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Vicente Zito Lema: “Hay una naturalización de la tragedia” 

Por Martin Calissano

Es difícil encasillar a Vicente Zito Lema. Poeta, dramaturgo, periodista, abogado, filósofo y docente. Discípulo de Enrique Pichon-Rivere y de Jacobo Fijman, fue compañero de Julio Cortázar, Rodolfo Walsh, Eduardo Galeano, Haroldo Conti en distintos medios gráficos. Militante histórico de los derechos humanos y de la salud mental comunitaria, es fundador de la Universidad Nacional de Madres de Plaza de Mayo y del Encuentro Plurinacional de Prácticas Comunitarias en Salud, que tendrá su décima edición a partir del lunes 16 de noviembre.

Ya vamos a llevar casi 10 meses de pandemia. ¿Qué impacto pensás que tuvo la pandemia en la sociedad? 

Bueno, podría hablar del impacto que causó a nivel general en el mundo y podríamos luego hablar de qué paso con la peste en nuestro país. Por supuesto que hay siempre rasgos generales, la peste es una misma. Pero no es igual el impacto que produce en cada sociedad, ese impacto está ligado a las condiciones reales de vida que hay en cada sociedad. Por eso podemos hablar de un impacto más general y luego, como bien enseña la dialéctica, hablar del todo y luego ir a las partes, a nuestra sociedad argentina. Aquí también hay que hablar de las diferencias, porque no toda la sociedad argentina sufrió el mismo impacto. Los impactos se diferencian de acuerdo al lugar donde han ocurrido, y a las respuestas que las sociedades han tenido. Respuestas incluso culturales, políticas, también económicas, que en cada lugar del mundo ocasionó esta pandemia. No es lo mismo en los países de mayor desarrollo económico que en los países sometidos, precisamente, a la acumulación de la riqueza que va a caballo de la acumulación del poder militar, del poder de los medios de comunicación, de las capacidades técnicas científicas. Es decir, hay situaciones generales y situaciones particulares. Porque también aún, en estos países más desarrollados desde lo industrial, desde lo financiero, tampoco ha sido parejo los daños causados por la peste. Por más que en algunas partes del mundo, las diferencias entre la situación concreta material de reproducción que tiene la vida en algunos sectores en relación con los otros, los más poderoso, no sea tan diferenciada.

Y eso se acrecienta mucho más cuando vemos los países de Latinoamérica. Concretamente en nuestro país donde se han agudizado tanto las diferencias económicas, sociales, políticas de vulnerabilidad o de cierta arrogancia, a partir de justamente estar en el medio de la acumulación de la riqueza, hace que también los efectos sean distintos. En lengua simple, como sucede con los grandes acontecimientos, cuando se producen las tragedias, los que sufren más las consecuencias son siempre los sectores más desvalidos, más débiles, más constantemente viviendo en el medio del dolor y de la indignidad de la vida. No es lo mismo enfrentar la peste desde la pobreza que desde los resguardos que posee cierta clase social sobre otra. Está bien decir que la peste nos toca a todos, es cierto, hay personas que aún en una buena posición económica, social, con ciertos privilegios culturales, también son afectados y sufren muchas veces los efectos morbígenos de la peste. Pero que, si lo vemos en general, las víctimas se dan siempre sobre las espaldas, sobre el cuerpo y el espíritu de los sectores más débiles. En lo económico, pero también en las debilidades propias que tienen por ejemplo ciertas discapacidades. No es lo mismo del que goza de un cuerpo bien cuidado, bien alimentado de aquel otro que aún siendo joven padece en su cuerpo y espíritu las calamidades de las pestes crónicas como son las hambrunas, la falta de salud, educación, cosas que no se pueden negar. Puede sonar demasiado romántico o melodramático, pero negarlo es directamente grosero. No quiero abusar con marcar los rasgos de la situación, pero también a veces querer ser elegante en la descripción finalmente es una forma de complicidad con un mundo que huele a injusto.

¿Existe una naturalización de la tragedia? 

Sinceramente creo que sí. También es cierto que, como enseñaba mi maestro Pichon-Riviere, cuando suceden hechos graves como esta peste, ahí la multiplicidad de causas es más acentuada. Siguiendo el pensamiento pichoniano, dialéctico frente a la realidad, cualquier suceso tiene varias causas. Y si bien hay una pluralidad de causas, las causas no tienen siempre la misma potencia, según el momento histórico, según la sociedad y según el sector y el individuo que recibe el impacto. Si bien es cierto que va a haber causas comunes en lo que podemos llamar, en lengua de Badiou, el acontecimiento, esa policausalidad no es pareja.  En el momento histórico que se da y, viendo a las personas concretas en su situación real y cotidiana, en su hoy y aquí, el impacto no es parejo.

Ya nadie discute: hemos vuelto a la continuidad de este sistema general de inhumanidad.

¿Qué oportunidades abre la pandemia para pensar nuestro mundo? ¿Hay  esperanzas todavía? 

Bueno hay dos análisis. Desde el punto de vista sanitario, no se puede negar, que en la historia de la humanidad a nivel científico, cuando han aparecido frente a dramas de salud público respuestas como pueden ser las vacunas, han ocasionado beneficios sociales generales. Lo que pasa es que cuando se sucedió el acontecimiento de esta peste, se produjo lo que podríamos llamar de alguna forma, el salir a luz una crisis civilizatoria. Y a nivel de los grandes pensadores, o por lo menos de los pensadores a los que se les reconoce ese rango (en general si son pensadores de los países más potentes); hubo un cuestionamiento, un mostrar que la civilización había entrado en crisis. Que había que pensar otra manera, de lo que podemos llamar en lengua de Marx, de reproducción material de la existencia, que este neoliberalismo como una forma financiera extrema del capitalismo, quedaba expuesto a un momento de fragilidad absoluta. Ahí entonces los filósofos, los intelectuales, se animaron a decir lo que ya muchos cuestionábamos de este orden de vida. Dijimos: bueno, esta pandemia es trágica, trajo muerte, miedo, angustia, pero también nos hace pensar la posibilidad de construir otros vínculos, otra sociedad, otra forma de reproducirnos en la vida. Me da la sensación de que eso muy rápido se desvaneció, que ya esos pensadores o han dejado de pensar o nadie hace publico su pensamiento. Fue una primavera muy pequeña porque ya nadie discute, como que hemos vuelto a la continuidad de este sistema general de inhumanidad.

Los que nos obstinamos en seguir diciendo que la peste desnudó el capitalismo, que esta forma monstruosa de vivir comiéndonos al más débil no da para más, otra vez siento que estamos en extrema minoría. Que los que pensamos así no tenemos la capacidad de ser reproducidos, que nuestro pensamiento latinoamericano tampoco es muy apreciado a nivel intelectual en Europa.

El mundo se reacomoda para seguir siendo lo que fuimos. En nuestro país, cada vez hay más hambre en nuestra sociedad y ese gesto simbólico de cobrar un impuesto a la gran riqueza, se diluye y pareciera, seamos honestos, que ni la propia sociedad, ni los humanistas, ni la gran cantidad de gente sufriente en lo económico lo pide con fuerza. A lo sumo le pide al Estado que se haga cargo, que ayude con subsidios. Esta mortandad, estas angustias sociales produjo la peste… realmente te abaten y te entristecen porque estos trenes del dolor pasan pocas veces y si el dolor no lo convertís en un bien, te queda una huella negativa aún para el mañana. Es decir, saldremos de la pandemia con muerte, con dolor, con tristeza y con más injusticia de las que había en el mundo. ¿Quiere decir que no tengo más esperanza? No, pero tengo la obligación de ser honesto. Seguiremos manteniendo la esperanza en que esto va a cambiar algún día y que ese día es una construcción social larga y difícil. Y que en esa construcción, el ejemplo terrible de la pandemia, en este momento, está perdiendo sus efectos de desafío y están quedando nada más que las huellas de los duelos por los muertos, de las angustias y de los dolores de los que no queremos naturalizar la muerte y el dolor social, y de los que vemos que otra vez, los melones en el carro del capitalismo se van acomodando para beneficio de los dueños del carro y no para el conjunto social.

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Ante esta situación de profundización de las desigualdades también surgió la organización popular, ahí donde el Estado no llegaba.  

Es el único camino. Hay compañeros abnegados, compañeras que aun con riesgo de su vida han apostado al amor social, a la fraternidad. Guiados por el amor que es también una forma superior de motivación de la conducta humana. Esa vocación de entender que el dolor ajeno es tu propio dolor.

Pero también es cierto que, como decías vos antes, se está naturalizando el sufrimiento, se está naturalizando la muerte y se está naturalizando el odio a un sector social. No sólo de los muy poderosos, sino también de un sector social que económicamente no es poderoso, pero que culturalmente está muy dependiente del sector dueño de la riqueza. Se está gestando otra vez una cuestión de odio, de desprecio, de temor, frente a los sectores más humildes de la sociedad. El odio a la pobreza en este país crece, y no solo en los ricos de toda riqueza, sino también de los que se han convertido en gente vulnerable ante el discurso cultural de la riqueza.

No quiero quedarme con la mirada negativa, insisto, porque hay gente que lucha, gente que ha crecido en la adversidad, que ha crecido a través de prácticas sociales, mucha gente joven que ha tomado los desafíos que sigue esa línea humanista que marcó nuestra generación. Porque eran nuestros valore enfrentando a la pandemia de nuestra época, que era el terrorismo de Estado. Yo he escrito un poema que se llama Otra vez 30mil, porque no puedo dejar de lado que cuando vi que había ya 30mil muertos (y ahora todavía hay más), no pude dejar de pensar en la cantidad de compañeros y compañeras desaparecidos, en la gran cantidad de gente que tuvimos que irnos al exilio, que era otra forma de muerte, en la gran cantidad que perdieron el trabajo, en todos los desastres de esa pandemia que se llamó terrorismo de estado. Obviamente no era una pandemia de la naturaleza, era una pandemia bien organizada, pero me pregunto… si el mundo hubiera estado de otra forma organizado, que desde ese monstruoso capitalismo sin amor… si el mundo al día de hoy hubiera estado organizado desde la mirada de sentir al otro como nosotros mismos… me pregunto si la cantidad de víctimas en el mundo se hubieran dado y si los 30mil muertos en argentina se hubieran producido. Y yo estoy convencido que no hubiera sido así, y que buena cantidad de gente va a seguir muriendo porque nuestra sociedad está organizada no desde los actos del bien sino, desde lo que podemos llamar, las pasiones tristes. Pasiones del rencor, del desprecio al diferente, al diferente en lo que sea: en sus prácticas amorosas, en sus ideas religiosas … y si es pobre, más todavía. Ese mundo de la monstruosidad, de la antropofagia moderna sigue firme. Y la conmoción que debía producir la muerte, el mismo poder económico cultural, mediático, lo va rebajando una vez más. ¿Se esta naturalizando la peste? Vaya que si. Estamos entre los diez países con más muertes y sin embargo, de lo que más se habla es sobre ver cómo se flexibiliza más la cosa, como se organizan las vacaciones… ¿y los muertos? Ahí que queden… Para mí es de una crueldad absoluta. Alguno puede pensar que pienso así desde mi condición física real, pero yo honestamente lo expongo para que quede claro. No hago de lo personal el eje de una reflexión. Más que pensar en mí, lo que me da angustia y mucha tristeza es ver como la potencia de la muerte entra en la sociedad desde la forma más terrible, que es la forma de negarla. Quien niega la muerte lo que en realidad está negando es la vida. 

Se está naturalizando el sufrimiento, se está naturalizando la muerte y se está naturalizando el odio a un sector social.

Hablaste de las pasiones tristes, ¿y las alegres?

La organización comunitaria. El Encuentro Plurinacional de Prácticas Comunitarias en Salud que hacemos hace 10 años es un ejemplo. El trabajo por el bien común, por sentir como en carne propia que no hay felicidad social posible si no es como construcción comunitaria. Que la salud no es sólo a nivel científico lo que dicen las organizaciones internacionales. La salud es finalmente  el bien común, el amor en actos concretos, el compartir los desafíos de la existencia amorosamente. Que salud es arte, es belleza, es sentir lo que le pasa al otro, que deja de ser del otro… pasa a ser de todos y que esa respuesta es también de todos. Pero no de forma abstracta. Cuando es una construcción comunitaria, ese sentimiento de que hay que superar los problemas entre todos, se hace carnal, se hace posible. La búsqueda de la verdad frente a los problemas concretos y cotidianos, aún en un tiempo en donde es puesto la verdad como un imposible, como algo que cada uno mira desde su lugar. Y es huele mal, porque la realidad concreta es que hay mucha gente enferma, mucha gente pobre, mucha gente sufriendo, marginada…. sobre el que el poder en la práctica, desprecia desde los prejuicios, pero también desde el andamiaje y la estructura legal, educativa, que se forma para que esta situación persista. Luchar contra todo esto es un acto de alegría

 

Un poema de Vicente:

 

Otra vez 30.000

Un país dormido que vio

como se llevaban

a los vivos

y no enterró a sus muertos…

Se dijo: “algo habrán hecho”

Un país de pasiones tristes que ve

como la Peste se lleva a los pobres

de la gran pobreza,

a los débiles ante el poder de la riqueza

y a los viejos ya sin amor

Y baja sus ojos

Clausura su boca

Vuelve cenizas su corazón

Se dijo: “que mueran los que

tienen que morir”…

¿Para qué maldecir al cielo

si el infierno está en la tierra…?

 

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