“Oie Mauricio, realmente ha sido ingenioso poner a ese quiltro en el sillón presidencial”. Así fue cómo el presidente de Chile, el ex dueño de LAN, Sebastián Piñera, lo felicitó a Macri por nombrarme como perro de Estado.
Polarizar con los bienpensantes
Me llamó “quiltro”. Así se les dice en Chile a los hijos perrunos del mestizaje. Amarga realidad querido diario: la ventaja de ser un perro cualunque, un perro tipo del conurbano, ese trampolín de cercanía que inventó Durán Barba para desacartonar a Mauricio. Ya no me suma tantos puntos como cuando me sentaron por primera vez en el sillón de Rivadavia. Desde la semana pasada también puedo pasar como un perro deportable. Corro el riesgo de ser confundido con un can ilegal en territorio argentino, que puede ser expulsado por sólo salir a pasear por Plaza de Mayo.
Porque del otro lado de las rejas de Casa Rosada se aplica, sin mediaciones, la satisfacción de “polarizar con los indeseables”, como bromea uno de los pensadores modernos que pasean por el primer piso de la Casa Rosada. Fiel a simular lo que no es, el funcionario se ampara en la ironía, quizás para despegarse de la íntima vejez de la derecha moderna.
“Cambiar la ley migratoria es una pequeñez. Solamente buscamos expulsar a los inmigrantes que delinquen. Nos ha ido bien, pero los bienpensantes se opusieron y la Corte les dio la razón”, se quejó con tono de repechaje uno de los colaboradores del secretario General de la Presidencia, Fernando De Andreis, uno de los jóvenes PRO más cercanos a Mauricio.
Lo quiere como a un hijo. Tanto que Marcos nunca pudo con él, porque siempre hace lo que le dice, aunque depende de Mauricio y maneja su agenda junto a Marcos. Tienen tanto acceso al Presidente como yo, pero si lo convencen de que el mestizaje no garpa, se acabaron mis árboles preferidos para orinar en los jardines de Olivos.
Bolsonaros sin votos
Una de las más insistentes en imponer mano dura con los inmigrantes, y que está obsesionada con la llegada del facho Jair Bolsonario a la presidencia de Brasil, es Pato “Bullying”, como le dicen algunos trajeados a la Bullrich, desde que le confesó a Luis Novaresio (uno de los entrevistadores onda “desnudos cuidados” que le gusta ver a Mauricio) que le presentó la renuncia al presidente cuando se equivocó en informarle sobre la cantidad de detenidos de la Triple Fuga.
Antes de la navidad de 2015, le dijo a Macri que habían detenido a los tres fugados que habían participado del Triple Crimen, cuando en realidad tenían a uno solo. Casi tres años después de aquellos gritos iniciáticos, Pato finalmente lo confesó: desde entonces Macri la tiene cortita y le hace tantas bromas pesadas como las que les impone a sus amigos cercanos. Tan grande es la cercanía que estamos ante la mujer del Gabinete más valorada por su adaptación al bullying presidencial, no tanto por los avances de su gestión.
Con ese handicap, Macri la mandó a cargarle las tintas a los 26 detenidos durante la última represión y ella, fiel a los gritos, se lanzó a disparar acusaciones contra los inmigrantes que habían caído en manos de Larreta.
“Si cometen delitos se tienen que ir. A nosotros no nos preocupa que los progres se enojen con nosotros, la gente de a pie nos apoya, de entrada quieren que se vayan los inmigrantes. Y si se mandan alguna cagada, quieren que se vayan ya mismo, nosotros interpretamos ese reclamo popular y lo transformamos en política de Estado. Estamos muy cómodos haciéndolo”, festejó un secretario de Bullrich para reflejar su entusiasmo en sostener una amenaza que no tenía una sola prueba para promover la expulsión de dos venezolanos, un paraguayo y un turco que fueron detenidos alrededor del Congreso.
Ojetivo: Felipe
Esa agüita discursiva es tan exclusiva de Mauricio, como la que tomo yo en el Patio de las Palmeras, donde casi ya no quedan árboles. Pero esta vez le convidaron del brebaje al senador Miguel Ángel Pichetto. “Es el mejor Bolsonaro que tenemos, lástima que sea peronista, pero a veces el odio garpa, y ahora Miguelucho se dio cuenta porque quiere que lo vote alguien más que su familia y sus empleados”, lo castiga un colaborador de Mauricio.
El mismo que auspicia y celebra todas las dosis de xenofobia que pueda liberar, para delimitar a la nueva obsesión de la Casa Rosada: Felipito Solá, que ahora quiere ser candidato de unidad del panperonismo. “No pasa el peine fino. Podrá hablar mucho y hacerse el progre, pero además de tener una larga trayectoria cagando aliados, tampoco es tan limpito como parece”, asegura uno de los jóvenes que trabaja con De Andreis y se encarga de medir en todo el país el perfil y las debilidades del ex secretario de Agricultura de Menem.
Ahora se muestra comprensivo y autocrítico con su pasado. Incluso con la Masacre de Avellaneda, cuando era gobernador bonaerense y la policía que dependía políticamente de él asesinó a dos jóvenes. Pero hasta Felipe sabe que esos crímenes políticos son una de las pocas cosas que Macri le valora, aunque ahora ya no se lo dirá. Prefiere seguir celebrándo a Pichetto, que en estos días estaba en el mismo lugar del Senado, liberando el mismo veneno, pero con otros destinatarios. Qué horror cuando ya sea tarde, y Miguel con Pato estén tocando en mi cucha.