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Literatura y guerra: hablamos sobre Wërra con Federico Jeanmaire

El 24 de febrero, el planeta tierra vio el nacimiento de otra guerra: Rusia invade Ucrania. Y a pesar de que el mundo nunca dejó de estar sumergido en pleno conflicto bélico en muchas geografías, esta invasión llamó la atención de los medios, de las redes, de la sociedad en su conjunto sobre el tiempo que estamos atravesando. Pandemia y guerra: ¿es que todavía seguimos en el siglo XIX? En su última novela publicada en Argentina, Wërra (Anagrama) el escritor Federico Jeanmaire (1957) –ganador del premio Clarín de Novela, del Emecé y del español XXII Premio Unicaja de Novela – reflexiona sobre la guerra tomando como pista de despegue una batalla de la Segunda Guerra Mundial en Francia. Su novela activa un doble juego, una exploración múltiple: reflexividad y emoción sobre lo que todavía sigue siendo incomprensible, inconcebible pero sigue acá, entre nosotros, con una materialidad impresionante.

El comienzo de Wërra  parece muy similar a lo que habrá sentido gran parte de la población: de pronto nos enteramos que hay una nueva guerra en el mundo. ¿Cómo viviste la llegada de esta guerra entre Rusia y Ucrania? 

Wërra  empieza con un bombardeo francés a Siria en el año 2018 y el narrador, que se parece bastante a mí, se pregunta si suceden las guerras que no nos suceden cerca. Creo que la respuesta es todo lo que viene después, todo el libro quiero decir. Y la pregunta tiene que ver porque en Francia, donde yo estaba en ese momento, nadie se planteaba el horror de esa acción. Les parecía una cosa del gobierno, no del pueblo francés. La invasión de Rusia a Ucrania nos queda lejos a los argentinos. Tan lejos como aquel bombardeo del 2018. Sospecho que por eso hay lugar para plantearse cuál de los bandos tiene razón o por qué se originó o cuántos civiles mueren. La guerra es otra cosa. Ocurra en el lugar que ocurra. Es un horror absoluto. Los bandos no son bandos, son tipos poderosos que mandan a morir a personas que no tienen ningún poder por alguna razón que nunca tiene sentido. Jamás. Los muertos militares también cuentan, la mayoría de los soldados son soldados porque es un trabajo mejor pago que otros, no mucho más que eso, ni son patriotas ni están dispuestos a morir por cualquier causa.  

¿Cómo nace Wërra  y de qué manera encontraste esa estructura tan particular? De algún modo pareciera que se escribe como un diario, un devenir cotidiano. Y en ese sentido, ¿desde cuánto te interesaba la guerra como material narrativo? 

Estaba becado en una pequeña ciudad del sudoeste francés, Saint Nazaire. Se trata de un puerto sobre el río Loire, cerca del Atlántico. Un puerto que tuvo mucho que ver en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial. Nunca me interesó nada que tuviese que ver con lo militar, mucho menos con las guerras. Pero Saint Nazaire te obliga a pensar en eso. No creo que haya manera de no hacerlo: una enorme masa rectangular de concreto, la base de submarinos nazis, ocupa buena parte del puerto, es imposible no verla todo el tiempo. Así me fui metiendo en una batalla que se desarrolló allí en marzo de 1942. Mi intención fue meterme en las vidas de los chicos que murieron ese día, quiénes eran, cómo habían llegado hasta ahí. Contar la guerra, todas las guerras, a través de una batalla y de 187 muertes. 

Los muertos militares también cuentan, la mayoría de los soldados son soldados porque es un trabajo mejor pago que otros, no mucho más que eso, ni son patriotas ni están dispuestos a morir por cualquier causa.  

¿Ves a la guerra como una de las constantes de la historia de la humanidad? ¿Considerás que esta guerra en particular representa alguna particularidad respecto de las anteriores, las del siglo XX? 

La guerra es una de las más antiguas y persistentes locuras colectivas humanas. Y esta guerra supongo que tiene más prensa que otras porque se parece demasiado al inicio de las dos guerras mundiales del siglo XX. También, sospecho, porque ocurre en Europa y es fácil de filmar y pasar por televisión. Un horror que vende bastante más que otros horrores que suceden cotidianamente lejos de Europa. 

¿Toda ficción sobre la guerra es necesariamente un alegato antibélico? ¿Cómo ves tu novela en ese aspecto? 

Mi idea no fue alegar en contra de la guerra. Mi intención fue mostrarla, solo mostrarla. Aunque, claro, exhibirla supone, me parece, alegar en su contra. Quitar la heroicidad de las representaciones, por eso en el libro hablo de los soldaditos que fabricaba mi abuelo para el juego de los chicos o de la serie Combate o de las fotografías del aparato propagandístico nazi. Terminar con la idea de los héroes que mueren jóvenes por la patria fue una de mis ambiciones al sentarme a escribir Wërra .  

Y esta guerra supongo que tiene más prensa que otras porque se parece demasiado al inicio de las dos guerras mundiales del siglo XX. También, sospecho, porque ocurre en Europa y es fácil de filmar y pasar por televisión.

¿Qué sentís frente a la posibilidad o la idea de una Tercera Guerra Mundial? 

Miedo y lástima. Miedo de que efectivamente se produzca, la política a veces no mide sus desatinos, y lástima por cada una de las vidas inocentes, sean militares o civiles, siempre jóvenes y casi siempre pobres, que se truncarían a partir de esa locura de los políticos. 

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