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Escritores y gatitos

Baudelaire decía que los gatos eran nuestra única oportunidad para acariciar al tigre. Los michis de Jorge Luis Borges se llamaban Odín y Beppo. En la casa de Florida donde vivió Hemingway hay más de cien gatitos con la anomalía genética de seis dedos en sus garritas. Pensando en esos ejemplos, hay muchos más, podemos fantasear con que los felinos de los escritores usan sus boquitas –de lenguas ásperas, adoradoras de pescado y, a veces, de leche fresca– para decirles a los humanos la palabra justa que necesitaban sus importantes textos.

Desde Ponele les dedicamos nuestra fotogalería a los gatos que dormían una siesta con un escritor al lado escribiendo cosas.

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