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José Montesano: “Los pibes del voley escuchaban mi voz”

Una de las tres medallas para el deporte argentino en los Juegos Olímpicos de Tokio la consiguió el seleccionado masculino de vóleibol. Doce jugadores se colgaron el bronce que les brillaba en el pecho orgulloso. Y una persona más lució el premio, al menos por un rato: José Montesano. El periodista y relator que trabaja en TyC Sports tiene un vínculo tan fuerte con el equipo que fue invitado a compartir el podio para festejar un logro que era de los jugadores pero también un poco de él.

“Fue rarísimo, jamás había visto algo así. No sé qué les pasó a ellos, fue un momento de euforia, no podía entenderlo, yo me estaba yendo con la medalla de Solé puesta. Puede que hayan sentido que estuve al lado de ellos. Yo sentí que siempre estuvieron al lado mío”, dice ahora José, el “Mosquito”, ya desde su casa en Buenos Aires.

“Y alguno me decía ‘dale, viejo emocionate, llorá’. Es muy loco de explicarlo. Cuando lo veo no lo puedo creer. Este es un lugar exclusivo de ellos y yo quedé ahí metido en medio de estos pibes. Era muy difícil de acceder, había mucho protocolo y ellos me invitaron. Es fuerte y quizás todavía no me terminó de caer la ficha”.

En 2016 a Montesano le detectaron un linfoma de Burkitt. Ese cáncer en los ganglios lo sometió a siete quimioterapias durante nueves meses. Luego de superar la enfermedad,  volvió a relatar en un Argentina-Chile en agosto de 2017, en Jujuy, donde había varios jugadores de este equipo de bronce. En aquel momento le hicieron un video para recibirlo y “algunos de ellos me dijeron ‘gracias por no morirte’”, recuerda.

Haber superado el cáncer, ¿te hace vivir tu trabajo de otra manera?

Es difícil de explicarlo. Hay momentos en los que se me vienen imágenes a la cabeza o gente que me ayudó como médicos, amigos, compañeros, enfermeras. Trato de hacer bastante hincapié en eso, trato de acordarme de quien la está pasando mal, de los médicos, de las enfermeras, incluso antes de la pandemia. A mí me influye esa experiencia, no sé si tan consciente, pero sí me ha sensibilizado todo este camino de superación con respecto al cáncer. Intento dar un mensaje y apoyar todo lo que tiene que ver con la salud, y me parece que hay una empatía también con cierta parte de la gente a partir de lo que me ha pasado. Eso es medio inevitable. Por más que yo no quiera hay un montón de gente que se siente identificada con mi situación. No quiero ponerme en un lugar que no corresponde, sí quiero hablar de una enfermedad con claridad, con nombre y apellido, eso sí me parece que es una obligación de mi parte. En estos Juegos terminó un partido, me fui al baño y me puse a llorar solo porque se me vinieron un montón de cosas a la cabeza.

¿Desde cuándo sentís que tus relatos son tan emocionales?

Siento que siempre fueron así. En algún momento dudé si estaba bien, si ese era el camino. Y después me di cuenta que era como lo sentía, que el relato tiene que tener pasión, emoción, que tiene que tener distintos matices y tonos. Y yo cada vez le pongo más. Ahora siento que le estoy poniendo mucho desde lo físico: desde la cabeza y  desde la garganta. Lo siento así desde que empecé a relatar a Estudiantes de Olavarría en básquetbol. Y tomo normalmente cada partido como algo especial porque para mí es especial poder relatar cualquier partido de vóleibol o de básquetbol.

El contexto dio para que todo explotara de la manera que explotó, con un montón de gente que tiene cosas guardadas y malos momentos de este último año y medio

En Tokio, junto al histórico jugador de voley Hugo Conte, padre además de Facundo “el Heredero” Conte

¿En qué momento te diste cuenta en Tokio de que estaban pegando muy fuerte tus relatos?

Hay gente que no te conoce, que te escucha en unos Juegos Olímpicos o en un Mundial y se da cuenta de cómo relatás o de las cosas que decís. Bueno, bienvenidos. Empezó a pasar en la derrota 3-2 contra Brasil en el grupo. Ahí hubo algo diferente porque el partido fue en un buen horario para lo que representaba la diferencia con Japón, se miró bastante y salió un buen partido, muy raro. Y en el triunfo contra Estados Unidos el equipo empezó a avanzar, entonces el hecho de que nosotros estuviéramos ahí me parece que también influyó. Éramos casi los únicos, no había casi nadie: era el equipo, el cuerpo técnico y 15, 20 con toda la furia de argentinos, en un estadio para 12.000 prácticamente vacío.

Tus relatos los escuchaban los protagonistas, entonces…

Fue loco por la distancia. Me ha pasado y me pasa en la Liga, en canchas con poco público, cerca de los bancos de suplentes con los que intercambiamos algún gesto. Pero acá estábamos en los Juegos Olímpicos, y muy alto y lejos en un estadio muy grande. Yo nunca me lo cuestioné, a pesar de que alguien me dijo que me fijara en los tonos. Yo estaba laburando. Pasaron cosas raras: contra Estados Unidos los suplentes miraban para arriba tratando de ubicar quién era el que estaba relatando de esa manera. Después los pibes empezaron a decirme que escuchaban mi voz. De alguna manera eso fue llevarles la voz y el aliento de quienes estaban mirando a la distancia.

¿Cómo nacieron los apodos para estos jugadores?

El Heredero, para Facundo Conte, por ser el hijo de Hugo, le podría haber surgido a otro pero lo usé yo y quedó como distintivo. El Nene malo a Sebastián Solé se me ocurrió en un viaje por la Liga: entramos a la habitación del hotel y estaba sonando Nene Malo, que estaba de moda, y lo tiré en el partido. El Nene porque Brunito Lima es de los más jóvenes del plantel. El Tanito Danani y el Polaco Poglajen ya lo tenían. Palacete Palacios porque él usa ese nombre en su cuenta de Twitter. Por ahí uno me mete un sobrenombre y no pega o  a la hora de meterlo en el relato no queda justo o no suena bien. Me gusta jugar con eso. Y lo que también es importante es mencionar los lugares de donde son cada uno de los deportistas, porque en ese momento ellos están representando al lugar donde nacieron y en el que empezaron a practicar deporte.

¿Y cómo aparece lo de combinar Pink Floyd, con otro ladrillo en la pared, y Los Pibes Chorros, con las manos de todos los pibes arriba, para los bloqueos?

Nosotros en una época de la Liga jugábamos con la música, en algo que para mí era una genialidad. Todo el grupo de laburo tenía que estar concentrado. Si yo decía “un misil”, poníamos “Un misil en mi placard” de Soda Stereo, no podía ser otra. En los bloqueos usábamos “márchate ahora…”, en los toques “Suavemente” de Elvis Crespo. Nos divertíamos. Lo dejamos de hacer, pero a mí me quedaron las frases. Si no uso esos recursos, el relato quedaría muy repetitivo si digo siempre bloqueo, recepción o remate.

El camino de Montesano como relator comenzó con el básquetbol en 1992. El primer partido fue Estudiantes de Olavarría – Gimnasia La Plata por el Torneo Nacional de Ascenso. Y al año siguiente se metió en el vóleibol, con la campaña del equipo femenino de Racing de Olavarría, su ciudad natal.

Una extensa trayectoria con picos de reconocimiento durante determinados eventos masivos como la Copa del Mundo de básquetbol en 2019 y una definitiva fama en estos JJOO.

Así lo analiza José: “Lo que me pareció más raro fue que en un programa de fútbol, el Pollo Vignolo y Ruggeri hablaran de mis relatos. Lo de Luquitas Rodríguez fue tremendo porque ayudó a difundir, le puso onda y la gente se enganchó. Dalma Maradona se prendió mucho con las transmisiones también. Y me llamaron de un montón de radios de todo el país. El contexto dio para que todo explotara de la manera que explotó. Un montón de gente que tiene cosas guardadas y malos momentos de este último año y medio, que hay tanto de tristeza, de amargura, de cosas feas, que cuando pasan cosas como esta la gente demuestra su alegría. Últimamente viene pasando que la gente se identifica bastante con los equipos deportivos, con esto de superación que tuvo este grupo que, en medio de una pandemia, estuvo 80 días afuera del país.”

Punto, punto, punto para Montesano que nos emocionó con sus transmisiones y nos acercó el sentimiento de un equipo y la pasión con la que él vivió cada momento a miles de kilómetros.

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