Lucas Rubinich es un señor sociólogo. Especializado en temas de sociología de la cultura, autor de investigaciones vitales y profundas sobre la estructura del campo cultural y artístico argentino -que van desde la recepción de las primeras ediciones del Martín Fierro hasta la trayectoria del artista Roberto Jacoby- y atento indagador de las tradiciones, disputas de poder y metamorfosis en el mundo educativo, su pasión por la docencia y su relación descontracturada y productiva con el saber son una puerta de entrada de lujo para aquellos que pasaron por las aulas de la carrera de sociología de la UBA.
Además, como director de la Revista Apuntes de Investigación, Rubinich es un faro para generaciones enteras de sociólogos e investigadores. En esta mini entrevista responde sobre la situación educativa, Corea del Centro y la posibilidad de que las ciencias sociales construyan interpretaciones productivas acerca de la crisis actual.
¿Cuáles son las principales consecuencias cotidianas del deterioro presupuestario al que el gobierno somete a la UBA?
En verdad, el deterioro presupuestario afecta al conjunto del sistema universitario y científico. En algunos casos esto pasa de maneras más directas como en el CONICET y el INTI y en algunas nuevas universidades del conurbano bonaerense. Quizás menos a la UBA. Pero la cuestión es que no hay políticas que dinamicen la formación de las universidades públicas y se apuesta a su deterioro porque lo público para las miradas gobernantes es un competidor al que hay que destruir. Si la educación no es concebida como un servicio público, sino como un bien transable, se ve a estos espacios subsidiados como competidores que hay que destruir.
De hecho esta visión del mundo se afianza en los años noventa y ha producido una recomposición general del conjunto del sistema educativo. Claro que no se puede hacer esto con espacios todavía prestigiosos a nivel nacional e internacional, entonces la estrategia de los programas de Banco Mundial que se implementaron sin mediaciones en los 90 en toda América latina, es fomentar la competencia interna, producir fragmentación e impedir que la universidad se transforme en un actor colectivo con voz pública.
El carrerismo individual fomentado por las estructuras académicas reorganizadas en los noventa y que siguieron vivitas y coleando hasta el presente, es el elemento central que impide la formación de técnicos y profesionales que se pregunten por el sentido social y político de sus prácticas. Ese perfil corre el riesgo de producir contraelites y allí está el objetivo de políticas internacionales aplicadas desde los 90, que ahora desprolijamente se actualizan bajo la conducción de aventureros portadores de la cultura del capital financiero.
¿Cómo funciona La sociología ante el derrumbe, el espacio de reflexión que propulsás? ¿Cuáles son los principales temas que se tratan?
La carrera de Sociología de la UBA en momentos de crisis puede vitalizarse y es por eso que desde la Cátedra Sociología General impulsamos La sociología ante el derrumbe. En el marco de movilizaciones contra las políticas de ajuste, de toma de la facultad, nos parece que es importante dialogar con la vitalidad del movimiento estudiantil de sociología y hacerlo de la manera más productiva posible. Por eso en el horario en que se realiza la clase plenaria semanal conocida como clase teórica, estamos invitando a sociólogos a que desplieguen sus herramientas para pensar el presente. No es fácil hacer esto porque el clima individualista, carrerista es un fantasma que recorre las aulas universitarias y las salas de profesores. No obstante el clima de sociología, sostenido en la vitalidad del movimiento estudiantil, lo permite.
La primera reunión con invitados fue el jueves pasado y estuvo Ricardo Sidicaro, que habló de la destrucción de la representación política y trabajó como ejemplo la inexistencia de partidos. También sobre la importancia de que existan espacios deliberativos que hacen propuestas a la sociedad y que sostienen un programa. La experiencia de las internas abiertas fue analizada como un elemento significativo en la destrucción de los partidos políticos, en la medida que anula la posibilidad de que ese espacio se convierta en un constructor de opinión a través de las deliberaciones y debates de quienes son miembros de ese espacio. El papel de los sindicatos más allá de sus cúpulas burocráticas es visto desde esta perspectiva como un lugar donde hay lazo social y posibilidad de recomposición.
En fin, la propuesta es hablar del presente con mirada sociológica y eso quiere decir hablar de la descomposición del sistema republicano, del conjunto de instituciones que la cultura del capital financiero, ve como un obstáculo a su propuesta de maximización de las ganacias a como sea. Descomposición del estado, los partidos, los sindicatos.
Hace unos días tuiteaste que habitantes de Corea del Centro empiezan a proponer el arancelamiento de la UBA. ¿Se trata del mismo neoliberalismo de siempre o notás ciertas innovaciones discursivas en estas zonas de la intelectualidad afín al poder?
Creo que la situación de descomposición deja en posiciones patéticas a aquellos agentes de la cultura que directamente apostaron a un cambio que suponía el afianzamiento de instituciones republicanas frente a la desprolijidad de lo que llaman populismo. Desde la designación de jueces por decreto, la construcción de enemigos imaginarios, claramente en el caso Maldonado, el encubrimiento a las fuerzas de seguridad y la habilitación a que actúen libremente, la manipulación del poder judicial, etcétera, etcétera. Cualquier voz que desde el republicanismo cultural quiera defender lo actuado está en posición lamentable.
Por supuesto hay expresiones degradadas del periodismo que justifican cualquier cosa. Eso no es interesante analíticamente. Quizás es mejor ver la sumisión implícita de aquellos que quieren mantener alguna imagen de seriedad, pero cuyo monitor les dice cómo pueden adaptarse de formas más sutiles. Una de ellas es valerse de temas caros al progresismo aggiornado: el antivenezonalismo, que ignora la hecatombe violenta de México, la arbitrariedad de Honduras, el abandono de Haití; encontrar las desprolijidades de lo público y allí un aula sucia, un hospital deteriorado; pero también la idea de que todos los que tenemos algún ingreso mejor, debemos pagar por algo que ahora es gratuito como la educación. No hay una mínima relación con la brutal redistribución de ingresos que se realiza vía la quita de impuestos a los poderosos económicamente. Un punto de impuestos a la minera o a los sojeros, bastaría para recomponer presupuestos del mundo universitario y científico.
Pero el moderado de lo que han llamado Corea del Centro busca simpatizar con sus financiadores inconcientemente y dice algo aceptable para el progresismo aggiornado y, por supuesto para las políticas de Banco Mundial y para los agentes del capital financiero que gobiernan. La habilidad es decir algo que sea aceptado por el progresismo aggiornado y que resulta compatible con la cultura del capital financiero. Es una sensibilidad desarrollada para posar de independiente diciendo cosas del progresismo aggiornado compatibles con el status quo.
¿Cómo ves al estudiantado de sociología hoy, comparándolo con las camadas que cursaron y se recibieron durante el kirchnerismo?
El estudiantado de los momentos del kirchnerismo estaba en un clima de estabilidad y había politizaciones de algún modo más tranquilas y con aspectos reduccionistas. La grieta en las clases medias: unos ridiculizaban a los que gobernaban por vulgares y los otros a estos de gorilas y no se daban debates realmente interesantes. Por supuesto, sociología siempre es un caso particular porque hay variedad de miradas políticas y eso hace que los discursos reduccionistas queden más en evidencia y de hecho ocurría así.
Lo que pasa en momentos de crisis es que los estudiantes que tienen una mirada desnaturalizadora del mundo social, que permanentemente están pensando en la alienación, observan como las relaciones de fuerza quedan al descubierto y se producen implicaciones políticas más vitales. No es simplemente ganar o perder una elección, estás ante una catástrofe, entonces un porcentaje quizás mínimo, pero cualitativamente relevante de estudiantes, decide que tiene que tomar el toro por las astas, que no son simplemente un engranaje en el mecanismo educativo, sino que son ciudadanos con una mochila cultural importante y con responsabilidad pública. En sociología, por supuesto no solamente en sociología, estas situaciones generan grupos de estudiantes que se ven a sí mismos como parte de una potencial dirigencia política o cultural.