“Hicieron un gran trabajo explotando mi vida” es una de las tantas cosas que dijo Britney Spears en el momento de romper el silencio en la reciente audiencia judicial. Britney –considerándose a sí misma una víctima de tráfico sexual y revelando cosas como que su padre la obligaba a ponerse un DIU– viene luchando desde hace años por lo mismo: poder ser dueña de su vida y de su patrimonio. No puede ser casualidad, entonces, que la pelea de una súper estrella pop adulta y la aparición de la robot cantante, modelo e instagrammer Miquela sean de la misma época. ¿Qué? ¿Nunca escucharon hablar de Miquela? Sigan leyendo.
Me la presentó un amigo un sábado a la tarde. Estábamos chateando en un grupo de Whatsapp cuando dijo, abiertamente, que se había erotizado con una mujer de Instagram y que después se había dado cuenta de que era un robot, un holograma. O algo así. Mi amigo se preguntaba cómo podía ser. Nos invitaba a que entráramos al perfil de Miquela y confirmáramos que no se había vuelto loco. No quedó otra. Y no, no estaba loco, era difícil escaparle a la confusión.
Miquela nació en el momento en que se creó su perfil de Instagram, en 2016. Hoy, seis años después, tiene tres millones de seguidores, unas veinte canciones publicadas en Spotify, cientos de publicidades para marcas como Prada, Gucci y Chanel, miles de interacciones con sus fans y participaciones en unas cuantas campañas políticas –a favor del Black Lives Matter, o en contra de la transfobia–. Todas estas cosas no sonarían tan raras si no recordáramos que ella es un robot, que siempre tiene diecinueve años y que fue creada por Brud, una misteriosa startup de Silicon Valley. Miquela, con su cara caribeña y unas pecas simpáticas en los cachetes, su cuerpo sin un gramo de más y sus dos colitas a lo princesa Leia, parece humana. Al preguntarle a Brud qué tan real es su creación, ellos responden que es tan real como Rihanna.
Pero el aburrimiento con Miquela –para los especialistas no es un robot ni una creación de inteligencia artificial, sino un personaje de ficción que necesita guionistas y diseñadores– no tardó en llegar. Sus dueños encontraron que, al no tener conflictos y al estar siempre impecable, quienes entraban a su perfil de Instagram no encontraban nunca nada nuevo. Para solucionar eso los guionistas quebraron la ficción y dijeron que la cuenta fue hackeada por otra robot llamada Bermuda, que subía fotos suyas. Tiempo después se reconoció que Bermuda era un personaje de la misma empresa de Miquela, que todo era parte del show. Ahora las dos “criaturas” –una apoya las causas más progres y la otra, a Donald Trump– son “hermanas” y “amigas”. El abuso de comillas en este caso debería estar permitido.
Al preguntarle a la empresa Brud qué tan real es su creación, ellos responden que es tan real como Rihanna
Por otro lado, tenemos los dilemas al mejor estilo Black Mirror que se les presentan a quienes consumen el contenido de esta mega influencer. El perfil de activista social de una herramienta de marketing hace dudar, que una imagen creada por diseñadores gráficos sea el estándar de belleza pone en cuestionamiento todo, que esté dejando sin trabajo a los modelos es deprimente. Y demás. Miquela, la que más seguidores tiene del incipiente club de robots influencers, la que grabó canciones con Rosalía, la que fue elegida por la revista Time como una de las veinticinco personas más influyentes de internet en 2018, sale de la virtualidad y nos hace pensar.
Los fanáticos de Britney fueron quienes más fuerza hicieron para que la dejaran decidir sola y no la controlaran. ¿Pasará algo así con esta especie de maniquí digital? Si la compra una empresa o un gobierno con políticas e ideologías nefastas, ¿saldrán los fans a gritar que eso no encaja con ella? Hasta ahora todo está en veremos, hasta ahora el negocio de alguien que hace exactamente lo que se le pide es redondo y da miedo.
Me imagino a Miquela en una entrevista diciendo que está con el movimiento #FreeBrintney, explicando emocionada que ella entiende lo que es la esclavitud. Si los guionistas de Brud quieren usar mi idea no les cobro nada. Todo sea por la libertad de los robots.