Fortunato Mallimaci es uno de los más destacados especialistas en sociología de la religión en América Latina. Desde hace décadas estudia la sociología histórica del catolicismo en Argentina, sus articulaciones con otros grupos religiosos y con las políticas sociales en sectores populares.
A partir de la lectura de su último libro “El mito de la Argentina laica” y de algunos de los artículos en los que explora las tensiones entre política, Estado y lobby religioso le propusimos cuatro preguntas para intentar comprender el lugar del evangelismo en nuestro país, sus vínculos con los partidos políticos mayoritarios y sus relaciones con el mundo empresarial. También conversamos sobre una nueva forma de inserción de algunas corrientes evangelistas en las políticas sociales gracias a financiamientos nacionales e internacionales.
Pero quisimos evitar la demonización que circula en torno a los evangelismos, fundamentalmente a partir del rol clave que parte de ellos jugaron en las victorias electorales de Trump y Bolsonaro, para intentar comprender lo mejor posible el lugar que buscan ocupar en la política argentina.
Teniendo en cuenta la cantidad y compromiso de sus fieles, ¿cuál es el peso del evangelismo hoy en Argentina en comparación con el culto católico?
Sobre el evangelismo siempre es importante hablar en plural, en Argentina hay muchos evangelismos. Es cierto que de 1980 en adelante se expandieron y hoy ya podemos analizarlos en distintos grupos sociales y regiones.
Para empezar, están agrupados en distintas federaciones. Está la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE), que nuclea a lo que se llamó el protestantismo histórico, el protestantismo de migraciones: metodistas, luteranos, anglicanos, adventistas, que siempre tuvieron un peso político relativamente importante. También podría nombrarte a la Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), donde hay una cantidad muy importante de pastores. Pastores que tienen una presencia muy fuerte en sus comunidades en todo el territorio. En ese grupo se destacan varias iglesias: las bautistas, las asambleas de dios, las iglesias del evangelio cuadrangular, con distintos matices en algunos temas. Después está la Federación evangélica de pastores pentecostales que nuclea a otros grupos. Y luego hay muchos pastores en Argentina que se nuclean en pequeños grupos y van buscando asociaciones más pequeñas.
También está presente y tiene mucho peso mediático, en las redes, en la televisión a la noche, pero muchísima menos presencia que en Brasil, la Iglesia universal del reino de dios. La que todos conocen como “Pare de sufrir”. Manejan mucho dinero, son en su mayoría pastores brasileños que están acá y proponen una serie de ofertas por grupos sociales, tratan de presentarse como grandes defensores del orden y de ciertos valores. Pero hay que entender que en Argentina todavía son pocos.
Te propongo un ejemplo para analizar cómo se posicionan en nuestro país. En la marcha que se hizo contra la legalización del aborto, la Iglesia universal del reino de dios no participó. La FAIE se expresó por la despenalización del aborto, y en algunas iglesias apoyaron la ley. La que claramente se opuso y movilizó a muchos fieles fue ACIERA, que sostenía buena parte de los argumentos en contra que circularon por los medios.
En los últimos estudios que hicimos contabilizamos aproximadamente un 11% de todo tipo de evangélicos en Argentina (incluyendo a los pentecostales, los protestantes históricos, los testigos de Jehová, los mormones y la iglesia universal del reino de dios). Hoy posiblemente sean un poco más.
El caso de la iglesia católica, por su parte, es de mucha mayor presencia y peso en Argentina. Por los cultos, los ritos, la cultura, por santos, por procesiones. En Argentina política y religión siempre estuvieron muy unidas, eso no es nuevo. Además, la presencia de la iglesia católica como un actor fuerte en lo político y en lo religioso a nivel del Estado, de los partidos políticos, de los gobiernos provinciales y comunales es desde hace muchísimo tiempo muy importante. Y, sobre todo, juega un papel clave al acompañar al Estado en la distribución de políticas sociales, culturales, sanitarias, y en la presencia también clave de CARITAS que funciona como organización no gubernamental y es muy importante.
¿Hay un peso particular de las iglesias evangélicas en el conurbano bonaerense?
La presencia del evangelismo no es igual en todas las regiones de Argentina. En el caso del conurbano la presencia es importante pero no muy por encima de la media nacional, del 10 al 11 %. La desafiliación es el fenómeno distintivo del conurbano. Es decir, la cantidad cada vez más importante de personas vulnerables, empobrecidos, de sectores que no tienen trabajo o hacen changas, que no tienen calificación ni trabajo cotidiano. Y eso se explica por una desafiliación muy grande del Estado, de los sindicatos, de lo cultural y también de lo religioso.
En el conurbano son muchos más que todos los evangélicos juntos los que nosotros en nuestros trabajos denominamos los indiferentes. Es decir, la gente que dice “no estoy en nada”, creo en dios, en algunas cosas religiosas, pero no me hablen de nada más. Lo mismo ocurre para la mayoría del enorme mundo católico, son “cuenta propia”. Rearman su propia creencia religiosa y tampoco participan del templo ni de la institucionalidad.
¿Qué rol desempeñan los evangélicos en materia de contención social y espiritual?
Lo que viene sucediendo los últimos años es que en los municipios, y ahora más articulado con el PRO y el ministerio de Desarrollo Social nacional, hay una política activa hacia los grupos evangélicos para organizarlos, darles tarifa social, impulsarlos a que se sumen a la política social que se hace en la provincia a partir de ofrecer contención, participar en la lucha contra las adicciones, apoyar en materia de alimentación y vestimenta. Y, sobre todo, participar en la contención a familias que hoy no encuentran posibilidades de hacerse un espacio en esta desestructuración a partir de la pérdida del trabajo que te mencionaba, ese no saber qué va a pasar mañana.
Hay comunidades en la mayoría de los barrios del conurbano que hoy están integradas por gente proveniente del pentecostalismo. Eso es importantísimo, porque no solo juegan un rol de contención, sino que también otorgan fuerzas para intentar mirar un poco más lejos. Entonces, también acá se combina lo social con lo espiritual, y al analizar eso hay que tener mucho cuidado. En América Latina el mundo social y religioso, político y religioso, cultural y religioso se vincula porque la religión se piensa también para crear condiciones para estar mejor, para juntarse en un lugar mejor, para ir a algún espectáculo musical mejor, etc. El conurbano bonaerense tiene en esos sentidos un dinamismo y una creatividad muy grandes.
Ante la desestructuración de las familias que se vive hoy uno podría dejarlas que se rehagan individualmente, pero eso fracasa. O se puede intentar, en comunidades donde el pastor surge de ahí, vive ahí con otras familias parecidas, que le respondan y asistan al culto, que se organice la vida en común, la cotidianeidad. Y recobrar así una promesa que en algún momento se pueda cumplir en el marco de esa espera. Por ejemplo, en un grupo evangélico pentecostal que el varón deje de tomar significa menos agresión, menos violencia de género, mayores posibilidades de responder a las exigencias cotidianas. Entonces creo que hay que mirar desde ahí a este fenómeno.
El pastor muchas veces representa más a esas comunidades que viven esa desestructuración familiar, y culpan mucho al Estado y a los políticos porque son años y años en los cuales no encontraron mejoras para sus vidas. Solo las encuentran al interior de la comunidad. Y con el tiempo esos mismos grupos comienzan a demandar, a exigir al gobierno municipal, al provincial y al nacional mejores condiciones de vida. Y varios de ellos lo hacen a partir de valores muy orientados a la familia.
Y, dentro de esos temas, en algunos casos cobró importancia la oposición al aborto y otros grupos lo manifiestan a partir de la oposición a la educación sexual integral, en la medida en que varios de estos pastores y sus comunidades creen que son ellos, los padres, los que tienen que educar en estos temas. Porque creen que si lo hace la escuela sus hijos perderán cierto orden, cierta regulación y cierta manera de comportarse que les permitió reorganizar su vida.
Se suele pensar al evangelismo asociado a una ética del esfuerzo individual, en sintonía con cierta lógica empresarial, que explicaría su éxito al acompañar situaciones límites: adicciones, presos, etc. ¿Se trata de una mirada sesgada que solo atañe a un sector del evangelismo o es realmente un rasgo distintivo?
La ética comunitaria es una ética de pequeño grupo de gran afinidad, que refuerza los lazos de los que están juntos. E insisto en que muchas veces lo hace en contextos en que esos lazos no existen o están lesionados por problemas de inseguridad, desempleo.
Es cierto que varios de los pastores, que vienen del grupo y que actúan en las comunidades, participan y se forman en iglesias más importantes, pero otros pastores se hacen también como pueden. Van a predicar a una plaza, y si tienen un grupo que los sigue se ocupan de sostener al grupo y muchas veces los templos son las propias casas de un barrio, y la gente la conoce, la tiene cerca y va.
La idea del catolicismo como concepción es que la iglesia es la que ayuda a salvar, es la iglesia la que da la bendición, es la iglesia la que me lleva. Es decir, es una estructura social en la que los individuos se encuentran. En estos evangelismos es al revés, acá es cierto que prima la idea del esfuerzo individual. Cristo me llama, Cristo me busca y Cristo me convoca en un pequeño grupo, y esos grupos pueden ir cambiando.
Hay utopías que son solidarias y hay utopías que son de pequeño grupo. Eso es algo que se ve a lo largo de la historia y que puede ser útil recordar para analizar estos fenómenos. La promesa neoliberal encuentra cierto encanto en personas que como te dije no creen en el Estado, no creen en el sindicato, no creen en las organizaciones sociales en las cuales históricamente otros colegas trabajadores o desempleados o explotados vivieron y creyeron.
Y entonces prima el esfuerzo individual y el mérito. Pero no el mérito del industrial, no es el mérito que Weber decía llevaba a acumular y al acumular a volver a invertir, y a un ascetismo intramundano. No, es una individuación que se expresa en un “Jesús está conmigo” y “Jesús me llama a mí con mi nombre”, y al darme mi nombre me siento identificado y me siento reconocido. Lo que sucede es que esa situación es de distribución de bienes simbólicos y materiales escasos, escasísimos. Por eso puede ser un caldo de cultivo de la antipolítica, que también se expresa en otros grupos sociales por razones distintas. Pero que en estos grupos se puede traducir en un “no les creemos más a los políticos corruptos, que nos destruyen la familia, que tienen valores que no son los centrales para nosotros”.
Ahí hay una dinámica nueva. ¿Por qué? Porque en América Latina y en Argentina los partidos políticos consideran a los grupos religiosos como una extensión de su presencia en el Estado y en la política territorial. Hubo y hay convocatorias a grupos religiosos desde el Estado para que participen activamente. Y luego hay pedazos del Estado que son colonizados, por ejemplo las cárceles. El hecho de que haya pabellones evangélicos, cuando en principio solo puede ir un capellán católico que a su vez es pago, demuestra las negociaciones en el servicio penitenciario para tener pabellones a los que la mayoría quiere ir porque están más pacificados, más controlados, más ordenados.
Lo mismo sucede con el tema de las adicciones, donde hay muchísimos grupos evangélicos, y también católicos aunque aparecen menos, que aplican una suerte de política de shock para cortarle su “mundanidad” al adicto, y a partir de ahí lo impulsan a rehacer su vida con una comunidad y un mundo afectivo que no encontraba en esa situación previa de desestructuración del mundo. A veces no les queda otra posibilidad porque el Estado los deja a la intemperie. Y cuanto más ausente está el Estado más los grupos religiosos encuentran espacios de compromiso y participación.
Es cierto que los sectores populares empobrecidos se encuentran más en el mundo evangélico que en el católico, aunque el católico –como se vio hace poco en Luján- sigue teniendo una activa y continua presencia en sectores sindicalizados, en obreros organizados.
No por nada la vieja consigna que quebró a la dictadura cuando el movimiento obrero hizo la primera huelga, “Paz, Pan y Trabajo” con Ubaldini y en San Cayetano, fue la consigna que convocó ahora a cientos de miles de trabajadores, la mayoría del movimiento sindical argentino, bajo la tutela de un obispo católico y del resto de los obispos católicos, y del propio Papa que acompañaba.