio en un restaurante agroecológico, en el que trabajó hasta hace poco tiempo. Después vino su participación en el Sindicato de Manteros y su entrada en la política.

Hoy, en las fotos delas  entrevistas que le hacen, sale con un barbijo que tiene la consigna “Black Lives Matters” y una remera amarilla marca Top Manta –para promocionar el emprendimiento del Sindicato Popular de Vendedores de Barcelona, que usa el slogan “Ropa legal hecha por gente ilegal”–. Con esta imagen busca dejar bien en claro que quiere representar al 15 % de la población inmigrante.

“Yo no soy solo yo, sino todo un colectivo: pertenezco al antirracismo”, confiesa quien, para que no queden dudas de su marco ideológico, no deja de aclarar que en su tiempo libre lee a Malcom X.

Foto: Jairo Vargas

Cuando se le pregunta, con una buena dosis de búsqueda de roña, por el otro senegalés que es diputado (Luc André Diouf, del PSOE), responde que con lograr poder no alcanza, que si no se lucha contra el racismo no sirve de nada. “Tanto Luc como otras personas del PSOE que abanderan la migración no están haciendo su trabajo”, sostiene.

Para sumarle profundidad a la reflexión, conviene hacer entrar a esta nota a Slavoj Žižek, ese filósofo empacado en interpretar el presente. En su libro Primero como tragedia, después como farsa, se pregunta sobre el lugar ocupado por el emigrante en Europa. “¿Por qué el emigrante no debería estar satisfecho con su normalización? Porque, en vez de afirmar su identidad, tiene que adaptarse a los estándares de su opresor: es aceptado, pero de facto en un papel secundario”, escribe. Parece, una vez más, el infinito dilema de jugar a favor de la institución –y tratar de hacer el cambio desde adentro– o quedarse afuera, escupir la puerta y morir orgulloso por haber rechazado a quien rechazó primero.

Escapando del hambre, Serigne Mbayé dejó su lugar natal, un  pueblo de pescadores a una hora y media de Dakar, donde la explotación desmedida de los buques industriales europeos y asiáticos estaba dejando a la población sin empleo. Hoy en día busca ser el superhéroe del antirracismo, el que viene a recordar esa canción de Bob Marley que, basada en el discurso del líder rastafari Haile Selassie ante la ONU en 1963, dice: “Hasta que el color de la piel de un hombre no tenga mayor importancia que el color de sus ojos, yo tengo que decir guerra”.

Si uno mira cómo el triunfo de la derechista Isabel Díaz Ayuso hizo a su vez entrar a la política a Serigne, los –cada vez menos– team vaso lleno podrán dejar caer el refrán: “Cuando una puerta se cierra, una ventana se abre”. Habrá que ver si en cada elección futura que se haga en las capitales, sea en Buenos Aires, Bogotá o Jerusalén, podremos encontrar al marginado o la marginada que represente a sus pares, para que nos permita seguir soñando, tontamente o no, con un futuro menos injusto.

Foto: Somos Malasaña

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