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Entrevista con Christine Lagarde: “La deuda de los emergentes es el principal peligro para la economía global”

El último fin de semana Christine Lagarde viajó a París para participar de la gala anual de Baker McKenzie, uno de los estudios legales más poderosos del mundo donde la directora del FMI construyó su carrera antes de lanzarse a la política. En un gesto poco habitual brindó una muy extensa entrevista a Les Echos, el principal diario económico de Francia.

Durante su última conversación con el mismo medio, a comienzos de este año, Lagarde había advertido que la guerra comercial entre Estados Unidos y China para apropiarse del crecimiento mundial impactaría en la confianza de los inversores, en las tasas de interés y en el valor de las monedas de los países emergentes.

En esta oportunidad, la cabeza que (entre varias otras preocupaciones) está rediseñando la economía argentina, admite con espanto la posibilidad de que haya que reestructurar las deudas de países como el nuestro y, en un guiño contradictorio, se lamenta por el retroceso global de la democracia al mismo tiempo que elogia la gestión de Trump y el programa económico del recién electo Bolsonaro.

¿De qué habla Lagarde cuando le corta el teléfono a Dujovne? Entre otras cosas, de lo que puede leerse aquí:

 

¿Cuál es la principal preocupación de la directora general del FMI cuando observa el mundo? ¿La economía o la política?

Indudablemente, la política. La situación económica coyuntural no es alarmante en el estado actual, aunque debemos vigilarla de cerca y tenemos inquietudes estructurales considerables. Por ejemplo, sobre los niveles de endeudamiento. En cambio, sí estoy profundamente preocupada por la evolución política del mundo que puede acarrear consecuencias económicas pesadas.

Nathalie Loiseau, la ministra francesa de Asuntos europeos pronunció la siguiente frase: “Vivimos en una representación de 50 sombras pardas”. Se refería al giro autoritario en Europa y sonó muy fuerte…

La referencia a las “camisas pardas” es evidentemente potente. Por mi parte considero que la situación requiere una gran vigilancia, pero no debemos olvidar la perspectiva histórica. Si observamos los últimos cuarenta años del mundo, ¿qué vemos? Hay una progresión del número de regímenes democráticos, mejora significativa del nivel de vida general, reducción masiva de la extrema pobreza y una espectacular mejora de la salud, verificable en el alargamiento de la duración de la vida y la disminución de la mortalidad infantil. Es cierto que, por primera vez en 2017, el número de regímenes democráticos bajó levemente. Las elecciones recientes mostraron la fuerza de los populismos y una apetencia por regímenes autoritarios, de derecha y de izquierda, que es realmente preocupante.

¿Se puede ubicar en la misma trinchera populista lo que sucede en Estados Unidos y lo que ocurre en Filipinas, Brasil o en Italia?

No, cada país tiene sus idiosincrasias, pero constatamos en muchos países los mismos fenómenos: estancamiento del nivel de vida de las clases medias y aumento de las desigualdades, sobre todo en Estados Unidos y China, pero también en Alemania lo cual es una novedad. De allí la atracción por tesis simplistas y populistas, la inquietud respecto a la globalización y la tecnología, así como la rabia contra las elites que no fueron sancionadas por los errores cometidos. En Estados Unidos incluso, más allá de la intensidad del debate sobre la inmigración, lo que domina es la cuestión del nivel de vida. Mucho más que en Europa, donde la cuestión migratoria es más importante.

¿Estamos ante el fin del mundo que conocimos desde la caída del muro de Berlín?

A partir de los años 1990, el mundo se organizó durante 20 años en un duelo que yo califico como amistoso entre Estados Unidos y China. Esa cordialidad mutua se transformó en competencia en múltiples sectores. La próxima etapa probablemente determinará el equilibrio geopolítico hacia el que se dirige el mundo.

¿Las elites son conscientes de lo que está sucediendo?

Después de la crisis de 2008, hubo una consciencia aguda de lo que había que hacer: reglamentar algunos sectores financieros, relanzar las economías, rechazar el proteccionismo, preservar y mejorar la cooperación. Hoy, las cosas no suceden así. La reglamentación financiera retrocede, con la excusa de la simplificación. Vuelve el laxismo. Aprecio que Janet Yellen [ex presidenta de la Reserva Federal, NDR] haya lanzado un grito de alerta hace algunos días recordando 2007.

¿Cuáles son los riesgos financieros precisos que usted advierte?

Los centros nodales de los riesgos no son los mismos que en 2007. El sector bancario está relativamente asegurado y los riesgos se desplazaron a la periferia del sistema. Además, el endeudamiento global, tanto de los actores públicos como privados, siguió aumentando. Hoy representa 220% del PBI mundial, un aumento del 60% en diez años, unos 182 billones de dólares de deudas. Además, el 40% de los países con ingresos bajos presentan situaciones inquietantes en lo que respecta a sus niveles de endeudamiento. Ahora bien, y eso lo tenemos claro, solo hay cuatro formas de reducir el endeudamiento: la inflación, el crecimiento que permite reducir los déficits, el ajuste presupuestario y….¡la restructuración!

¿Qué respuestas diferentes del populismo se pueden brindar a las demandas de los pueblos?

Voy a sorprenderlos. El FMI estima que la respuesta pasa por más apertura, fundamentalmente de los servicios (demasiado tarificados), lo que permitiría ganar en productividad. Pero lo esencial es que la globalización debe evolucionar de una manera diferente, con más respeto por las reglas de juego, y también del medio ambiente y con más preocupación por la inclusión de los pueblos. En muchos aspectos, Donald Trump tiene razón. La libre competencia debe ser “fair” en todos los aspectos, y me alegra que las autoridades chinas hayan anunciado recientemente su voluntad de abordar ¡todos los temas!

¿Usted qué les dice a los chinos cuando se reúne con ellos?

Hasta hace muy poco querían seguir siendo considerados como país en desarrollo, lo cual es a la vez correcto e inaceptable. Pero ahora están claramente dispuestos a conversar y no podemos más que apoyar los avances en esas discusiones. China, al igual que el resto del mundo, tiene todo por ganar en esas conversaciones.

¿Donald Trump va a ganarle la pulseada a Pekín?

Tiene argumentos sólidos. Su método, si se funda en una estrategia win-win, podría permitir que avancen los intercambios, pero no será fácil.

Usted reclama comportamientos más justos en materia de comercio, ¿eso se aplica también a los gigantes de la economía digital?

Sí, también debe aplicarse a las GAFA y a las empresas estatales chinas. La optimización fiscal es legítima…hasta cierto punto. La imposición a las ganancias no es el único tema sobre la mesa. También está todo lo vinculado al desequilibrio provocado por la constitución de oligopolios en la gestión de los datos. Tendremos que encontrar soluciones a todas esas cuestiones.

¿Cómo se podría avanzar?

Ir hacia un desmantelamiento de Google, Baidu y otras no nos permitiría llegar a un nuevo equilibrio que favorezca la llegada de nuevos jugadores. Lo que valía para Microsoft no resulta necesariamente útil hoy. Pero, incontestablemente, hay un problema que recuerda el debate sobre las empresas “too big to fail” en materia financiera hace diez años.

¿Considera que la economía norteamericana está llegando al límite de un ciclo muy favorable que duró diez años o no?

Hay tesis en sentidos contrapuestos. El Tesoro norteamericano y Donald Trump piensan que el crecimiento, que es del 3% hoy en día, puede acelerarse y pasar al 4%, incluso al 5%. La reforma del impuesto a las sociedades los va ayudar en ese sentido, según estiman ellos. En el FMI, pensamos que el relanzamiento presupuestario va a agotar sus efectos con el tiempo y que muchas inversiones ya fueron anticipadas y efectuadas. Nuestras previsiones hablan de un retorno del crecimiento norteamericano al nivel de su crecimiento potencial, alrededor del 2-2,2%.

¿Cuál es su opinión sobre Brasil y la política económica del nuevo gobierno?

Por ahora, el programa del nuevo presidente no está del todo claro. Pero me alegra su voluntad de comprometerse con la reforma de las jubilaciones que su predecesor, Michel Temer, no pudo poner en marcha por razones políticas.

Los indicadores negativos de la zona euro, ¿anuncian un bache momentáneo o se trata de un problema más profundo?

Podemos constatar una mejora de las cifras de desempleo. Eso es positivo. Más allá de eso, es imperativo finalizar la construcción del euro y la unión bancaria. También resulta necesario montar un gran mercado de capitales, abierto al conjunto de los países de la zona. Pero todo eso necesita una voluntad política y una armonización mínima de las reglas de quiebra. También será necesario hacer evolucionar las políticas fiscales. La situación italiana complica un poco esta última tarea.

¿Considera posible un escenario de explosión de la zona euro?

No lo creo. Los italianos valoran la zona euro. La realidad y la confrontación al poder acomodan las miradas. El mensaje de los mercados producirá efectos. Dicho esto, sería negativo constatar que una construcción política debe su supervivencia solamente al poder de los mercados financieros.

Angela Merkel, que ya anunció que transita su último mandato, ¿jugó un rol positivo en la construcción europea? Y, de ser el caso, ¿cuál?

Sí, sin ninguna duda. Como todos los jefes de gobiernos de la zona euro, defendió a su país, su sistema, sus bancos, sus exportaciones. Durante la crisis de 2008, junto con Nicolás Sarkozy, jugó un papel determinante para sostener a las economías de la zona euro.

¿Qué balance hace de las reformas iniciadas hace un año y medio en Francia y qué le parece que aún queda por hacer?

El conjunto de las reformas impulsadas por Emmanuel Macron para recuperar envión, desbloquear la economía, relanzar el trabajo, el espíritu de empresa, su determinación para reformar -para poder mantenerlos- los regímenes de jubilaciones, y fundamentalmente los regímenes especiales, aportar flexibilidad al Código laboral, mejorar en serio la formación profesional y, ahora, revisar el régimen de seguros de desempleo es verdaderamente impresionante. Sobre la reforma del gasto público, que consideramos fundamental, el gobierno debe todavía desarrollar su proyecto. Más allá de esa limpieza, esperamos ver cómo operarán todos esos cambios. Francia tiene muchas ventajas  y hay una fuerte expectativa hacia Francia en el mundo.

¿Es posible conciliar un proyecto de armonización fiscal europea y la tentación de utilizar el arma impositiva para atraer a las empresas a cada uno de los países?

En materia fiscal, la problemática cambia profundamente. Por ejemplo, con el BEPS [el Base Erosition and Profit Shifting es un proyecto del G20 y la OCDE, NDT], destinado a luchar contra la optimización fiscal de las empresas, con el lanzamiento del intercambio automático de informaciones fiscales que se extiende o los esfuerzos en dirección de los paraísos fiscales. En cuanto al impuesto a las empresas, la carrera hacia la tasa impositiva más baja conduce a todos los países hacia tasas más flexibles. Por otra parte, se plantea la pregunta por las tasas y los niveles de esa imposición. Todavía subsisten muchas exenciones, excepciones, nichos fiscales, lo que lleva a una situación confusa y muy compleja. Europa ganaría al ser más transparente y legible en ese terreno, y la cuestión en torno al ingreso necesario para financiar el gasto público seguirá planteándose de todas formas.

Durante los últimos meses se habló de sus ambiciones respecto a un puesto a nivel europeo. Usted lo desmintió. ¿No le resultaba interesante?

Voy a terminar mi mandato en el FMI en junio de 2021.

Para terminar, ¿piensa que de aquí al final de su mandato verá el inicio de una desglobalización?

Tendremos que encontrar la forma de reinsertar las identidades, las culturas y las lenguas en una economía mundial mejor abierta. Regresar a las viejas fronteras comerciales sería terriblemente peligroso. Tenemos que reinventar otra globalización, un nuevo multilateralismo.

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