María Romilda Servini de Cubría nunca sobresalió entre los juristas argentinos ni aportó ningún criterio jurisprudencial digno de ser mencionado entre los anales del derecho criollo o estudiado en las universidades nacionales. Las resoluciones que, durante más de 27 años, ha tomado al frente del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional nro. 1 de Comodoro Py, nunca fueron resoluciones de avanzada ni conservadoras. A simple vista, si nos abstrajéramos del impacto en el mundo real y de los personajes que navegan por los ríos de tinta de los procesamientos, las faltas de mérito, los sobreseimientos y las elevaciones a juicio que diariamente emanan de su juzgado, pensaríamos que la jueza Servini de Cubría sería una muestra más del insípido desgano con que la judicatura argentina engalana el hartazgo ritual de su pertenencia institucional, un efecto colateral que todo miembro de una corporación burocrática está dispuesto a soportar para seguir subsistiendo.
Sin embargo, la “Chuchi”, como le dicen cariñosamente sus allegados, lejos se encuentra de ese hartazgo. Con casi 81 años, y la jubilación ya tramitada a la espera de que la propia jueza la haga efectiva, no hay mediodía que se anuncie sin su llegada triunfal por los pasillos del tercer piso de Comodoro Py. Porque si hay algo en lo que se destaca, para envidia de sus adversarios y admiración de sus aprendices, es en el ejercicio cotidiano del poder que no deja de rejuvenecerle el espíritu, como si se alimentara de la energía emanada de los cismas que produce la gobernabilidad en un país cuyo poder político se destaca por depositar los instrumentos para hacerle frente, cada vez más, en manos de terceros. Ese es el verdadero “Cocoon” guardado en las oficinas del Juzgado Federal nro. 1.
La Triple Alianza y el peligro de Brasil
Pero los Juzgados de Comodoro Py no son para cualquiera. Creados a instancias de Juan Domingo Perón, resultan ser juzgados especiales que, lejos de la garantía constitucional de imparcialidad, se dedican a la investigación de aquellos delitos donde está en juego el poder del Estado Federal. Por eso, no hay integrante del poder ejecutivo nacional que no aspire a tener un control sobre este sector del poder judicial, aunque la historia de los últimos 30 años haya mostrado que las victorias del poder político sobre esta casta siempre resultan pírricas, cuando no pasajeras o coyunturales. En los últimos años, la obscenidad con la que los jueces federales han demostrado su poder de bloqueo contramayoritario y persecución al disidente, aliados a los medios monopólicos de comunicación y a la inmundicia de los servicios de inteligencia, ha despertado voces de alarma en resguardo de la incipiente democracia argentina. El espejo de Brasil resulta ser un caso testigo del enorme riesgo con el que estos poderes amenazan al poder político, sometido a la periodicidad de las elecciones. La triple alianza compuesta por los jueces federales, los medios de comunicación y los servicios de inteligencia es el principal esquema de gobierno con que los poderes fácticos marcan el rumbo de la política argentina.
Y ese poder hay que saber ejercerlo para no engrosar la fila de los descartables. María Romilda Servini de Cubría es la decana de los jueces federales de instrucción. Pero además, es la jueza electoral de la Capital Federal, con jurisdicción sobre los avatares institucionales de la vida nacional de los partidos políticos. Su mayor virtud es la de ser una implacable lectora de los tiempos políticos, impartiendo su enseñanza al resto de sus colegas, para salvar el poder de su corporación. No pareciera tener un interés más allá de ese ejercicio del poder, y por eso es fiel representante del principal motivo de toda burocracia: sobrevivir. Literalmente. Aliándose ora con los devaluadores del 2001, ora con los neoliberales del menemismo, ora con la oleada de depuración K de moda en la actualidad.
De las Abuelas a Duhalde
El lugar que ocupa en el Juzgado Federal nro. 1 siempre le dio mucha visibilidad. Si bien saltó a la escena pública cuando un coro de artistas, dirigido por Tato Bores, cantó el alegórico “Buruburubudía” tras un amparo presentado por la jueza para evitar ser nombrada en el programa del humorista, lo cierto es que ya empezaba a ser conocida por el mundo de la política a raíz de la forma en la que manejó una causa de lavado de dinero que involucraba a la cuñada del entonces presidente Carlos Menem, “Amira” Yoma. Entonces tenía poca experiencia como jueza, lo que le valió que la Cámara Federal le indicara 19 irregularidades y haya tenido más de diez pedidos de juicio político por su actuación. Probablemente esa experiencia la haya marcado a fuego, no tanto por el tirón de orejas de la Cámara Federal, ya que eso nunca pareció quitarle el sueño, sino por haber aprendido dos cosas vitales: la lectura del juego político y el rol de los medios de comunicación.
Nunca, ni en sus años como Defensora Oficial de Pobres, Incapaces y Ausentes de la Capital Federal (1974), ni como Jueza de Menores (1976), había tenido semejante aprendizaje, y eso que le tocó ser la Defensora de Isabel Perón y haber sido la primera jueza en restituir a niños y niñas apropiados durante el terrorismo de estado, y haber atendido a las Abuelas de Plaza de Mayo en plena dictadura militar, sin que el hecho de estar casada entonces con un Brigadier de la Fuerza Aérea haya significado un obstáculo.
Tal vez esta última circunstancia hizo que su rol en la restitución de niños haya sido bien valorado por Abuelas de Plaza de Mayo. De hecho es la jueza que cuenta con el record de restituciones realizadas judicialmente. Si bien la relación siempre ha tenido altibajos (el último cimbronazo fue cuando la jueza hizo pública la identidad del nieto de Estela de Carlotto), su impulso y celeridad a las causas por apropiaciones de niños y niñas tal vez sea uno de los puntos más destacados de su actuación judicial.
Otro punto destacado fue su actuación el 20 de diciembre de 2001, haciéndose presente en la Plaza de Mayo para tratar de evitar que el operativo policial culminara en una masacre. Todavía hoy se la escucha rezongar de impotencia. Lo cierto es que durante todo ese día, ella y los empleados de su juzgado recorrieron comisarías y hospitales, liberando detenidos y relevando datos para lo que después fue la instrucción de una causa que terminó con la condena de varios funcionarios del gobierno de la Alianza. Si bien Servini de Cubría sobreseyó a De la Rúa, lo cierto es que en el entorno del ex – presidente nunca dejaron de asociar la intervención de la jueza a los designios del Duhaldismo, ya en plan de salvataje de los grupos económicos locales y de la devaluación.
Esa vieja relación es lo que muchos periodistas reflotaron con suspicacia cuando hace un mes, la jueza Servini de Cubría, dispuso la intervención del Partido Justicialista a nivel nacional, nombrando como interventor al ex presidente de Chacarita Luis Barrionuevo, reconocido exponente del entreguismo sindical y recordado por haber quemado urnas en la elección a gobernador de Catamarca y por haber acuñado la frase “hay que dejar de robar por dos años”. Independientemente de la torpeza de su decisión, lo cierto es que Servini de Cubría vuelve a intervenir en la política nacional dando un mensaje a la oposición al macrismo: Los jueces federales sólo dejarán volver a un peronismo depurado de Cristina Fernández de Kirchner, a quien no le perdonan sus proyectos de reforma judicial para quitarles poder. Se sabe, para Servini el macrismo es pasajero, pero el peronismo queda.
La Jefa
El mito popular dice que la verdadera conducción del Partido Justicialista la ejerce Servini. De familia fuertemente ligada con el peronismo, ha intervenido el PJ en más de una oportunidad marcándole el ritmo de su agenda política: ya sea en el año 1998 para beneficiar a Duhalde, en el 2003 para permitir los neolemas que llevarían a Néstor Kirchner a la presidencia de la mano también de Duhalde, en el año 2004 para desplazar a Toma del PJ de la Capital Federal, o en el 2005 para intervenir el PJ nacional perjudicando, esta vez, a Duhalde. En los últimos años ha tenido en vilo a ex funcionarios del kirchnerismo con la causa “fútbol para todos”, donde fue particularmente dura con aquellos peronistas que demostraron no alinearse con el macrismo en su necesitada mayoría parlamentaria para pactar con los fondos buitres.
La jueza Servini de Cubría es un anecdotario viviente de la política nacional. El derecho y la jurisprudencia no le deben nada. Pero no se podría entender nuestros avatares institucionales sin su intervención. Nacida en el seno de una familia de abogados y jueces, ha sabido ejercer el poder con admirable destreza. Es una verdadera representante de la “familia judicial”, su hijo Juan Carlos Cubría fue secretario letrado de la Comisión de Administración Financiera del Consejo de la Magistratura, hasta que, según dice la jueza, Lorenzetti lo desplazó de ese lugar. El otro hijo, Eduardo Cubría, es Fiscal Nacional en lo Criminal de Instrucción N°48 de la Capital Federal.
Como no podía ser de otra manera, también es una avezada lectora del submundo de los servicios de inteligencia. Dicen que por algo, la hija del ex (?) mandamás de la SIDE, Antonio Stiuso, trabaja con ella, aunque lo cierto es que los hijos no heredan las manchas de sus padres.
En la actualidad se la ve preocupada. Dice que nunca vio tanta intervención del poder político en el judicial como ahora. Tal vez sea una especie de victimización para alguien que, tras el fallo Schiffrin de la Corte, está obligada a solicitar el acuerdo del poder ejecutivo nacional cada cinco años para seguir al frente del Juzgado Federal nro. 1. No hace falta ser muy avezado para darse cuenta que, justamente, no es el poder “político” quien está detrás de la puja de poder en la Argentina. ¿Será esta la última lección de Servini de Cubría?
Ilustración: Pedro Mancini